Un grupo de migrantes venezolanos, casi todos hombres jóvenes y de muy bajos recursos, interceptan a los viajeros que van a Venezuela para obligarlos a «contratar» sus servicios de enlace. Si no aceptan, los amenazan o roban las pertenencias. Muchos llegaron a pie desde muy lejos y ahora duermen en la calle.
Rosalinda Hernández | El Estímulo
En los alrededores del corregimiento colombiano de La Parada, vive un grupo de migrantes venezolanos en condiciones paupérrimas. Casi todos son hombres jóvenes, lánguidos y vestidos con harapos, algunos descalzos. Su día a día comienza a las 6 de la mañana, cuando se abre la frontera con Venezuela.
A esa hora, arbitrariamente, toman la vía de la autopista internacional que une a las dos naciones. Su intención es interceptar transeúntes para obligarlos a “contratar” sus servicios. Apenas ven que un automóvil se acerca al puente, en la ruta hacia Venezuela, corren en jauría, rapidísimo, para captar a los viajeros. Arriesgan sus vidas lanzándose a los carros. Llegan a los golpes, entre ellos, por “ganar” a esos transeúntes.
En muchos casos, recurren a métodos delictivos para obligar a los viajeros a contratarlos. Los amenazan, extorsionan y roban sus pertenencias. Se dice que cobran vacunas a nombre de bandas criminales.
“Jamás en la vida habíamos tenido que soportar tanto desorden social por parte de los migrantes venezolanos en La Parada. Duermen en la calle. Hacen sus necesidades allí. No respetan a transportistas, ni viajeros. Se lanzan a los carros. Algunos de nosotros prefieren no venir para no enfrentarlos”, narró Víctor Suarez, taxista colombiano.
Caen los incautos
Personas que poco frecuentan la frontera, con copiosos equipajes y bolsas de víveres, son los principales objetivos de los venezolanos migrantes de La Parada. Su propósito va más allá de colaborar con la carga: buscan llenarlos de miedo para que les den dinero. Exigen entre 20.000 y 50.000 pesos colombianos (entre 5 y 13 dólares) por cruzar la frontera.
“Algunos le meten miedo a la gente y se identifican como pertenecientes al Tren de Aragua. Otros son simplemente muchachos de la calle, migrantes atrapando incautos que, si no acceden a sus propósitos, no responden por su equipaje. Abiertamente dicen que los roban”, explicó Carlos Rojas, habitante de La Parada.
“La ley colombiana hace su trabajo, pero muchas veces no es suficiente. Los agarran, los deportan y a los pocos días están nuevamente en el mismo lugar: corriendo detrás de los autos”, agregó el ciudadano colombiano.
A principios de febrero, el gobernador del Táchira, Freddy Bernal, alertó sobre la aprehensión de seis integrantes del grupo criminal “Tren de Aragua”, por parte de la Guardia Nacional.
“Mientras sea gobernador el crimen organizado no volverá a penetrar el Táchira. Esos tiempos oscuros de paramilitarismo, secuestro, extorsión, se acabaron”, dijo Bernal.
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