Es probable que Zapatero desconozca el efecto que su llegada a Caracas produce en una parte del país: un escalofrío colectivo que presagia la tibieza. Sus frecuentes visitas admiten una tabla de Excel. El propio Zapatero ha sacado la cuenta: entre 2015 y 2019 viajó 37 veces a Venezuela. Después, según reportes de prensa, lo hizo dos en 2020 y una en 2021. Ronda las 40 visitas -algunas con agenda clara, otras en plan ninja-, lo que da un promedio de 7 al año. De acumular millas, daría la vuelta al mundo a costa de la salud mental de la oposición venezolana.
En más de un lustro de apariciones públicas, Zapatero, al que ahora ‘El Pollo’ Carvajal señala como ha avanzado El Confidencial, ha representado varios roles: mediador entre el gobierno y la oposición, líder de rondas de negociaciones en salones alfombrados de hoteles caribeños, emisario a favor del gobierno venezolano en la Unión Europea, puente -roto- para pedir al gobierno norteamericano de Joe Biden el levantamiento de las sanciones, defensor de los españoles que viven en Venezuela, aval de elecciones que la comunidad internacional ha desconocido, confidente de Jorge y Delcy, los hermanos Rodríguez que son el primer anillo de poder alrededor de Maduro y promotor con tapabocas del partido Cambiemos, creado por el político Timoteo Zambrano, un dirigente que ha mutado de ideología política con sagacidad de virus y que es considerado parte de la oposición a la medida que Maduro se ha diseñado en su juego de resistencia. “Cambiemos es el partido de la paz del diálogo”, dijo Zapatero en un acto proselitista en mayo de este año, rodeado de militantes uniformados con el color morado, similar al que identifica a Unidas Podemos.
Así como él asume varios papeles, los demás lo califican en un amplio rango de percepciones: Maduro ha dicho que Zapatero es “un incansable en la búsqueda de acuerdos”; Henrique Capriles, líder de la oposición, le preguntaba en 2016: “¿Para qué son sus visitas a Venezuela?” y lo consideraba un “agente de Maduro”. El gobierno de Pedro Sánchez asegura que actúa por su propia cuenta mientras que para los políticos opositores Leopoldo López y Juan Guaidó está blanqueando a la dictadura.
En diciembre de 2015, en uno de sus primeros viajes a Caracas para las elecciones parlamentarias en las que arrasó la oposición por primera vez en la era chavista, Zapatero se tomó fotos en ropa deportiva con mallas a media pierna mientras trotaba por el Country Club de Caracas, la zona más tradicional de las familias con dinero de la capital. En 2016 ya se aventuraba con estrategias de riesgo: sugería mejorar las condiciones de los presos políticos a modo de canje para que la oposición no realizara un revocatorio presidencial en contra de Maduro, según publicó ‘El Nacional’. Desde el principio podía intuirse a qué venía: footing y calistenia política.
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