El senador Flavio Bolsonaro recibe las críticas de los asesores presidenciales y de sus seguidores por la compra de una lujosa casa de un millón de dólares en Brasilia.
Entre los vecinos y empleados del condominio Ouro Branco [Oro Blanco] reina el silencio cuando se les pregunta por el nuevo residente del lugar, el senador Flavio Bolsonaro, primogénito del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. “No tengo nada qué decir sobre él. Todavía no lo conozco personalmente. Solo sé que ahora vive aquí”, dice uno de los propietarios de la urbanización, mientras se abre la puerta automática para entrar. La nueva dirección de la residencia del parlamentario está en una de las zonas más lujosas de Brasilia, cerca de la laguna Paranoá. Los que pasean por allí son, en su mayoría, empleados de las casas de la zona.
Si no fuera por los antecedentes penales del nuevo residente y su vínculo con el jefe del Ejecutivo del país, quizá pocos prestarían atención a la compra por parte del senador de una lujosa vivienda de 2.500 metros cuadrados con un coste aproximado de seis millones de reales, equivalentes a un millón de dólares. Es la vigésima propiedad que Flavio Bolsonaro ha negociado en 16 años. Aun así, en su declaración de impuesto de renta presentada a la Justicia Electoral en 2018, dijo que tenía 1,74 millones de reales (303.000 dólares) en activos patrimoniales. Su salario neto como senador es de 24.900 reales (4.435,00 dólares).
Mientras impera el silencio en el barrio de lujo, entre los asesores del palacio presidencial hay incomodidad. Dos de ellos contaron a EL PAÍS que no era el momento adecuado para un movimiento así y temen que, de alguna manera, las repercusiones del caso puedan reflejarse en la imagen de su padre, Jair Bolsonaro. Argumentan que el presidente ya tiene otras batallas que afrontar, principalmente la pandemia de coronavirus y las repercusiones políticas, sociales y económicas que esta ha generado en el último año.
Investigado por apropiaciones indebidas
Desde 2018, Flavio Bolsonaro es investigado por una serie de apropiaciones indebidas de los sueldos de sus empleados en los tiempos en que fue diputado estatal en Río de Janeiro. Se sospecha que ha malversado 6,1 millones de reales —prácticamente el valor de la mansión— de ganancias de 12 de asesores entre 2007 y 2018. Parte de estos fondos alimentaron las cuentas de la que fue su mano derecha, el expolicía militar Fabricio Queiroz, que ahora se encuentra en arresto domiciliario. El esquema fue bautizado como “rachadinha”, en alusión al reparto de recursos de manera ilegal. Algunos empleados de su gabinete cuando fue diputado tenían el cargo, pero no iban a trabajar.
El parlamentario fue acusado de lavado de dinero y organización criminal. En el marco de esta investigación, hay sospechas sobre los otros 19 inmuebles que compró y vendió entre 2010 y 2017, con los que se cree que lucró unos 3,1 millones de reales (552.000 dólares). Su caso ha ido de un lado a otro de los tribunales brasileños. Hace pocos días, el Tribunal Superior de Justicia anuló la apertura del secreto bancario que se había hecho contra él, un revés crucial para los investigadores. Todavía hay otros recursos que deben ser analizados por este Tribunal, que pueden enterrar las investigaciones.
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