En un momento histórico en el que los roles sociales y de género están en revisión, en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, que se celebra cada 8 de marzo, la activista feminista Luisa Kislinger habla sobre cómo las mujeres han sido impactadas por la crisis humanitaria compleja y de qué manera este contexto de olla de presión encuentra su expresión más peligrosa en la violencia de género y los femicidios.
No hay característica más arraigada en el imaginario colectivo que la idea de que la mujer venezolana es “echada pa’lante”. Es una respuesta casi automática, una exaltación, un rasgo definitorio consolidado sobre el rol de las mujeres, que se ha acentuado mucho más en un país en el cual persiste una percepción generalizada de que colectivamente nos “echaron pa’ atrás”.
Quizá por eso la sola mención de este rasgo hace que Luisa Kislinger, internacionalista, activista feminista e investigadora en temas de género, ponga en revisión todo el concepto: “Nos exaltan por ser ‘echadas pa’lante’ porque nos echamos todo en los hombros. Dicen que la venezolana es 4×4 porque aguanta, puede con todo sola, pero es un estereotipo que tenemos que superar: no quiero ser 4×4, ni ser burrito de carga, más bien quiero tener gente a mi lado que comparta las tareas, las responsabilidades porque en la medida en la que haya una distribución equitativa de las responsabilidades, le permite a las mujeres hacer otras cosas”.
Con esta revisión de conceptos, en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, que se celebra cada 8 de marzo, Kislinger abre una mirada sobre cómo las mujeres han sido impactadas por la crisis humanitaria compleja, la precarización de su trabajo como fuerza laboral, la feminización de la pobreza y este contexto de olla de presión que encuentra su expresión más peligrosa en la violencia de género y los femicidios.
Una trampa social
Kislinger señala que en Venezuela el concepto de ser echada pa’lante está especialmente romantizado y solo ha hecho que las mujeres tengan que cargar con más expectativas sociales, en las que resolver todo sin ayuda es un valor.
“Una mujer que tiene responsabilidades en la casa, que tiene que atender a los niños, limpiar, cocinar, lavar, comprar la comida, salir a buscar ingresos y si hay alguien de su familia enfermo también asume ese cuidado ¿cuánto tiempo le queda para estudiar, para cuidarse a sí misma, para el entretenimiento, para el esparcimiento, para desarrollar un proyecto de vida, para trabajar en cosas que a ella le interesen? Que las mujeres sean echadas pa’lante ha sido una trampa porque detrás de eso lo que han hecho es ponernos cada vez más cargas, y si te quejas, te comparan y te dicen: ‘pero es que las otras son echadas pa’lante y tú no”.
Esa carga aumentó con la precarización del trabajo debido al agravamiento de la emergencia humanitaria compleja, dice Kislinger. “En el momento en el que las condiciones materiales se volvieron más complejas, las mujeres fueron las primeras que abandonaron sus trabajos para salir a buscar la comida, para hacer las colas, todo eso está documentado en el informe Mujeres al límite, hecho en 2017”.
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