En enero de 1985, el papa Juan Pablo II visitó por primera vez Venezuela. De hecho, fue el primer Sumo Pontífice en viajar a ese país. La conexión con la tierra de Simón Bolívar fue inmediata. Más allá de la gran cultura religiosa que existe en el pueblo venezolano, hubo una costumbre de esa nación que siempre cautivó a Karol Wojtyła, hoy santo.
Con información de Infobae
En su primer viaje, que duró tres días, visitó Caracas, Maracaibo, Mérida y Ciudad Guayana. Era tal la expectativa que había generado su presencia, que fueron numerosas las visitas que recibió en la Nunciatura Apostólica de Caracas. Entre ellas, la familia del cardenal Rosalio Castillo Lara, quien por estos días fue recordado en Venezuela porque el pasado 4 de septiembre se cumplió el aniversario de su cumpleaños, santo y ordenación sacerdotal.
El cardenal, fallecido en 2006, sirvió en el Vaticano durante casi cuatro décadas a tres Papas. En 1985, cuando todavía estaba en Roma, acompañó la comitiva papal.
Al encuentro con el Sumo Pontífice asistieron varios familiares de Castillo. Entre ellos, algunos de sus sobrinos: la mayoría niños, y algunos ya adolescentes. Ni siquiera la figura de Juan Pablo II logró cortar con una tradición que está íntimamente arraigada en la mayoría de las familias venezolanas. Al llegar a la Nunciatura, al primero que saludaron fue al tío cardenal. Pero como corresponde, pidiendo la bendición.
Mientras veía pasar a cada uno, el Papa se extrañó por la supuesta frase que usaban para saludar a Castillo: “Chon, chon, chon”. Todos repetían lo mismo. En realidad, lo que decían era “ción”. Sorprendido, y a la vez entusiasmado, Juan Pablo II no pudo contener su curiosidad y, según recuerda el portal Caminos Religiosos, le preguntó: “Cardenal Castillo, ¿qué es eso que le dicen de chon, qué significa?”.
El cardenal se echó a reír, y le explicó que se trata de una costumbre casi única, propia de las familias venezolanas.
Se trata de una expresión de saludo y respeto hacia la persona a la que se la pide. Generalmente, la bendición es pedida a todo integrante familiar de mayor edad; ya sean abuelos, tíos, padrinos, padres o hermanos mayores.
Como remarca Caminos Religiosos, ya se convirtió en una especie de “acto reflejo en cada familia” y en una tradición profundamente establecida por generaciones.
El papa Juan Pablo II quedó cautivado por esta tradición. Tanto, que a todas partes que viajaba contaba la anécdota, como si quisiera propagar la costumbre en todo el mundo.
En gran parte del país se utiliza la palabra completa: “Bendición”. Pero al estar tan automatizada, y sobre todo en los más jóvenes, muchos de éstos suelen decir “ción”. Asimismo, según la zona del país adquiere más o menos solemnidad. En Oriente, por ejemplo, el pedido de bendición es acompañado de un “bese la mano”. “Dios te bendiga”, se suele responder en la mayor parte del país.
Las madres bendicen a sus hijos apenas salen de la casa, y también al llegar. No importa el espacio de tiempo en que no se vieron. Así hayan pasado escasos minutos, la bendición siempre se da.
“Esta costumbre está tan arraigada en nuestra sociedad que la tenemos en todos los estratos sociales. Se les inculca a los niños a partir de los 6 u 8 meses juntándoles las manitos para pedir la bendición. Es algo automático: en lo que ve a los abuelos o tíos de una vez junta las manitos, es un momento de alegría en la familia. Como se ve, esta costumbre ha pasado de generación en generación en nuestro país y no ha tenido alteraciones en el tiempo”, relató una madre venezolana al portal “Seteemit”.
Se desconoce cuándo se originó esta costumbre. Pero se presume que se debe haber iniciado en la época de la colonia, cuando la bendición era pedida a sacerdotes y obispos.
Con información de Infobae
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