En Venezuela, las dificultades económicas han llevado a los ciudadanos a asumir oficios no convencionales para sacar adelante a sus familias. Algunos han encontrado en los desechos de papel, cartón y plástico una vía para obtener ingresos.
Por Adriana Núñez Rabascall / vozdeamerica.com
Impulsando hasta el cansancio una carretilla con láminas de cartón y envases plásticos, Karelys Méndez procura ganarse la vida. Semanalmente reúne kilos de estos desechos para venderlos a empresas que los reutilizan.
“Con esto sustento todo: mi casa, mis niños, el colegio, todo. Claro, se me hace a veces difícil. Aquí donde estoy, yo tengo quinto semestre de estudios jurídicos. No lo terminé, porque tengo un bebe de 2 años. Me dediqué a mi embarazo, quedé sola ”
Por cada tonelada de cartón le pagan 90 dólares y por cada 10 kilos de plástico unos 5 dólares, pero es imposible para ella conseguir y trasladar ese peso en un solo día. No en vano, camina durante horas por fábricas y tiendas para almacenar la mayor cantidad de material posible.
“Yo con esto he hecho mi casa y todavía la estoy haciendo sola, sin la ayuda del padre de mis hijos. Yo llego a veces a las 8 de la noche para poder conseguir el sustento de mis hijos, porque no es nada más una carretilla llena de cartones y de papel, es todo un día para poder hacer lo que más o menos uno cree que puede hacer”.
En la misma zona industrial donde Karelys se mueve, otros 50 hombres y mujeres ejercen el oficio de recicladores.
“Nadie le da trabajo a uno. Yo he buscado, he metido currículo en varias empresas y me han dicho que no, que lo que hacen es botar a la gente. Me decidí a reciclar cartón, papel, plástico. Todo lo que se venda”
Algunos de ellos calculan que pueden ganar 40 dólares por semana… Un monto que supera el salario promedio del venezolano con empleo formal.
“Desde las 5 de la mañana hasta la hora que nos toque. Recoger peroles, plásticos, cartón, papel. Con eso sobrevivimos. A veces reúno 500 kilos, a veces mil kilos para poder resolver, para que nos den una plata exacta para comida.”
Para esta joven de 27 años no ha sido un buen día. La lluvia de la mañana le arruinó la mercancía, pues el cartón mojado se compra a un precio más bajo. Sin embargo, continúa empujando su carreta para poder juntar el dinero que requiere para alimentar a sus tres hijos.
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