«Hoy no hemos comido todavía»: la desnutrición acecha a los indígenas venezolanos en Amazonas
La historia de Ana y sus nietos es una muestra del riesgo de desnutrición que está latente en los pueblos indígenas del estado. El área social del Vicariato de Puerto Ayacucho ha realizado un seguimiento de los niveles de nutrición de esta población y ha evidenciado desnutrición aguda, moderada y severa en algunas comunidades.
Todos los puestos del autobús ya estaban ocupados y todavía faltaba una hora para que saliera la unidad con destino a Platanillal, comunidad del eje carretero sur de Amazonas. Poco a poco fueron llegando otros ocupantes y cuando el vehículo salió, los pasajeros que estaban de pie iban pegando espalda contra espalda; algunos llevaban tapabocas y otros no.
El trayecto duró cerca de una hora, con las debidas paradas para dejar pasajeros en la vía. Primero la carretera y luego una planicie arenosa fue el paisaje que adornó el punto de llegada. Solo quedaba la mitad de las personas que iban en el autobús. Una de las últimas mujeres en bajar de la unidad era Ana Pérez, la abuela de siete niños que evidenciaban riesgo de desnutrición.
Sin saberlo, había viajado desde Puerto Ayacucho, capital del estado Amazonas, hasta la comunidad de Platanillal, habitada por el pueblo indígena Jivi, con la abuela que narraría su historia para El Diario.
“Ayer comimos tarde, como a las 7:00 pm, y hoy no hemos comido todavía. En la mañana les di un pedazo de casabe para que comieran. Yo fui al pueblo (Puerto Ayacucho) para sacar dinero, pero nada: no había efectivo para comprar más barato y en los negocios se consigue todo muy caro. Con la artesanía que llevé para vender conseguí 12.000 pesos, pero no alcanza”, precisó la abuela de los pequeños de 2, 4, 8 y 10 años de edad.
Con riesgo de desnutrición
Entre los idiomas español y Jivi, los niños hablaban y jugaban en la parte delantera de la casa de esta familia: un patio de tierra que aún no se podía barrer, porque como dijo la señora Ana, en su cultura cuando el jefe del hogar va de cacería, no se barre hasta que regresa. Descalzos y algunos con la barriga inflada, acompañaban a su abuela mientras reían con gestos penosos durante la conversación con El Diario.
Antes a mis hijos los mantenía bien. Ahora, a veces tenemos las tres comidas, pero la mayoría de las veces tenemos dos o una. Yo también puedo preparar lo criollo, pero eso era antes que se podía, porque ahora está muy caro. En aquel tiempo 20.000 bolívares era muchísimo dinero”, recordó Pérez.
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