En el estado Mérida, los actos de violencia contra niños, niñas y adolescentes muestran un aparente incremento durante los primeros cuatro meses de 2024. Las víctimas de sexo femenino siguen siendo las que más sufren los delitos que incluyen homicidio, abuso sexual y otras agresiones. Varios casos alertan sobre la necesidad de no ignorar la magnitud del problema.
Para un niño es difícil imaginar un lugar más seguro que el hogar y un espacio más cálido y protector que el regazo de su madre. Pero la violencia en aumento ha desbaratado esa lógica y las estadísticas confirman, con reiterada frecuencia, que la casa, la familia e incluso la propia mamá o el papá, pueden transfigurarse en la peor pesadilla para esos seres que aún ven el mundo con ojos de inocencia.
Así le ocurrió a un pequeño de nueve días de nacido. Desde su casa en Piñango, un pueblo del municipio Miranda, incrustado en el páramo merideño, fue trasladado hasta la emergencia pediátrica del Instituto Autónomo Hospital Universitario de Los Andes (IAHULA). Los médicos que atendieron al neonato -la tarde del 30 de marzo- establecieron que a su llegada ya había fallecido como consecuencia de varias lesiones como perforación intestinal, signos de niño maltratado, hematomas en los brazos y piernas e hipotermia. Las pesquisas apuntaron hacia la propia madre, quien, al parecer, fue la responsable de la muerte. La policía detuvo a la mujer. Al bebé le quedó toda una vida pendiente.
En realidad, en el estado Mérida no sólo continúan produciéndose lamentables hechos de violencia contra niños, niñas y adolescentes (NNA) sino que, en el primer cuatrimestre de 2024, vale precisar de enero a abril, se ha registrado un cierto aumento en el número de casos que constituyen este tipo de violencia.
Más casos que en 2023
Como se apuntó, en el lapso de enero-abril de 2024, el Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida) ha documentado 8 casos de violencia contra NNA, lo que representa 2 casos más que en el mismo período del pasado año 2023.
Los anteriores números surgen de una rigurosa revisión que se realiza a los medios de comunicación regional, lo que implica que “son los casos que logran ser conocidos por la sociedad a través de esta fuente”, según aclaran los investigadores del OVV Mérida. Por lo mismo, esta organización advierte que se tiene la certeza de que “son muchos más los que acontecen pero que, por diversas razones, no se denuncian ante las autoridades competentes o no salen reseñados en los medios”.
Al analizar los 8 casos de violencia contra NNA ocurridos en esta entidad andina durante los primeros 4 meses de 2024, se observa que los delitos que más destacan son 3 violaciones sexuales y 2 homicidios.
Al precisar otros indicadores, se tiene que de las 8 víctimas mencionadas, 4 fueron adolescentes y 3 niños/niñas. “Un solo caso no pudo ser clasificado en ninguno de los dos grupos poblacionales por no conocerse la edad en las noticias de los medios”, precisa el OVV en sus observaciones. Además, el sexo femenino sigue siendo la principal víctima con 6 casos de los 8 identificados.
Para confirmar el inquietante dato del lugar donde ocurren los casos de violencia, surge, paradójicamente, el hogar -tanto de las víctimas como de los victimarios- como el espacio más peligroso para los NNA. En esta misma línea, el arma más usada para cometer los delitos fue la fuerza física, procedimiento que involucró regularmente a los propios familiares (padres o padrastros u otro pariente consanguíneo) en contextos donde se combinan varios tipos de violencia: de género, sexual e intrafamiliar.
Vale apuntar, que si bien hubo delitos que ocurrieron en el ámbito rural -como el infanticidio comentado al principio- la mayoría de los sucesos tuvieron como escenario territorial a municipios urbanos (Alberto Adriani, Libertador, Campo Elías y Sucre). Sólo dos hechos sucedieron en ámbitos rurales (Miranda y Rivas Dávila).
Crudas formas de la violencia
En esta primera franja cuatrimestral de 2024, la violencia contra NNA se ha mostrado, en otros hechos relevantes, con particular crueldad.
El 15 de marzo, una comisión de funcionarios policiales capturó en la ciudad de Mérida, municipio Libertador, a un ciudadano de 51 años y a una mujer de 36, por estar presuntamente involucrados en el abuso sexual de una niña de 2 años y 4 meses de nacida. Sobre este caso, una fuente extraoficial reveló que la niña ingresó a la emergencia pediátrica del IAHULA con indicios de violación, por lo que el médico de turno notificó lo sucedido a la policía científica.
Ese mismo día, 15 de marzo, pero esta vez en el municipio Campo Elías, ocurrió otro suceso, que, por sus características, conmocionó a la sociedad merideña: un joven de 20 años asesinó a puñaladas a su exnovia de 16, en medio de una acalorada discusión. La abuela de la adolescente también fue mortalmente herida cuando trató de intervenir en defensa de su nieta. El joven agresor, después de cometer los dos femicidios, se suicidó.
Estos actos de violencia atroz, y otros que tal vez no tengan esa magnitud pero que suman a las estadísticas de violencia en contra de NNA, hablan de la necesidad de que la sociedad merideña esté atenta a esta realidad que no puede ser ignorada ni silenciada por la indolencia y la impunidad.
A propósito de la necesidad de abordar este tema, el OVV, en el libro publicado en 2023, sobre Violencia contra la niñez y la juventud en Venezuela plasma la urgente necesidad de documentar y visibilizar las distintas formas de violencia y vulneración de derechos contra la niñez y la juventud que están sucediendo en el estado Mérida, y en general en Venezuela, realidades de sufrimiento, privaciones y daños que continúan pasando y que no logran trascender a la agenda pública.
En ese texto investigativo, se insiste que, con el incremento y la multiplicidad de diversas formas de violencia contra NNA, también parece haberse elevado la ceguera y la incapacidad para reconocer que se trata de daños irreparables que podrían ser evitados y que, además, todos los casos deben ser diligentemente atendidos por las autoridades competentes.
Los investigadores del OVV Mérida, exhortan a la sociedad merideña en general sobre la necesidad de “reflexionar sobre cómo la frecuencia de muertes, violaciones, ofensas y amenazas contra NNA va generando una percepción de realidades inevitables, normales o naturales e incluso como hechos que dejan de causar alarma y que pueden pasar desapercibidos”. Para esta organización “ninguna excusa es aceptable para subestimar, o dejar de observar, monitorear y atender, la gravísima emergencia social que implica la violencia contra esta población vulnerada, que sigue afrontando injusticias, riesgos, lesiones y muertes”.
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