Son las 6:30 a.m. y ya todo está casi listo. Desayuno preparado, indicaciones al niño de ocho años para que se conecte a su clase online de segundo grado y ella comienza a disfrazarse, mientras va repasando apuntes mentales del contenido que impartirá en minutos a sus alumnos de una de las secciones de arte del colegio en el que es docente, un rol que ahora asume en el teletrabajo.
Media hora después ya está frente a la cámara web de la computadora que tuvo que comprar para enfrentar el teletrabajo que es parte de su vida desde hace más de una año. Se conecta a su sala de Zoom y empiezan a entrar los estudiantes. Saludan y cuando ya ella está en acción, con sus explicaciones combinadas con su interpretación artística, todo se congela. Su imagen no se mueve y no escucha a sus alumnos.
Respira profundo. Ya eso le ha pasado varias veces y lo ha resuelto. Voltea a un lado y se da cuenta que una luz roja destaca en el aparato que le da la conexión a internet. Agarra su celular y avisa a los estudiantes que tuvo una falla pero que en unos minutos se reconecta.
Activa los datos móviles pero no funciona. La plataforma de la video conferencia no responde. Ahora revisa su disponibilidad de megas y se percata que está en cero. Ya a esa hora, su hijo también intenta conectarse a su clase y no lo logra. Vuelve a respirar profundo, se recarga tres millones 500 mil bolívares a su línea telefónica y así retomó la conexión de esta jornada del teletrabajo.
Tuvo que cambiar la programación que tenía porque en cualquier momento se le consumía ese dinero que acababa de transferirse, así que se sentó y solo explicó lo básico y envió asignaciones a sus alumnos.
Pero no todo terminó ahí. Después debía conectarse con otra sección y pasó lo que temía: una interrupción en el servicio eléctrico. “Cuando nos quedamos sin internet es porque hay un apagón en zonas cercanas que después nos afecta a nosotros. Hay días que son una locura, ni que hagas lo que hagas puedes hacer teletrabajo, todo se une y la jornada se complica”, explicó la docente
Para ella, todo se resume en que los maestros deben hacer “maromas y magia” para llegar a la casa de los estudiantes.
Invertir para sobrevivir al teletrabajo
Al principio de la cuarentena todo fue más difícil. Ver a sus alumnos a través de una pantalla era algo nuevo para ella. Tuvo que cambiar, no solo su dinámica, sino la metodología para incursionar en el teletrabajo.
“Es un reto seguir innovando, hacer que los niños tengan interés en la materia, atravesar esa pantalla, llegarles y que ellos sientan que están aprendiendo, disfrutando, que están teniendo experiencias enriquecedoras e innovadoras y cumpliendo un protocolo estudiantil”.
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