La comunidad de la calle cuatro de San Jacinto, en Maracaibo, Venezuela, está afectada desde hace 14 meses por la avería de un equipo transformador. Dicen que viven en “un desierto”, y describen sus días y noches como “un infierno”.
Por Gustavo Ocando Alex / vozdeamerica.com
I La Piquiña
El fogón de su cocina siempre está encendido. De día, de noche, arroja una luz pálida en la última pieza de su casa. Sonia Chávez, venezolana, de 81 años, anda con cuidado a unos metros, entre la “oscurana” de su vivienda, camino hacia el patio para hallar claror. Son apenas las 6:30 de la tarde, pero esos espacios, cuenta, están arropados por un manto de penumbra desde hace 14 meses.
“Nunca pensé llegar a esta edad con este problema”, dice, tras inclinarse a recoger una tablita de madera y una bolsa vacía de harina de maíz bajo su hamaca multicolor, que guinda entre matas, helechos y arbolitos. Duerme allí cada noche en busca de frescor. No tiene servicio eléctrico desde el año pasado.
Es parte de un grupo de 22 familias del sector 10 de la urbanización San Jacinto de Maracaibo, en el occidente de Venezuela, que no tienen electricidad en sus casas desde agosto de 2020 por la avería de un equipo transformador.
“Duermo en el chinchorro hasta la 1:00 de la noche, cuando ya medio refresca un poquito. Otras veces, estoy en el porche. Me sofoco, porque soy hipertensa”, cuenta, agotada por la caminata, ya sentada en la entrada de su vivienda.
Sonia señala sus brazos. Dice sufrir de “piquiña” en la piel por los calores de una ciudad húmeda, cuyas temperaturas suelen superar los 30 grados centígrados. Tampoco halla los medios de tener agua lo suficientemente fría, espacios ventilados por aires acondicionados o siquiera un buen descanso.
Para ella, “es terrible”.
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