Un hombre arrastra con desazón una carrucha por las calles de un barrio de Maracay. Carga agua y se va, enseguida llega otro y así durante todo el día.
Nicole Kolster l Voz de América
Es una sinfonía de rueditas rechinantes: carretillas cargadas con botellones que van y vienen de un pozo de agua público, que para muchas personas es la única alternativa ante un abastecimiento deficiente que por años azota a toda Venezuela.
Son meses repitiendo la misma faena, varias veces, todos los días.
“Es como si fuéramos una sociedad de mendigos”, dice hastiado Martín Ceballos, de 67 años, que acude al “Pozo Mano de Dios” en Las Acacias, un barrio de clase trabajadora en esta ciudad en el estado Aragua, a dos horas en carro de Caracas.
“Vengo a llenar con agua tobos (cubetas) grandes, para poder bajar la poceta (inodoro) y cocinar”.
Venezuela es uno de los 15 países más ricos en agua dulce del mundo, pero solamente el 25% de sus ciudadanos tiene servicio de agua de forma continua “a pesar de que 89,7% está conectado al sistema de tuberías en su hogar”, dice una encuesta del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP), realizada en enero en 12 ciudades del país.
Y un 47,7% de los casi 29 millones de habitantes del país se ven obligados a almacenar agua en pipotes.
La deficiencia en el abastecimiento de agua en Venezuela afecta no solo a la provincia, por lo general mucho más golpeada, sino también a la capital Caracas, donde tanto en barriadas como zonas acomodadas falla el servicio.
En los barrios más ricos de la capital, por ejemplo, la gente ha optado por perforar pozos hasta el manto acuífero subterráneo para así romper la dependencia de la empresa pública responsable del servicio.
En Maracay, el suministro directo de agua es irregular o inexistente desde hace por lo menos dos años.
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