En la que fuese su última alocución pública el 8 de diciembre de 2012, ad portas de un nuevo viaje a Cuba para someterse a una cuarta cirugía, y por primera vez convencido de que no podría completar el periodo presidencial por cuenta del cáncer que le había sido diagnosticado en 2011, el entonces mandatario venezolano Hugo Chávez Frías se dirigió a la nación anunciando quién sería el llamado a sucederlo.
Por El Tiempo
Con la Constitución en la mano, y sentado junto a su entonces vicepresidente Nicolás Maduro, dijo: “Si algo ocurriera que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el periodo; sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario, que obligaría a convocar a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Se los pido desde mi corazón”, sentenció un alicaído Chávez.
Pero, de momento, las cifras no lo respaldan. La peor crisis económica en la historia del país, la represión a las voces disidentes y la salida de más de 7,7 millones de ciudadanos desde 2015, de acuerdo con cifras de Acnur, han dejado por los suelos sus niveles de aprobación y de intención de voto.
La más reciente encuesta del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello y la encuestadora Delphos le da a Maduro un 24,6 por ciento de intención de voto, contra el 59,1 por ciento de González Urrutia. Al contrario, el comando de campaña de Maduro asegura que el denominado ‘hijo de Chávez’ tiene entre 70 y 80 por ciento de probabilidad de ganar el próximo domingo y que saca entre 15 y 20 puntos de ventaja a los nueve candidatos en contienda.
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