En medio de la crisis que vive Venezuela, no es de extrañar que tras la confirmación de los primeros casos de coronavirus en el país, una de las principales preocupaciones para el ciudadano de a pie fue la comida, y no la enfermedad.
El país quedó en cuarto lugar entre los países con las peores crisis alimentarias, según el ‘Informe mundial sobre las crisis alimentarias’ de 2020. Además, según la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, la inflación pasó de 21% en marzo, cuando inició la cuarentena para evitar la propagación del coronavirus, a 80% en abril.
En medio de ese panorama, el gobierno en disputa de Nicolás Maduro entregó bonos y algunas ayudas a través de cajas y bolsas de comida por la contingencia. A finales de abril publicó una lista de precios acordados de 27 productos alimenticios para “la contención contra la especulación”.
La lista va desde cortes de carne, pasando por la harina de maíz – necesaria para realizar las tradicionales arepas – hasta lentejas. En menos de un mes, ha sido actualizada por lo menos dos veces. La más reciente actualización ocurrió el pasado 13 de mayo.
Durante el tradicional aumento de sueldo del 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, el ingreso mensual mínimo en el país, sueldo y bono de alimentación, la base para millones de trabajadores, pensionados y jubilados, pasó a ser de unos 4,5 dólares, al cambio oficial de ese momento.
Sin embargo, en el reporte de la inflación del Parlamento del mes de abril, indicó que la canasta básica alimentaria para una familia de cinco miembros se ubicó en unos 208 dólares.
Entonces: ¿entre la inflación y la nueva lista de precios, qué se logra comprar en un supermercado venezolano con el sueldo mínimo?.
Para poner en contexto y entender lo que ocurre a las personas que sobreviven con el salario mínimo, reporteros de la Voz de América en Venezuela fueron de compras al supermercado más cercano con cinco dólares o su equivalente en la moneda local, bolívares. Estas fueron sus experiencias:
Adriana Núñez Rabascall. Caracas, Venezuela: “Salir a otro comercio implicará gastar más gasolina”
5 dólares: 2 kilos de harina de maíz, un kilo de harina de trigo y 500 gramos de pasta.
Mientras tomaba los dos kilogramos de harina de maíz , el empleado del supermercado se me acercó y preguntó: “¿No llevará harina de trigo?”. “No. La verdad no la uso”, respondí. El joven insistía: “Debería llevar. Con eso puede hacer pan y ya quizás, la semana que viene, se acaben“.
Entendí su razonamiento y puse la harina de trigo en la cesta de compras, sin saber realmente qué prepararía con ella.
En Venezuela, cada vez que el gobierno anuncia una regulación de precios, a buena parte de la ciudadanía le asalta el temor de volver a encontrarse con anaqueles vacíos.
El supermercado donde hago estas compras no es de los más económicos. Está enclavado en una zona clase media de Caracas donde no hay transporte público y, para llegar, hay que sortear una carretera con asfalto deteriorado, lleno de cráteres. Por tanto, todo lo que allí se expende es más caro que en el resto de la ciudad.
Continuó el recorrido. Tomo medio kilogramo de pasta y estoy lista para pagar. La caja registradora marca 974.000 bolívares, equivalentes a 5,04 dólares, de acuerdo con la tasa de cambio del día. Deberé pagar 9.000 bolívares adicionales al billete de 5 dólares para completar el pedido.
Al revisar la factura, comparo con la lista de precios oficiales establecidos por el gobierno en disputa de Nicolás Maduro. Ninguno se cumple.
La harina de maíz cuesta 19 por ciento más, la de trigo 25 por ciento y la pasta 50 por ciento más cara. No tengo opción al reclamo y tampoco interés. Salir a otro comercio implicará gastar más gasolina. Ante la escasez, el carburante se ofrece en el mercado negro a entre 1 y 4 dólares por litro; por ello no vale la pena ir más lejos y es preferible pagar más por los alimentos que gastar lo poco de gasolina que queda en el tanque.
Álvaro Algarra. Caracas, Venezuela: “Los 5 dólares utilizados para ese pequeño mercado se convierten en una referencia de lo insuficiente”
El día que me tocó ir al mercado durante la pandemia decretada por la COVID-19, con un billete de 5 dólares, intenté cubrir las necesidades básicas alimentarias de mi familia. A pesar de que la Constitución de Venezuela dicta que el salario mínimo debe tomar como referencia al costo de la canasta básica, solo pude acceder a cuatro productos con precios regulados por el gobierno en disputa del país.
El primero que elegí fue unos granos negros, conocidos en Venezuela como “caraotas”, las cuales contienen una gran fuente de proteínas. Además pude agregar a la lista un kilo de arroz, un litro de leche para mis hijos y un paquete de papel sanitario.
Estos cuatro productos, que no cubren las necesidades consideradas como básicas, superaron el monto del salario de la mayoría de los ciudadanos del país.
Así, los 5 dólares utilizados para ese pequeño mercado se convierten en una referencia de lo insuficiente, y las dificultades que tienen miles de familias en el país para acceder a una alimentación básica; sin pensar en otras necesidades con ropas, vivienda, educación, medicina, ni mucho menos algo de esparcimiento.
Destaco que esta compra rinde para cuatro días, comiendo una sola vez, en el caso de una familia como la mía que está integrada por cuatro personas.
Carolina Alcalde. Caracas, Venezuela: “No fue tarea fácil”
Una mayonesa, un paquete de pasta de 500 gramos y un litro de leche sumaron 4,88 dólares. Fueron los tres productos de la canasta básica que alcancé a comprar utilizando cinco dólares como cifra límite el pasado viernes por la mañana, en el supermercado que usualmente visito en las inmediaciones de mi casa en el este de Caracas.
No fue tarea fácil, tuve que calcular varias veces con diversos artículos para no pasar el monto establecido y poder llevar la mayor cantidad de productos posible, entre ellos mayonesa, lo que puntualmente fui a buscar.
Si incluía mantequilla o queso, el monto superaba el límite.
Fue un experimento que me llevó a pensar en las millones de personas que deben maniobrar para lograr comprar la mayor cantidad posible de comida. Mi límite para una compra era de 5 dólares, el mismo monto con el que muchas personas cuentan para sobrevivir durante un mes.
Fabiana Rondón. Caracas, Venezuela: ”Nos ha tocado pedir delivery”
Quería comerme un arroz con pollo, pero con el efectivo que tenía por supuesto sabría que quizás sólo me alcanzaría para el arroz.
Vivo en el Hatillo, hacia el este de Caracas. Tengo una bebé de un año, por lo que nos da mucho miedo a mi esposo y a mi tener que salir a comprar y exponernos alguno de los dos.
Nos ha tocado pedir delivery, primero por el miedo a salir y segundo por el tema de la gasolina. El supermercado más cercano queda a uno 10 minutos en carro.
El servicio de entrega a domicilio hasta nuestra casa cobra tres dólares. Con ese dinero, el que reparte las compras logra comprar la gasolina para su moto. De esta forma quedó atrás mi deseo de comerme mi arroz con pollo.
El precio del arroz era de 1,5 dólares. Así que pregunté qué podía comprar con el resto del dinero que quedaba, y el vendedor me dijo que solo una lata de atún, que cuesta 1 dólar. Pensé que sería poca proteína pero si compraba 2 (latas) se pasaba. Compré entonces un atún y el arroz.
Al llegar el pedido el señor me dijo que sobraban 0,5 céntimos y me trajo un pimentón.
Gustavo Ocando Alex. Maracaibo, estado Zulia, Venezuela: “Déjelo así”
Un cliente tranza este mediodía su compra en la caja registradora de un supermercado de Maracaibo, famoso por vender “el mejor pan de la ciudad”. Otros tres, mientras recorren sus pasillos vistiendo tapabocas.
Con calculadora en mano, tomo una bolsa de 10 panes salados o franceses, como se les conoce en la localidad. Su etiqueta refleja el precio: 394.800 bolívares.
Luego, es el turno de 180 gramos de queso palmita, por 234.000 bolívares, y de 130 gramos de jamón de pavo, por 286.000 bolívares.
La cuenta, de 914.800 bolívares, es de 4,98 dólares, de acuerdo con la tasa de cambio del día en el Banco Central de Venezuela.
“¿Quiere una bolsa?”, pregunta la cajera. “Sí, por favor, ¿cuánto cuesta?”, respondo. La joven teclea frente a ella para sumar 6.000 bolívares al total: 5,01 dólares.
“Déjelo así”, dice, condescendiente, al recibir un solo billete de cinco “verdes” y el mínimo dinero faltante.
Luisana Solano. Caracas, Venezuela: “Intenté comprar una mantequilla o una pasta, pero se pasaba”
A las 9:00 a.m. del sábado, como es costumbre, ya había gente comprando. En un supermercado en el oeste de Caracas, entre los tapabocas, lo que más se escuchaba era: “¿a cuánto están recibiendo el dólar?” o “¿a cuánto está esto?”.
Fui directo a buscar el cartón de huevos porque quería garantizar una proteína. Aproximadamente 3,5 dólares. Era la única presentación que encontré. Ya no me quedaba mucho por gastar. Enseguida busqué la harina de maíz. ¿Cómo iba preparar el carbohidrato para acompañar la proteína? Poco más de 1 dólar. Ya quedaban solo unos 50 centavos.
Ya en la caja, intenté comprar una mantequilla o una pasta, pero se pasaba del monto del que disponía.
Aunque no está en la lista de productos regulados, tuve que agarrar una compota. O gastaba los 5 dólares, o pagaba 4 dólares y la otra parte, unos 50 centavos, en bolívares. El monto era poco, pero no tenía suficientes bolívares para pagar esa diferencia.
(Contribuyeron a esta historia los periodistas Carolina Alcalde, Adriana Núñez Rabascall, Fabiana Rondón, Alvaro Algarra y Gustavo Ocando Alex de VOA en Venezuela).
VOA.
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