El sábado 7 de octubre, el grupo islamista palestino Hamás inició un mortífero ataque contra Israel. Eran las 6:30 am. A 38 kilómetros de distancia, Eduardo Pérez Haftsadi despertó por los ladridos de su perro. Segundos después, escuchó las sirenas antiaéreas. Sin entender lo que estaba pasando, corrió hasta la habitación, levantó de la cama a su esposa e hijo y salieron a las escaleras del edificio donde viven en Ashdod, una de las cinco ciudades más pobladas del país.
«No entendíamos lo que estaba pasando porque normalmente, cuando suenan las alarmas, el gobierno te avisa con antelación y vemos movimientos militares; entonces, ya uno se prepara. Pero esta vez nos agarró totalmente de sorpresa», contó a El Nacional.
Al terminar la primera alarma, encendió el televisor, pero no había información. Ingresó a sus redes sociales, tampoco encontró nada. «No entendíamos».
Al transcurrir varios minutos, comenzaron a llegar los videos y la noticia de que milicianos de Gaza se infiltraron por tierra, mar y aire con ayuda de parapentes, tras el lanzamiento de cientos de cohetes desde el territorio palestino.
«Nadie se esperaba este ataque. La verdad es que nos agarró totalmente desprevenidos. Desde que comenzó la guerra, el mayor temor que había tenido era ver cómo la gente de Hamás había logrado infiltrarse en Israel. Yo creo que fue lo más terrorífico que vivimos», aseguró el venezolano, quien trabaja como Ingeniero de Control de Calidad de una empresa de servicios de seguridad en Tel Aviv.
Mientras esto ocurría, en un apartamento de Ashdod, Margalit Fliegelmann estaba encerrada en el cuarto protegido que tiene en su residencia ubicada en Jerusalén. Una gran tristeza se apoderó de ella al verse sola en medio de esta situación que, para el momento, resultaba confusa.
Aseguró que cuando escuchó la primera alarma, no la relacionó con un ataque porque había pasado mucho tiempo desde la última vez que la oyó. Sin embargo, a la segunda vez, se refugió.
«Y fue allí que comenzó una tristeza terrible en mí. Yo vivo sola. No sabía qué hacer. Traté de entender lo que estaba pasando, pero nadie sabía lo que ocurría. Es verdad que ha habido muchos roces, hasta violentos, pero algo así nadie se lo imaginó porque el carácter de este ataque, que ha sido tan terrible, no refleja el de nuestros ‘enemigos’. Eso no lo estábamos esperando, teníamos miedo de un ataque nuclear, pero nunca nos imaginamos un ataque de este tipo», dijo.
Margalit Fliegelmann era una de las personas que tenía esperanza de llevarse bien con sus vecinos. «Así como nos estamos llevando bien con los árabes dentro de Israel», comentó, pero consideró que este accionar de Hamás echó kilómetros atrás esas esperanzas de paz.
Aunque Jerusalén no es el sitio más peligroso de Israel en este momento, eso no le ha impedido sentir dolor por todos las personas que viven al sur y al norte de ese país.
Ese sábado, 22 personas murieron por disparos en el país después de que milicianos palestinos lograron infiltrarse, informó el servicio de emergencias israelí Magen David Adom.
En las siguientes horas, el ataque se intensificó. Los combatientes lanzaron miles de cohetes contra Israel, que respondió con ataques aéreos.
“En casa se sienten las bombas”
Diego Sarmiento ha vivido la guerra más de cerca, pues su residencia está en Ashkelon, a solo 9 kilómetros de la Franja de Gaza. Desde allí, aseguró, se escuchan las bombas porque todos los misiles que van al norte o noroeste de Israel pasan por esa ciudad.
«Aquí en casa se sienten las bombas, la vibración de los vidrios, se escucha cuando lanzan los misiles desde la Franja de Gaza a Israel. Desde aquí se ven, los escuchamos. La situación ha sido bastante complicada, la orden es no salir de la ciudad, de la casa, no exponerse».
Por el conflicto, las calles de Ashkelon están solas, pocos vehículos transitan por las principales vías de la ciudad. Solo los supermercados y las farmacias abren sus puertas hasta las 3:00 pm.
El peor miedo que siente Diego, además de los misiles que lanzan desde Gaza, es salir a las calles y coincidir con un árabe armado.
«Ellos no miden. Con el hecho de ver que no eres árabe de Gaza, ya te liquidan. Dentro de ellos mismo tienen problemas porque a las personas que están en la Franja de Gaza, que no están de acuerdo con el grupo terrorista, también las liquidan. La población se tiene que regir por ese grupo terrorista. Es un gobierno autoritario y terrorista que maneja la Franja de Gaza».
Aseguró que el problema no es con Cisjordania ni con los palestinos en Cisjordania, sino con el grupo terrorista Hamás, que controla la Franja de Gaza.
Este venezolano, que emigró hace 7 años, señaló que lo más impactante que ha visto es el asesinato de todas las personas en los kibutz, cerca de la franja de Gaza. «De niños, de familias enteras, de los secuestrados, al mismo tiempo que están lanzando misiles. En las primeras 24 horas del conflicto lanzaron 4.000 misiles que en la guerra de hace dos años fueron 4.000 en 15 días. Gracias a Dios que la Cúpula de Hierro, el sistema antimisil de Israel, tiene 95% de eficacia».
Eduardo comparte el mismo sentimiento. Lo más fuerte que ha visto son las imágenes de las personas muertas durante el conflicto.
«No tuvieron piedad con nadie… A varios de mis compañeros de trabajo los han llamado de la reserva. Siempre hablo con ellos porque tengo la angustia de que algo les pase. Es un sentimiento muy feo. Incluso, un compañero de trabajo mandó un mensaje avisando que su sobrina había sido asesinada en la frontera con Líbano en un enfrentamiento contra terroristas. Eso es lo más difícil que he vivido, me afecta bastante».
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