Para José Virtuoso, rector de la UCAB y ex integrante de la Comisión Nacional para la Reforma Policial, la excelencia del trabajo técnico e incluso la voluntad política que logró convertir las recomendaciones en leyes, fueron incapaces de evitar que el proceso de cambios naufragara ante la pulsión militarista y la instrumentación de la policía con fines políticos. Ahora el desafío es mayor y más complejo: “Recuperar el control del territorio y la capacidad de actuación frente a todos esos grupos irregulares en complicidad con el Estado, será una tarea titánica. De la victoria en esa tarea dependerá cualquier proyecto de futuro.
¿Qué tanto hemos evolucionado desde el tenebroso “chácharo” gomecista -peinilla terciada y rostro torvo bajo el ala del pelo de guama, atento el oído a una palabra mal dicha sobre el dictador- hasta el funcionario de las FAES que llega al barrio escondiendo la cara con una máscara de calavera para no dejar dudas sobre su talante ni rastro de su responsabilidad? Tristemente no son muchos los cambios de fondo entre esos dos personajes policiales separados por un siglo o más de avances y retrocesos en la misión de impulsar la civilidad, la democracia y los derechos humanos.
En este mes de abril se cumplen 15 años de un esfuerzo en esa dirección, acaso uno especialmente ilusionante y esperanzador porque, como pocas veces en la historia, pareció que teníamos la capacidad de poner de lado todo interés sectario para ocuparnos de un problema común y trascedente, y poder así decir con orgullo que los venezolanos, como en aquella canción de los años 80, “hacemos por una vez, algo a la vez”. En efecto, la Comisión Nacional para la Reforma Policial (CONAREPOL) surgió como una isla en el mar de la polarización política y sentó en una misma mesa a funcionarios del gobierno de Hugo Chávez con especialistas y representantes de muy diversos sectores y pensamientos.
Uno de ellos fue el padre jesuita José Virtuoso, rector de la Universidad Católica Andrés Bello, convocado no tanto como representante de la iglesia católica, sino como conocedor in situ de los problemas de inseguridad en nuestros sectores populares. Su nombre y su liderazgo están ligados a una de las experiencias más notables y más estudiadas de lo que podríamos llamar “autogestión” de la seguridad, como es la del barrio Catuche, al norte de Caracas.
Un gobierno que todavía escuchaba
“En aquel momento -rememora Virtuoso- estábamos en una situación donde el gobierno todavía se dejaba impactar por las demandas de la opinión pública. La CONAREPOL nace impulsada por una presión social muy fuerte a raíz de varios casos criminales donde el denominador común fue la participación policial, en particular el terrible asesinato de los hermanos Faddoul, seguido del secuestro y también muerte del industrial Sindoni. En el primer caso quedó claro que el asesinato fue perpetrado por miembros de la entonces Policía Metropolitana, y en el caso Sindoni se trató de un ajuste de cuentas donde participó abiertamente la Policía de Aragua. Esos hechos conmocionaron de tal manera que el gobierno comenzó a hablar de una comisión para la reforma de la policía, más o menos al estilo de lo que ya venía ocurriendo en otros lugares de América Latina, con experiencias donde confluían personas de la sociedad civil, activistas de derechos humanos, académicos y expertos en criminología y sistema penal. Es de hacer notar que quien fue quizás la principal promotora de la idea en aquel momento, Ana María San Juan, venía del Centro de Derechos Humanos de la UCV.
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