Yanelith Reverol emigró hace tres años de Venezuela a la ciudad de Bogotá, Colombia. Desde que salió de su país no ha vuelto a ver a su familia. Nunca se imaginó que aquella despedida tan afligida sería la última vez en que vería a su padre.
Jorge Luis Rondón, padre de Yanelith, estaba radicado desde hace dos años en Perú junto a su esposa y una sobrina. Rondón trabajaba como obrero y, a pesar de la llegada de la pandemia del COVID-19 al país, este sector no se detuvo, nunca dejó de trabajar, por lo que se exponía cada día al contagio.
Perú es uno de los países de la región y del mundo que han sido más afectados por este virus. Actualmente tiene más de 450.000 casos confirmados y más de 21.000 muertes. Pese a ello, muchos sectores–como el de Jorge Luis– han continuado laborando.
Yanelith cuenta que le llegó de manera fortuita la noticia de que su padre se había contagiado de COVID-19, quedó desconcertada, pero a su vez describe que no sintió miedo, tenía la certeza de que todo iba a estar bien. Cuando podía conversar por teléfono, él le daba confianza con sus palabras al decirle que estaba aferrado a Dios y que estaba seguro que lo protegería de todo mal.
“No crees que pueda ser tan grave, hasta que le toca tu familia”
“Mi papá estuvo una semana sintiéndose muy mal, era lo poco que me comentaba, pero hubo un día en específico que dijo: «no más, no puedo seguir trabajando, debo parar todo, no me siento bien, no respiro bien». Se fue al hospital y ese mismo día lo hospitalizaron. «No respiro bien » fue la última frase que recibí de mi papá”, cuenta Yanelith afligida.
El día a día para Yanelith se tornaba confuso, lleno de preguntas, recuerdos y de mucha nostalgia, no bastaba con que su padre permaneciera hospitalizado. Ese mismo día su madre le hizo saber que también era portadora del virus, pero que no sentía que estaba “tan grave”. Presentaba ciertas dificultades para respirar, pero confiaba en que podía mejorar y por eso intentaba aguantar un poco más para no acudir al hospital.
Sin embargo, solo bastaron horas para que la madre de Yanelith recurriera de emergencia a un centro médico para ser atendida, su dificultad para respirar se hizo cada vez más severa. La última conversación que tuvo con su madre fue esa.
“La distancia es muy difícil porque, en ese momento, cuando tus padres se contagiaron, lo que quieres es estar con ellos, apoyarlos y ayudarlos en todo, pero no importa si estás ahí, este virus te separa de tu familia en todos los sentidos”, relata.
Yanelith ya no tenía ningún tipo de comunicación para saber el estado de salud en el que se encontraban sus padres, por lo que recurrió a Lizyarge Hidalgo, su prima, quien estaba al tanto de todo lo que había sucedido y se comprometió a hacer lo posible para conseguir algún tipo de información sobre el estado de ambos.
Yanelith pasó una semana sumida en la incertidumbre. La información era que el estado de salud de sus padres se mantenía igual; solo eso decían los doctores a su prima, quien hacía lo posible para indagar un poco más pero solo obtenía esa respuesta.
Lizyarge se comunicó con Yanelith luego de casi dos semanas, a eso de las cuatro de la tarde.
“Hija del señor Jorge Luis, para informarle que uno de los pulmones de su padre había entrado en neumonía y que los doctores le pidieron acudir al centro médico para retirar sus pertenencias“. Así recibió la noticia de su muerte.
Yanelith dice hoy con nostalgia que no creía que su padre había fallecido por el virus. No podía creerlo, sintió culpa por no poder estar con él, fue una noticia súbita que marcará su vida.
“Tú piensas que todo va a salir bien, que esto no es algo tan grave pero cuando te toca a ti y a tu familia es cuando crees: es verdad la gente que muere por coronavirus”, agrega en entrevista a la Voz de América.
“Me da pánico que otro familiar se me enferme de coronavirus”, repite una y otra vez Yanelith, quien cuenta entre lágrimas que si pudiera hablar una vez más con él, le pediría que la perdonara por todo lo malo, que lo amaba con todo su corazón y que sin duda para ella fue el mejor padre que pudo tener.
“Solo puedo decirle a las personas que esto no es un juego. Cuídense ustedes. Al hacerlo, cuidan a su familia. Este virus está acabando con muchos hogares, es silencioso, sabe cómo acabarte y hay gente a la que parece no importarle. Esto es verdadero, este virus es real, este virus me quitó a mi padre y cada dos semanas puedo saber cómo esta mi madre”, agrega.
Yanelith ahora reza cada segundo de su vida por la salud de su madre, comenta que toda la familia está aferrada a Dios, aunque con todo lo que han pasado, dudan que la señora logre recuperarse.
La madre de Yanelith tiene el 80% de los pulmones comprometidos, es la única información que dan los doctores. La señora no sabe que su esposo falleció hace una semana; piensa que solo los separa un virus y unas cuantas habitaciones de hospital. No hay quien se lo diga, no hay nadie que pueda hablar con ella.
Para Yanelith, solo un milagro podrá salvar a su madre del COVID-19.