Este es uno de esos estudios que probablemente acabe siendo candidato a los premios Ignobel, pero sigue siendo fascinante. El fisiólogo y fisioterapeuta James Smoliga ha calculado cuál es el limite físico teórico del ser humano a la hora de deglutir perritos calientes.
Para calcular esa cifra, Smoliga ha estudiado las cifras de consumo de los últimos 40 años en los concursos de comer perritos calientes tan populares en Estados Unidos. En los años 80, los participantes en estos concursos eran en su mayoría amateurs, pero con el paso de los años ha habido individuos que se han consagrado a esto de tragar salchichas con la misma seriedad que un deportista de élite. El resultado es una capacidad superior a la hora de sufrir distensión estomacal, pero esa distensión tiene un limite, y la gráfica de consumo de los últimos años indica que estamos llegando a él.
Examinando los valores de plasticidad estomacal y el ratio de consumo activo, Smoliga ha llegado a la conclusión de que el número máximo de perritos que un ser humano puede comer en 10 minutos sin poner en serio riesgo su salud es de 84. Esto es una cifra muy alejada del actual récord mundial, que está en 75 perritos calientes y lo ostenta Joey Chesnut.
Si analizamos su trayectoria, Chestnut apenas era capaz de tragarse 267 gramos de perrito caliente por minuto en el año 2005. Para el año 2018, su capacidad de zampar había aumentado a 740 gramos por minuto. Esa habilidad es la que le ha valido precisamente el récord mundial. Por citar una referencia, una persona normal sin entrenamiento apenas es capaz de comerse 10 perritos calientes en 10 minutos.
Por supuesto, Smoliga se apresura a puntualizar que comer perritos calientes como si no hubiera un mañana no es precisamente una actividad saludable, y que aunque el estómago de los carnívoros puede sufrir una distensión notable para acomodar un festín especialmente abundante, la distensión crónica acarrea trastornos graves del sistema digestivo. Eso por no calcular los problemas derivados de una alimentación completamente desequilibrada.
¿Qué ocurre cuando comemos el perrito 85? ¿Trascendemos a otra dimensión desconocida en la que los cerdos hacen concursos de comer salchichas hechas de humano? ¿Detenemos el tiempo? La versión más probable es que el estómago simplemente explote con consecuencias fatales, pero quizá el perrito número 85 no sea el último. El estudio de Smoliga prueba que el organismo humano es sorprendentemente elástico y capaz de adaptarnos a nuestros comportamientos más erráticos.
Con información de Biology Letters vía Science Alert
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