El domingo 5 de marzo. el Movimiento Fe y Alegría Venezuela, cumple 68 años de educación con los más pobres.
En este largo período de frutos prodigiosos y también de errores cometidos en lo que comenzó siendo una escuelita en el actual 23 de enero de Caracas y que hoy es un Movimiento en más de 20 países, queremos ser más atrevidos para salvar la educación en Venezuela.
En este propósito, que pretendemos alcanzarlo con otros y no solitarios, siempre es inspirador revisar parte del relato de uno de los grandes fundadores de Fe y Alegría: Abraham Reyes.
Antonio Pérez Esclarín lo retrata muy bien en el libro “Raíces de Fe y Alegría” (1) cuando narra cómo le hizo la propuesta al P. José María Vélaz para que su casa, a medio construir, se convirtiera en la chispa que encendió la siembra de Fe y Alegría como iniciativa de educación popular para los barrios del país.
“Los muchachos se animaron mucho con el proyecto de empezar la escuelita en esa casa que yo había cedido con todo el cariño del mundo. Para mí fue una alegría muy grande poder participar con esa obra tan buena que querían hacer por los barrios”.
Y prosigue el albañil contando con la conciencia de que la obra no solo dependía de él, de su esposa Patricia, de Vélaz, de los estudiantes universitarios, sino también de la propia comunidad:
“Todas las familias del barrio estaban muy de acuerdo con la escuela, se pusieron a la orden, abrieron sus casas, sus corazones. Estaban muy contentos, muy entusiasmados del proyecto de la escuela…entonces no teníamos nadie radio. Éramos muy pobrecitos. La idea de la escuela dio un sentido a sus vidas, una inyección de optimismo, de ganas de vivir, de trabajar, de ver que a sus hijos esta situación les abriría las puertas del futuro, les animó muchos, vieron una gran esperanza”.
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