“Estoy consciente que estos indígenas tuvieron su culpa. Pero estoy seguro de que no eran ‘traidores a la Patria’, ni ‘derrocadores de ningún gobierno’. Está muy lejos Luepa de Caracas, el centro del poder. Sencillamente cayeron en la trampa del oro fácil.
Por Sebastiana Barráez | Infobae
Se aprovecharon de ellos y les cargaron toda la culpa”, lo dice Monseñor Felipe González González, Vicario Apostólico del Caroní en el estado Bolívar.
El obispo se refiere a los trece indígenas que participaron, el 23 de diciembre de 2019, en la Operación Aurora, como se llamó el asalto al 513 Batallón de Infantería Selva “GD Mariano Montilla”, ubicado en el sector Luepa, municipio Gran Sabana del estado Bolívar. Unos se entregaron y otros fueron detenidos por la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim), trasladados a Caracas y después enviados a la cárcel El Rodeo II; el 3 de enero de 2021 murió uno de ellos, Salvador Fernando Franco Pérez, de 44 años.
Relata monseñor González que “finalizando el año 2019, por estos días de Navidad, tuvo lugar el hecho. A un grupo de indígenas pemones, en medio de la celebración del fin de año, “alguien’ les ofreció 15″‘gramas’ de oro por un trabajo. Eran reservistas que habían hecho su servicio militar en el Fuerte de Luepa y conocían perfectamente el lugar y las instalaciones”.
Revela que los indígenas “no sabían qué tenían que hacer ni dónde. Los embarcaron en un camión y en el trayecto a Luepa (a unos 40 Km. de distancia) les hacen ponerse ropa militar camuflajeada. Pensaban que, por ser días de Navidad y haber soldados de permiso, los llamaban para suplirlos”.
“Al llegar al Fuerte, sin ninguna oposición e impedimento les conducen directamente al lugar donde están las armas. Sacan una cantidad (cuántas, de qué clase). En aquel momento dieron un número exacto considerable. Y se marcharon con el armamento confiscado en el camión. Luego vino la alarma, la persecución y la recuperación de alguna de las armas. Y por supuesto, a los indígenas, medio mareados todavía por las libaciones de fin de año, los pusieron presos por ‘traidores a la Patria’ e intento de ‘derrocar el gobierno constitucional’”, dice el clérigo.
“Esta es mi versión de los hechos. No soy investigador ni juez del caso. Es sencillamente la apreciación y comentarios de las personas cercanas a los hechos. Todo ello exige una verdadera investigación y una dilucidación de lo que allí pasó”.
“Ha transcurrido un año y no ha habido juicio sobre la realidad. Estos ‘indios’ tenían que ser los chivos expiatorios que pagaran las culpas de los verdaderos “chivos grandes”, tanto civiles como militares involucrados, desde la oscuridad, en estos hechos”.
Monseñor destaca que se ha hecho muchas preguntas para las que no encuentra respuesta: “¿Quién contrató, con el señuelo de las 15 ‘gramas’, a estos alegres celebradores del fin de año? ¿De quién era el camión que los llevó a Luepa y cargó el armamento secuestrado? ¿Dónde estaban los vigilantes del Fuerte que no prendieron las alarmas, al llegar estos invasores desarmados? ¿Quién tenía la llave del lugar del arsenal para abrirlo sin hacer ruido? ¿Qué tan profundo era el sueño del gran número de soldados que vivían en el Fuerte y nadie se despertó ni oyó nada durante el trasiego del armamento al camión?”, se pregunta el prelado.
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