La Historia se repite como un péndulo, volviendo siempre al mismo sitio. Guerras, catástrofes naturales y crisis se alternan una y otra vez con periodos de paz, bonanza económica y democracia desde hace siglos. Rara vez vivimos un acontecimiento importante en la actualidad que no hayamos visto antes en mayor o menor medida.
En este sentido, las noticias que nos llegan de Venezuela tuvieron un precedente con muchas similitudes a mediados del siglo XX, durante el régimen del general Marcos Pérez Jiménez, que llevaron al pueblo a levantarse contra un plebiscito «amañado» por este dictador que tenía como objetivo perpetuarle en el poder.
La oposición de aquellos venezolanos, que se levantaron contra el tirano, trajo consigo la etapa democrática más larga de la historia del país, sumida ahora, y desde hace unos años, en una grave crisis. En primer lugar, cuando en 2019 el presidente Nicolás Maduro empezó a hacer pública su reticencia a celebrar elecciones presidenciales antes de 2025, tal y como le pedía, al menos, la mitad de su país y una amplia mayoría de las potencias extranjeras. Y en segundo, hace dos semanas, cuando celebró las elecciones generales y se autoproclamó vencedor con el 51% de los votos, pero se negó a entregar las actas para contar las papeletas.
Lo más curioso es que, en las últimas décadas de chavismo, tanto su predecesor, Hugo Chávez, como el propio Maduro han criticado abiertamente, y con mucha dureza, a aquel movimiento ciudadano que, en 1958, trajeron al país la democracia que les llevó a ellos mismos al poder. La misma que, como presidentes, han manipulado y retorcido hasta convertirla en lo que, desde hace tiempo, muchos observadores internacionales y venezolanos califican de dictadura. «Lucharé por lograr la libertad y la recuperación de la democracia en Venezuela», declaró el líder de la oposición, Edmundo González, tras llegar a España exiliado este lunes.
La democracia de Venezuela vuelve a estar entredicho una vez más, tras las citadas elecciones, la negativa de Maduro a entregar las actas tras la denuncia por fraude y la huida de González a España para pedir asilo político. «Mi salida de Caracas estuvo rodeada de presiones, coacciones y amenazas», aseguraba el líder de la oposición. Mientras, el todavía presidente advertía públicamente de que las fuerzas de seguridad continuaban capturando a «criminales» presuntamente vinculados con la principal coalición opositora, la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), a la que acusaba de «fascista» y «diabólica».
El plebiscito de 1958
En julio de 2021, poco antes de las elecciones regionales y municipales, Maduro afirmó: «Venezuela tiene el sistema electoral más seguro y transparente del mundo. Nosotros somos un ejemplo de democracia participativa y protagónica». ¿Qué pasó entonces en 1958 para que al actual presidente venezolano no le guste cómo llegó la democracia a Venezuela? ¿Por qué critica el periodo democrático que se abría en aquel momento, tras derrocar a la dictadura precedente y del que él hoy se beneficia?
Todo comenzó el 23 de enero de 1958, a las 3 de la mañana, cuando el Douglas C-54 Skymaster levantó el vuelo en el aeropuerto de la Carlota, en el corazón de Caracas. A bordo, el general Marcos Pérez Jiménez, su familia y sus colaboradores más cercanos en la dictadura que llegaba a su fin. Tras la huida del militar a Costa Rica, tras regir los destinos de Venezuela durante una década, se abrían las puertas de la citada etapa democrática, la más larga de la historia del país.
El general, por su puesto, no quiso abandonar el poder voluntariamente. Intentó mantenerse en él a toda costa. De hecho, estaba previsto que su mandato concluyera en 1958 pero, a finales de 1957, en lugar de una elección presidencial, Pérez Jiménez convocó un plebiscito por sorpresa sobre su continuidad, que era contrario a la constitución que en aquellos momentos regía el país. Su objetivo era perpetuarse en el cargo hasta 1963, pero la oposición alegó que esta consulta ciudadana carecía de carácter legal y llamó a la población a no participar.
«Amañado»
El general anunció haber sido reelegido, pero el resultado no fue reconocido por estar «amañado», según decían. La supuesta victoria no le sirvió al dictador, porque el general no pudo hacer frente a los problemas que atravesaban su Gobierno y los mandos afines de las Fuerzas Armadas. La gran movilización organizada por los partidos políticos opositores y las multitudinarias manifestaciones civiles, que acabaron en fuertes disturbios, hicieron el resto. El toque de queda que impuso y las amenazas del Ministerio de Defensa de abrir fuego contra las protestas no lograron aplacar la ira de los ciudadanos y el presidente huyó. «El destituido general Marcos Pérez se ha refugiado en Ciudad Trujillo», informaba ABC al día siguiente .
En enero, por lo tanto, se cumplieron 65 años del final de aquella dictadura, pero Chávez y Maduro siempre tuvieron palabras de desprecio contra la Junta de Gobierno que sustituyó al régimen de Pérez Jiménez y contra el conocido como «Pacto de Punto Fijo». Dicho acuerdo fue firmado por las nuevas formaciones políticas para garantizar la sostenibilidad de la recién instaurada democracia y para asegurar que los militares no volverían a ejercer el poder. Fue una de las primeras acciones de la Junta Provisional de Gobierno, en la que se integraron por primera vez juristas, empresarios y otros representantes de la sociedad civil antes vetados por los mandos del Ejército.
Firmado el 31 de octubre de 1958, en poco tiempo lograron legalizar los partidos, liberar a los presos políticos, retornar a los exiliados, celebrar elecciones libres e instaurar un gobierno constitucional, además de establecer una serie de medidas de emergencia económica. Los siguientes comicios presidenciales fueron mediante el voto universal, directo y secreto de todos los venezolanos mayores de 18 años. Salió elegido Rómulo Betancourt, cuyo objetivo fue garantizar el respeto a los resultados de las urnas y a la participación equitativa de todos los partidos en el gabinete ejecutivo de la formación ganadora.
Chávez
Sin embargo, cuando Chávez asumió el poder en 1999, lo primero que hizo fue negar la validez de los cuarenta años de gobiernos democráticos que siguieron a este pacto hasta su llegada. Los acusaba de «traicionar» la rebelión popular que había derrocado al general Marcos Pérez Jiménez al estilo, según él, de la revolución protagonizada en Cuba por Fidel Castro y el Che Guevara. Y, sobre todo, criticaba haber dejado fuera al Partido Comunista Venezolano y a las clases más desfavorecidas.
En Venezuela, no obstante, no hubo guerrilleros en las montañas, sino manifestaciones masivas en las calles de Caracas y en otras ciudades para luchar contra aquel plebiscito «amañado». Poco antes de escapar, además, el dictador había acentuado la represión y llenado la cárcel de presos políticos. Cerró liceos y reprimió el movimiento estudiantil, pero el movimiento popular siguió en ascenso. Profesores, intelectuales, abogados, médicos e ingenieros se incorporaron activamente a la lucha y suscribieron los manifiestos de denuncia. A pesar de eso, el entonces presidente de Venezuela cuestionó siempre el Pacto de Punto Fijo hasta su fallecimiento en 2013. Lo consideraba un «pacto de élites» que había negado el acceso del pueblo al poder.
Los dirigentes chavistas, incluido Maduro más adelante, se referían a este acuerdo de manera despectiva, obviando que permitió la estabilización del sistema político venezolano durante cuatro décadas y que trajo consigo las primeras elecciones democráticas en 11 años. En 2011, Chávez se refirió a este periodo como «la dictadura del Pacto de Punto Fijo» o «la última dictadura de Venezuela», en un discurso transmitido por el canal de televisión público. Defendió que los gobiernos socialdemócratas y democristianos «se repartieron la torta» desde entonces y hasta que llegó él a la presidencia en 1998. Obvió que la participación en aquellas mismas elecciones de 1958 superó el 92%.
Maduro
En 2019, cuando ya era presidente, Maduro publicó el siguiente mensaje en su cuenta de Twitter: «Se cumplen 60 años de la firma de un acuerdo antidemocrático que traicionó la esperanza de nuestra Patria, el Pacto de Punto Fijo. Época signada por la exclusión y la oscuridad. Con la llegada del comandante Chávez, el pueblo despertó y se liberó de semejante adefesio. ¡No Volverán!». En el libro ‘Historia de Venezuela Contemporánea’ que el Gobierno entrega de forma gratuita en las escuelas públicas desde 2011, y en el que aparecen los dos presidentes chavistas como editores–, no solo se compara a Estados Unidos con el Tercer Reich, también se describe a Betancourt y a todos los gobiernos democráticos anteriores al chavismo como los principales responsables de la tragedia nacional.
En el texto, incluso, hablan de la «democracia» de aquella época siempre entrecomillas, en referencia al famoso pacto. Todo el libro es, en realidad, un amplio ajuste de cuentas con los gobiernos anteriores a la época bolivariana. «El Pacto de Punto Fijo se satanizó debido a la corrupción que había en el país, pero esta no le llegaba ni a los pies de lo que hay ahora», declaraba el escritor y periodista venezolano Doménico Chiappe, en una entrevista a ABC en 2016. Y añadía: «Todos esos males [de esta época] se magnificaron a partir de la llegada del chavismo. ¿Por qué? Porque el poder se concentró y se hizo absoluto, pero la de 1958 era una democracia joven y consolidada que venía de una dictadura».
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