Durante la última década, el chavismo ha utilizado a los presos políticos como fichas de canje, y la reciente detención de los españoles José María Basoa y Andrés Martínez es, según Julio Borges, parte de esta tradicional estrategia. El ministro del Interior, Diosdado Cabello, asegura que los extranjeros fueron capturados cuando planeaban una conspiración para asesinar a Nicolás Maduro, y ha señalado a dirigentes opositores, como María Corina Machado y Julio Borges, como partícipes del complot.
«En la mayoría de las acusaciones siempre han puesto mi nombre -asegura a ABC Borges, expresidente de la Asamblea Nacional y exiliado en España-, y llevo ya cinco órdenes de detención en mi contra». Casos que, sostiene, son fabricados. «Están siguiendo el libreto de las distintas dictaduras, como la de Cuba, aplicando prácticas aberrantes en las que no solo crean toda la conspiración, sino que también secuestran a ciudadanos de otras nacionalidades para utilizarlos como fichas de cambio en negociaciones políticas». Y en este caso, señala Borges para presionar al Gobierno de España y evitar que Edmundo González sea reconocido como el verdadero ganador de las elecciones presidenciales. Un reconocimiento que hoy comienza a debatirse en el Parlamento Europeo y que «sería de enorme importancia para seguir golpeando a Maduro».
Según Cabello, además de los españoles, hay tres estadounidenses y un checo privados de libertad por supuestos vínculos al «complot orquestado por la CIA y el CNI» para desestabilizar el país. Detenciones que le UE «sigue con preocupación» y razón por la cual Francia ha recomendado a sus ciudadanos evitar viajar a Venezuela; también, ha recomendado a quienes están adentro que se mantegan alejados de cualquier manifestación y evitar hablar «sobre la situación política venezolana en el espacio público».
Borges trae a colación ejemplos como el de Alan Gross, un contratista estadounidense que fue apresado en Cuba durante casi cinco años, acusado de ser parte de un plan subversivo, y que durante el gobierno de Obama fue canjeado por agentes cubanos que habían sido sentenciados en EE.UU. por espionaje. También el del español Ángel Carromero, utilizado por Cuba como moneda de cambio para intentar suavizar la política de la UE hacia la isla.
Presos de segunda
En los últimos tiempos, Venezuela también se ha servido de los intercambios de extranjeros para su beneficio. En diciembre del año pasado, Alex Saab, quien, acusado de ser el testaferro de Maduro, fue liberado por EE.UU. Como contrapartida, Caracas se comprometió a excarcelar a 36 personas, incluidos 12 estadounidenses. El año anterior, siete estadounidenses detenidos en Venezuela fueron canjeados por los sobrinos de Cilia Flores, la mujer de Maduro, condenados por narcotráfico.
En el pasado, Borges, como representante de la oposición, ha participado en varios procesos de negociación con el régimen de Maduro y asegura que «antes y durante el proceso, lo que la dictadura hace es reprimir más y buscar más presos políticos».
1.800 detenidos
Hasta hoy, el balance de presos políticos en Venezuela suma más de 1.800 personas, incluyendo 60 adolescentes. El mayor número de detenidos con fines políticos conocido en el país durante este siglo, según la oenegé Foro Penal. Asimismo, Borges sostiene que, durante los acuerdos, el chavismo pretende hacer de los presos políticos el objetivo número uno para quedarse en esa discusión y «no pasar a temas de fondo como las condiciones electorales o la observación internacional».
Y en el desarrollo de esos pactos sucede algo que Borges describe como un perverso veto generalizado: «Que bajo ninguna circunstancia se hable de los presos políticos militares». Ellos, según el opositor, no son objeto de las negociaciones porque con esos prisioneros el chavismo busca «imprimir mayor temor a la Fuerza Armada. Por eso nunca se han podido liberar militares, que deberían estar libres, en estos procesos».
Los presos extranjeros, en cambio, le permiten al chavismo «ganar notoriedad para su propaganda o perseguir intereses económicos y políticos, mientras los venezolanos y militares quedan en la última fila y son casi como materia prima para la dictadura» en procesos que Borges tilda de «abominables, de deshumanización y degradación. Por eso el mundo tiene que rechazar esos chantajes».
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