La MUD es uno de los sectores de oposición que va a las elecciones del 21 de noviembre. Especialistas coinciden en que los opositores deben superar sus propias limitaciones y acusaciones para evitar un descalabro electoral y obtener nuevos espacios de poder. La pelea entre los precandidatos del estado Miranda no contribuye en estos objetivos.
El cronograma para las elecciones regionales y municipales, previstas para el 21 de noviembre, avanza con pocos tropiezos. Con el tiempo en contra —ya que las sustituciones que se reflejan en boleta vencen el 22 de septiembre—, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) tiene la obligación de concretar las alianzas lo más pronto posible si quiere obtener algunos cargos.
La MUD, en su anuncio de participación, prometió que estos comicios no serían vistos como una «fiesta electoral» pero politólogos consultados tampoco ven una narrativa clara del lado opositor que incentive a los ciudadanos a votar.
La abogada Eglée González Lobato, directora de la Cátedra Libre Democracia y Elecciones de la Universidad Central de Venezuela, señala que para la oposición la prioridad son las gobernaciones, donde todos los factores de oposición están llamados a evaluar dichos acuerdos unitarios. Pero dichas alianzas, dice la jurista, «miran al país en toda su extensión territorial».
«La oposición, esta vez, tiene una capacidad realista de mirar y reconocer que hay sitios donde el oficialismo tiene su militancia y, aun cuando el país está en contra de las decisiones de Maduro, son elecciones regionales y locales y los ciudadanos están pendientes de cómo se les resuelve el día a día. Aun cuando el costo lo debería pagar el oficialismo, la fractura de la oposición ha impedido un despliegue efectivo del ejercicio de la política, lo otro es que el boicot electoral ha atrofiado a estas fuerzas», destaca González Lobato.
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