«Encomendarse a Dios y la virgen», esa es la respuesta que dan los conductores y sus acompañantes en las colas de gasolina cuando se les pregunta cómo se cuidan para pasar la noche en sus vehículos aguardando un turno para abastecerse de combustible.
Con información de El Pitazo
A las dos o tres de la tarde ya empiezan a formarse las colas de vehículos que se disponen a pasar la noche en fila frente a las gasolineras de toda Caracas para esperar y poder surtir gasolina al siguiente día.
La delincuencia atormenta a quienes toman la decisión de dormir a la intemperie, pero puede más la necesidad. Por eso, muchos de quienes padecen la escasez de combustible durante esta pandemia ya se han organizado por grupos familiares, de amigos y hasta gente conocida en las propias colas a fin de pasar las madrugadas en las calles junto a personas de confianza.
María González es vecina de Mecedores y tiene dos noches haciendo cola en la estación de servicio ubicada al final de la avenida Baralt. Dice que no se duerme y que hay que mantenerse atentos a los delincuentes que merodean por la zona y a los avisos de los guardias que solo vigilan el parámetro más cercano a la gasolinera.
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A González le da temor pasar la noche allí, pero asegura no tener otra opción y prefiere quedarse a esperar hasta que llegue la gandola, aunque pasen dos o tres días, que volver a casa sin combustible y sin poder resolver la forma de llevar a su padre a dializarse tres veces por semana.
Quienes se aventuran a pasar las noches en las colas por gasolina ya tienen sus dinámicas. Jesús Castillo y un par de amigos estacionan sus carros en la Cota Mil uno detrás del otro, suben las ventanillas, bajan los seguros y tratan de mantenerse alertas a cualquier movimiento fuera.
«A veces nos salimos y estamos un poco afuera de los carros, pero esto es zona roja de noche y no es que uno se puede dormir. Por eso todo el mes uno trata de venir acompañado y mientras uno duerme, el otro vigila», contó Daniel Sandoval, quien hacía cola también en La Baralt.
El vecino de La Pastora contó que algunas personas dejaban sus carros y se iban, pero que ya nadie lo hace desde que abrieron algunos y sacaron las baterías.
La situación es similar al extremo este de la ciudad donde los petareños, desde que se agudizó la crisis por falta de gasolina en pandemia, prefieren hacer colas de hasta 24 horas para surtir combustible que aventurarse a estaciones de servicio donde no es segura la llegada de las gandolas.
Por ello, optan por gasolineras como la de El Llanito o Campo Rico, a pesar de tratarse de zonas con altos índices de delincuencia.
Luis Morales y José Blanco han pasado en promedio unas 8 noches en la fila para echar gasolina en la estación «Las Torres» de Campo Rico. Las colas superan las seis cuadras y terminan en Macaracuay, pero quienes hacen cola desde las 6:00 pm de la noche anterior logran surtir a eso de la 1:00 pm del siguiente día.
En esta estación la policía hace una única ronda antes de las 11:00 pm, luego la precaución depende de los conductores, quienes se turnan para dormir, ir a sus casas por comida y hasta resolver alguna emergencia sin perder su puesto en la fila.
William Cárdenas vive en José Félix Ribas y sostiene que para los venezolanos la única opción es arriesgarse para poder movilizarse.
«Los malandros tampoco es que se atreven mucho por aquí porque la gente está unida y además hay muchos funcionarios en cola, mucha gente armada que está activa y pendiente de todo… Entre todos los que estamos nos cuidamos», admite Cárdenas.
Con información de El Pitazo
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