Con el éxodo masivo que se intensificó en Venezuela desde 2015, las dinámicas familiares se han modificado. Las personas de la tercera edad sufren, sobre todo, el impacto emocional de sobrevivir en soledad en un país cuyas condiciones de vida son cada día más precarias. Desde una iniciativa que ofrece un servicio hasta alguien que lo hace por sus panas, personas asumieron la tarea de convertirse en la compañía para padres y madres que vieron a sus hijos irse del país
María Gabriela Chalbaud es acompañante de personas de la tercera edad desde principio de 2019. Junto a Yanet Calderón y Mauricio Arcas, comenzó con el proyecto Mi Hijo Suplente para atender a quienes están en el país lejos de sus familiares producto de la migración forzosa venezolana, que suma más de 5.000.000 de personas, de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Desde que inició Mi Hijo Suplente, María Gabriela y Yanet han acompañado a cerca de 20 personas de la tercera edad en diligencias, compra de alimentos y medicinas. Pero, además, comparten un café, disfrutan una tarde de conversación, pasean por la ciudad, ayudan en las tareas del hogar o van al médico. “La idea es hacer todo lo que haría un hijo o una hija”, explica María Gabriela, quien es psicopedagoga y profesora universitaria.
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Mónica Niño confirma lo que dice María Gabriela. En marzo de este año contrató el servicio de Mi Hijo Suplente para la señora Clara Nieves Gómez, su vecina de 85 años. “Ha sido espectacular. Ha sido un apoyo para ambas; un apoyo de todo tipo: logístico, funcional, emocional. De verdad es como un hijo”, cuenta.
En diciembre de 2019, la señora Clara se cayó en el estacionamiento del edificio en el que vive y Mónica comenzó a cumplir el rol de acompañante, aunque ya lo había hecho antes. Explica que el primer mes luego de la operación a la que tuvo que someterse su vecina fue el más duro porque, luego del accidente, perdió movilidad y eso significó ser mucho más paciente y adaptarse a una dinámica nueva.
Cuando Mónica escuchó de Mi Hijo Suplente lo conversó con la señora Clara y acordaron probar el servicio. Luego del primer encuentro con María Gabriela, ambas quedaron encantadas y decidieron que era la mejor opción.
A pesar de la medida de confinamiento por el COVID-19, que comenzó el 16 de marzo en todo el país, María Gabriela ha cumplido con las demandas de la señora Clara. Para Mónica, lo más importante es el impacto emocional que genera la compañía. Hace un mes, cuenta, la señora Clara cumplió años y María Gabriela le llevó flores y una tartaleta para celebrar. Lo humano, lo que nadie ve, es lo que más peso tiene, cree ella.
Empatía por encima de todo
En Venezuela, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), para 2011, 13% de la población correspondía a adultos mayores y de acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), en su estudio más reciente entre noviembre de 2019 y marzo de 2020, la proporción de personas de la tercera edad pasó de 10% a 12%.
Para María Gabriela, su labor requiere paciencia y empatía. “La mayoría de las personas lo que busca es sentirse acompañada, escuchada”, dice y admite que a veces quisiera atender a más gente de la que puede pagar por el servicio que Mi Hijo Suplente ofrece por paquetes que cuestan entre 8 y 12 dólares la hora, según las necesidades del adulto mayor y el poder adquisitivo del familiar que paga el acompañamiento. “Por eso tenemos tiempo buscando la forma de que sea rentable para poder atender a gente que no tiene cómo pagar”, explica.
Con información de El Pitazo
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