Según Andrade, se espera que El Niño entre en su etapa final entre los meses de marzo a mayo, mientras que se prevé la llegada de La Niña a partir de agosto. Sin embargo, resaltó que aún no se puede determinar la intensidad que tendrá este último fenómeno.
El ingeniero explicó que el aumento en la intensidad y frecuencia de estos eventos a lo largo de los últimos años está relacionado con el cambio climático. Señaló que la recurrencia de El Niño y La Niña puede variar entre uno y tres años, pero en el país se han registrado tres años consecutivos de forma secuencial.
Durante los años 2021 y 2022, predominó La Niña, asociada en un 62 % de las veces con lluvias. Por su parte, a finales de 2023, llegó El Niño, que provoca sequía o lluvias por debajo del promedio, pero, pese a esto, el año cerró con lluvias por encima del promedio.
Acciones para mitigar sus efectos
Andrade destacó que es fundamental considerar estos fenómenos climáticos en la planificación de sistemas hídricos, como el abastecimiento de acueductos, la generación de energía hidroeléctrica, así como en la prevención de incendios forestales y el manejo de temperaturas extremas.
En el caso de El Niño, donde se prevé un 72 % de probabilidades de condiciones más secas de lo normal, el experto recomendó el uso de energía termoeléctrica, aunque admitió que el parque de generación está muy deficiente.
Mientras que frente a la presencia de La Niña, que suele provocar lluvias por encima del promedio, se deben tomar medidas preventivas para evitar inundaciones y deslizamientos de tierra, incluyendo el desalojo de poblaciones cercanas a quebradas y zonas con pendientes pronunciadas.
Andrade aseguró que todavía es posible reducir las emisiones atmosféricas de combustibles fósiles para minimizar la variación de temperatura que está afectando al planeta, pero de no tomarse las medidas necesarias a tiempo, el ambiente seguirá deteriorándose y será necesario adaptarse a nuevas condiciones en el futuro.