Quince años trabajando en un oficina como empleada administrativa fue lo que la impulsó a salir al mundo, o mejor dicho al mar. Su deseo más profundo era viajar, recorrer lugares y estar cerca de la playa. Pero no encontraba la manera, ya que siempre chocaba con su camino profesional.
Por Infobae
María Florencia Mainet (37) nació en La Plata, y una vez que terminó el colegio secundario hizo lo estipulado, insertarse en el mercado laboral. Mientras tanto estudiaba la licenciatura en Turismo porque siempre quiso estar en movimiento. Logró un puesto estable en el ministerio de Seguridad, e hizo carrera. Pero no le era suficiente, “estaba inquieta, incómoda mirando más allá, no quería quedarme encerrada en cuatro paredes. Lo logré porque hoy nunca sé dónde voy a estar mañana”, le cuenta a Infobae.
“Durante muchísimos años lo soñé pero no me animaba a dar ese paso, tenía miedo”, reconoce. “Miedo de perder todo lo que había construido, al fracaso, a estar sola…”, relata desde Miami, donde actualmente trabaja como azafata de yates de lujo.
-¿Cuáles son las tareas de una azafata en un yate?
-Un poco de todo, básicamente sirvo a los huéspedes. Les llevo sus bebidas, les preparo un café, un té, o canapés. Estoy atenta a sus necesidades. Las tareas son variables y se adaptan al ritmo de cada grupo. A bordo vivo en un camarote compartido. Por lo general los fines de semana son libres y ahí aprovecho para conocer las playas a las que pocos acceden.
-¿Cuál es el sueldo promedio de una azafata por mes?
-A partir de los 3.000 dólares. Si el barco es para alquiler se suma una buena propina que se divide entre la tripulación. Gastos casi no tengo porque duermo y como en cada barco.
El salto al mar
Durante mucho tiempo Florencia vio los días pasar desde la silla de su oficina. “Pasaban los años, y ese sueño volvía y me recordaba que mi destino definitivamente era otro, no podía irme de este mundo sin cumplir mis sueños y viviendo una vida que no quería”, dice.
Recuerda nítidamente el día que decidió animarse. ‘El que no arriesga no gana’ vino a mi cabeza, y me puse a investigar un cambio de vida”. En octubre de 2018, después de estar un año entero planificando su salida de la Argentina, Florencia se compró un boleto de avión, vendió sus bienes y voló a Londres. De allí se fue a París.
“Mi primer trabajo fue como mesera en la barra de un restaurante muy importante en París (Emporio Armani Caffe) con una estrella Michelin, en donde aprendí muchísimo. Todo era muy exigente porque los clientes son adinerados”, resalta.
Luego trabajó una temporada en hoteles en los Alpes franceses, donde pudo ganar experiencia, mejoró el idioma inglés y adquirió nociones de hospitalidad de lujo. Con algo de dinero ahorrado, un día encontró en las redes la posibilidad de ser azafata de yates. “Me pareció el plan perfecto para vivir viajando, recorrer playas y hacer dinero”.
Para poder postularse a ese rol es necesario cumplir con distintos requisitos, entre ellos, nivel avanzado de inglés, y realizar un curso de seguridad náutica que dura entre quince días y un mes. “Te preparan para sobrevivir en un barco, aprendés desde nociones básicas de primeros auxilios hasta apagar incendios, son módulos teóricos y prácticos”.
Título en mano, y con un poco de suerte, llegó la primera posibilidad. “Un día me llega un mensaje privado por Facebook de un capitán ofreciéndome un puesto como azafata y cocinera en un yate privado nuevo de 24 metros de eslora para una familia francesa. Me enviaron un boleto de avión hasta Barcelona y de ahí te buscan para llegar al barco”.
-¿Cuál fue el yate más grande?
-¡Uhhh son impresionantes! De 64 metros a 90. En su interior están equipados con ascensores, piscinas, jacuzzis. Nunca fui a una mansión pero me imagino que debe ser similar, porque tiene todas las comodidades.
-¿Quiénes son los huéspedes?
-Hay de todo, desde familias adineradas con sus barcos privados, pasando por empresarios… y, claro, celebridades internacionales que muchas veces vienen invitados por los dueños.
-¿Cuántas playas llevás visitadas?
-La costa francesa, española e italiana, Cerdeña es mi favorita. También conocí Tunisia, en África, Savannah, Georgia, Fort Lauderdale… pero mi destino pendiente es el Caribe. Deseo ir a Turks & Caicos, Bahamas, Anguila, ya llegará. Porque nunca sé dónde voy a estar mañana.
“Encontré el trabajo que buscaba, me permite estar en contacto permanente con el mar, estar cerca de la playa, vivir en verano. Pero a su vez me aleja de mi familia, sobrinos y mis dos mascotas. El desarraigo es difícil. La pandemia no me permite viajar a verlos como antes”, reconoce. “Si me animé hacerlo, creo que cualquiera puede”.
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