Cría cuervos y te sacarán los ojos, reza el dicho. Y eso parece ser lo que está sucediendo en la frontera entre Colombia y Venezuela, donde hace más de una semana empezó una inesperada confrontación entre miembros del Frente Décimo de las disidencias de las FARC y militares de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) de Venezuela. Aunque el jefe del Frente Décimo es alias ‘Ferley’, el campamento que bombardearon los militares fue el de Jorge Eliécer Jiménez, alias ‘Arturo’. En ese estado operan diferentes disidencias de guerrilleros, además de los nombrados anteriormente, están la de Iván Márquez y Jesús Santrich y la de Gentil Duarte. Todos ellos se disputan el control de la zona.
El tema marcó los titulares de ambos países a lo largo de la semana, por los bombardeos de las FANB y la respuesta de los disidentes de incendiar la sede de la aduana de La Victoria, poblado venezolano del estado Apure (al sureste del país), que mira desde esa orilla a la ciudad de Arauquita, del lado colombiano y a la cual han llegado ya unas 4.000 personas huyendo del conflicto. Los refugiados se encuentran en 15 albergues muy básicos, asustados ante esta escalada de violencia y sin perspectivas de regresar pronto a sus casas, muchas de ellas destruidas por los combates. Colombia teme que la cifra de refugiados aumente pues los enfrentamientos aún no cesan.
Anuencia de Maduro
Mientras tanto, nadie se atreve a poner la mano en el fuego para confirmar lo que está sucediendo en esta zona fronteriza. El canciller venezolano, Jorge Arreaza, se escudó en la defensa del territorio y aseguró que «la FANB expulsará a cualquier grupo irregular armado colombiano de nuestro territorio». Sin embargo, según la historia no oficial, los ataques de la FANB a los territorios controlados por ‘Ferley’ tendrían como propósito despejar el terreno a Iván Márquez, líder histórico de la desmovilizada guerrilla de las FARC, quien en 2019 rompió su compromiso con el Acuerdo de Paz, firmado en 2016, para retomar las armas y conformar la llamada ‘Nueva Marquetalia’, aludiendo a la República de Marquetalia, donde nacieron las FARC a mediados de los años 60 del siglo pasado.
Los guerrilleros de Márquez, que se han ido instalando en Venezuela, lo han hecho con la connivencia de Maduro, que también ha dado continuidad al discurso de Chávez, al decir que eran «líderes de paz». Todo esto ha dejado traslúcida la evidencia de que Venezuela es un santuario para los miembros de las FARC.
Pero esos supuestos «líderes de paz» realmente adelantan una guerra interna por el control de las rutas del narcotráfico, del contrabando de todo lo posible, desde reses hasta minerales, pasando por personas, insumos químicos, gasolina, armas y mercadería. Los 2.219 kilómetros de frontera colombo-venezolana son extensos y porosos e históricamente un desafío para garantizar la seguridad, aún en tiempos cuando los gobiernos de Caracas y Bogotá tenían relaciones y se daban acciones militares coordinadas.
Hoy, varios de los frentes guerrilleros de las FARC que no se sumaron al Acuerdo de Paz o se retiraron muy temprano, son los que tienen parte del control. A ellos se suma el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la guerrilla izquierdista que, tras el desarme de las FARC, aprovechó para fortalecerse y hacer crecer su indudable control de la frontera binacional. Ese grupo es el que realmente manda en la zona de Arauca (Colombia) y hoy observa desde la distancia los enfrentamientos entre farianos y la FANB, que le convienen.
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