El medio de comunicación digital, TalCual conversó con una de las pasajeras del vuelo de repatriación de venezolanos varados en España que arribó el pasado 21 de julio después de cinco meses de espera, sobre su estadía en el país europeo, las diligencias para poder abordar la aeronave y su cuarentena en Maiquetía
Valentina Rodríguez Rodríguez | Tal Cual
“Vine por 10 días, de paseo, a conocer; pero estas vacaciones se convirtieron en una pesadilla de cinco meses. Lo más fuerte fue estar lejos de mi familia tanto tiempo y sin saber hasta cuándo. No me olvido de los que quedan allá, espero que pronto puedan volver a estar en su casa, con su familia. Hay gente que la está pasando muy mal, que no tienen ni siquiera para comer”, cuenta Victoria*, una de las pasajeras del primer vuelo de repatriación de venezolanos varados en España.
Actualmente, en el país europeo -uno de los más golpeados por la pandemia de la covid-19- hay cerca de 350 venezolanos esperando por otro vuelo humanitario que les permita volver a casa. Tanto los que fueron repatriados el pasado 21 de julio como los que aún siguen en la nación de Miguel de Cervantes, desde que comenzó el estado de alarma están a su suerte (y a su bolsillo), sin asistencia ni ayuda del gobierno venezolano. Varios han sobrevivido gracias a ayudas de connacionales, de organizaciones religiosas, de albergues y comedores, o de familiares y amigos. Unos cuantos durmieron en la entrada del aeropuerto de Madrid.
Después de una semana de estar en su casa, abrazar a su hijo y dormir en su cama, Victoria contó a TalCual cómo fue ese el primer vuelo –hasta ahora el único– de repatriación de venezolanos en España y su aislamiento (cuarentena) en uno de los hoteles establecidos por la administración en Nicolás Maduro en La Guaira.
El único salvavidas
“En lo que despegó el avión la gente aplaudió, otros cantaron el himno, unos gritaron. Después el vuelo fue bastante silencioso, por lo menos por donde yo estaba; cada quien, en su asiento, en recogimiento y las pocas interacciones eran con sus acompañantes”, recuerda Victoria.
Alegría, satisfacción, incredulidad, cansancio y miedo era algunas de las emociones que detalló la venezolana en los rostros de sus coterráneos y compañeros del vuelo PUE11 de Plus Ultra. “También sentí miedo, no sabía qué nos iba a pasar cuando llegáramos a Caracas. Al abordar este vuelo aceptábamos cumplir una cuarentena donde lo dispusiera el gobierno. Sabía que me estaba poniendo en sus manos, pero también estaba clara en que solo a través del gobierno podríamos volver a Venezuela”, afirma.
“Se adjunta documento de compromiso voluntario de asumir las medidas de control epidemiólogo del covid-19, que debe rellenar cada pasajero”, aclaraba el correo enviado por el Consulado venezolano.
El miedo era más que válido. Los centros de aislamiento gestionados por el gobierno bolivariano no tienen buena reputación, cientos de denuncias hablan de hacinamiento, fallas de servicios, retrasos en los resultados de las pruebas de despistaje del virus y menús y condiciones de aseo cuestionables. Sin obviar posibles abusos de poder de los funcionarios verde oliva.
Estadía en España
Victoria llegó a España a principios de marzo, el anuncio del cierre de fronteras y espacio aéreo venezolano la agarró en Barcelona. En lo que supo de la medida viajó a Madrid con el propósito de ver si conseguía tomar un avión a Caracas antes del 16 de marzo, cuando entraba en vigencia la medida. Pudo cambiar su boleto para el 15 de marzo, pero el 14 recibió un correo en el que le notificaban que el vuelo había sido cancelado. Luego trató de llegar al país haciendo escala en Cuba. Tampoco pudo abordar ese vuelo. Desde ese momento se alojó en casa de unos familiares residenciados en la capital española y comenzó a contactar a los Consulados de Venezuela en España y al de España en Caracas.
En la capital española, el consulado que dirige el revolucionario Mario Isea les decía que no tenían información sobre vuelos humanitarios, que se anotaran en una lista para contactarlos cuándo tuvieran respuesta. No les ofrecieron ayuda, ni subsidios, ni acompañamiento. El que dirige Antonio Ecarri no les ofrecía vuelos pues el gobierno interino no tiene potestad sobre el espacio aéreo venezolano ni cuenta con recursos económico. Su ayuda llegaba hasta ubicarlos en refugios gestionados por el gobierno de España. “A este no lo contacté más. La ayuda que ofrecían no era para mi caso”, señala.
También se unió al grupo en Instagram @venezolanosvaradosenespana2020 y mantenía comunicación con ellos, aunque nunca fue a ninguna de las manifestaciones que realizó el grupo en distintos espacios de la capital española. “No quería que me vieran en ninguna de esas protestas. Tenía el temor de que, si me veían, me ficharan y perdiera la oportunidad de volver”, cuenta.
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