Al mejor estilo del personaje de ficción Hannibal Lecter, que narra la historia de un psiquiatra forense convertido en un asesino en serie y caníbal, Venezuela registra dos casos de canibalismo en los últimos 22 años, uno ocurrido en la región andina y el más reciente en Barlovento.
Por Euseglimar González / laprensalara.com.ve
No solo el hambre sino lienzos rasgados de canibalismo, sería uno de los casos que registra el país, cuando hace cuatro años, resultó detenido el “Pintor Caníbal”, hecho que de inmediato trasladó a los venezolanos a 19 años atrás, cuando recordaron que en el estado Táchira fue detenido José Doráncel Vargas Petro, el “Comegente”.
“El Comegente”, con 64 años de edad, es sindicado de ser uno de los asesinos más sanguinarios en la historia contemporánea de Venezuela, pues no solo mataba a sus víctimas, sino que también se las comía.
Nacido el 14 de mayo de 1957 en El Vigía, estado Mérida, Doráncel, se crió en medio de una familia muy humilde. Sus estudios terminaron en el sexto grado de primaria y de allí, se dedicó a vagar y a robar animales como gallinas, con los que se alimentaban él y sus diez hermanos. Desde ahí comenzaron sus antecedentes penales como delitos menores.
El primer delito grave que Vargas cometió data de 1995, cuando fue declarado culpable de matar y comerse a Cruz Baltazar Moreno quien para esa época había caído en la indigencia. Tras una revisión hecha por psiquiatras fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide y posteriormente fue enviado al centro de rehabilitación psiquiátrica “Dr. Raúl Castillo”, de Peribeca, a sus 38 años de edad.
Libre como liebre
Un par de años después es liberado del centro de rehabilitación, pues los profesionales que lo examinaron, dieron cuenta de que ya no representaba ningún peligro para la sociedad. Al salir se convirtió en un habitante de calle y tomó como su domicilio el Parque 12 de Febrero de Táriba, específicamente en el retorno de la avenida Libertador, del estado Táchira.
Allí, en una humilde choza improvisada vivía Doráncel. A la vista de todos y sin levantar sospecha alguna de su obsesión por la carne humana. En ese lugar, dado lo fácil del acceso pero a su vez lo desolado del paraje, era el preferido por homicidas y narcotraficantes para abandonar cadáveres de enemigos.
Los días transcurrían y el hombre de cabello largo y barba, a pesar de ser un indigente, siempre tenía alimentos. Incluso preparaba empanadas, sancochos y parrillas para sus vecinos, habitantes de calle también, quienes desconocían la procedencia de la proteína animal que ingerían.
Ese lugar también era y es en la actualidad frecuentado por deportistas, sobre todo quienes caminaban, trotaban o hacían ejercicios.
Sin dejar rastros
Solo tres años pasaron desde la liberación de Vargas, cuando hombres atléticos y en buena forma empezaron a desaparecer. Unos obreros de construcción y otros aficionados a las caminatas salían de sus hogares para más nunca volver. Familiares de estos hombres denunciaban las desapariciones, sin sospechar que un caníbal era el responsable.
Para febrero de 1999, una decena de desapariciones tenía en ascuas a la población tachirense, por lo que funcionarios de Defensa Civil, tras una búsqueda en el parque, hallaron restos humanos pertenecientes a dos cuerpos.
El primer hallazgo dio pie a que los funcionarios intensificaran la búsqueda, y ésta rindió sus frutos, pues partes humanas de al menos seis personas, fueron hallados regados por la zona.
Un funcionario, que estaba en la búsqueda fue pieza clave, pues sabía de un indigente que había estado preso en Peribeca, pueblo tachirense muy cerca de San Cristóbal, por canibalismo y que justamente los restos hallados de ese primer cuerpo habían sido las manos y los pies, siendo estas las partes que más se hallaban en las pesquisas que hacían los funcionarios en el año 1999.
Ese recuerdo viró la atención a Vargas, por lo que comenzaron a buscar a quienes vagaban por la zona a ver si daban con su paradero.
Un refugio improvisado fue uno de los lugares que los policías inspeccionaron. Al ingresar a ella, la imagen fue dantesca. Los funcionarios observaron envases plásticos llenos de vísceras y con partes humanas, listos para su preparación.
Como una carnicería, a un lado de las piezas “arregladas”, lo que se iba a desechar: las manos, los pies y tres cabezas.
Los policías tenían ante sus ojos lo que sería parte de la historia de Venezuela. El primer caso de canibalismo y que tras 22 años aún recuerdan la historia del “Comegente”.
Preferencias
A la fecha en la que Vargas fue detenido, la prensa tenía mucha más libertad que con la que se cuenta en la actualidad. Medios de comunicación, sobre todo canales de televisión lograron entrevistarlo y gracias a ello, fue que el público conoció al “Comegente”. Doráncel Vargas confesó ser el autor de al menos diez muertes.
Al ser un habitante de calle, Vargas no contaba con un arma de fuego para “cazar” a sus víctimas. Éste confesó que usó un tubo metálico que acondicionó como daga para asesinar a los hombres escogidos. Ni niños ni mujeres eran parte de sus preferencias. Su órgano favorito era el estómago, por su sabor, pero esto no era lo que Vargas comía solamente, pues ojos y tripas humanas eran usados para hacer sancochos. Aseguró descartar las manos y pies porque le causaban indigestión.
Sobre este caso fueron muchas las especulaciones que salieron a la luz pública, como fueron el de una red de tráfico de órganos y de una secta satánica que hacía sacrificios humanos, sin embargo Doráncel aseguraba que mataba solo porque tenía hambre.
El hombre aseguraba que no le gustaba la carne de mujeres ni niños para comer, solo hombres jóvenes y en buenas condiciones. Su gusto por la carne humana presuntamente le llevó a cobrar cerca de una decena de víctimas.
Para Doráncel comer personas era como “comer peras”, dijo en una de las entrevistas dadas a medios nacionales y locales.
Uno más
Doráncel permanece recluido en el Centro de Resguardo y Custodia de Ciudadanos Aprehendidos de la Policía del estado Táchira desde hace más de dos décadas.
Los días de Doráncel transcurren en una celda para él solo. Quienes a diario lo ven aseguran que nunca ha sido violento y que por el contrario, a diario barre la cancha interna donde se encuentran los calabozos.
Hace un par de años, un motín se registró en ese recinto penitenciario y dos reclusos desaparecieron. Rumores de que los habían asesinado y Doráncel se los había comido corrieron como pólvora. Sin embargo, a la presente no se ha podido confirmar.
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