En medio de los sueldos insuficientes y la falta de efectivo, la desproporcionada alza de precios en los alimentos, la desintegración de una moneda que no parece tan fuerte y la amenaza latente del covid-19, el Gobierno nacional implementó la flexibilidad durante todo diciembre.
Rodolfo Ruíz | La Verdad de Vargas
Uno de los sectores más afectado es el transporte público, que ya durante el primer día de flexibilización las paradas colapsaron y los usuarios esperaron hasta dos horas por una unidad de transporte.
Este servicio, que involucra tanto al pasajero, quien para trasladarse a su destino debe pagar un pasaje en muchos casos variable a pesar del poco efectivo que se consigue, y los buseteros, quienes luchan día a día por mantener operativos sus vehículos por lo costoso de sus repuestos y la falta de gasolina, es sencillamente un caos.
Tal situación crea el debate al tratar de identificar quién es la víctima o el victimario de esta precariedad.
En un recorrido por algunos sectores del estado se obtuvo el testimonio de varios usuarios:
Carlos Chávez, obrero, quien expresó: «Hay choferes que están cobrando hasta 100.000 bolívares para llevarte de Catia la Mar hasta Caribe. El Gobierno debe hacer algo, pues personas como yo que vivimos del día a día, tendremos que empezar a caminar ya que si pago todos los días ese pasaje mi familia morirá de hambre”.
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