La sensación predominante alrededor de Edmundo González Urrutia, el candidato que amenaza con acabar con 25 años de predominio del chavismo en Venezuela, es de ansiedad y hermetismo. Aunque Edmundo González Urrutia presenta cifras favorables en las encuestas que maneja y que publican encuestadoras fiables -el chavismo cuestiona la credibilidad de esos datos-, no hay euforia ni exhibición pública: los que le rodean quieren pasar desapercibidos para no ponerse en la diana del oficialismo.
Nadie quiere hablar. La orden es guardar silencio. Pero el trabajo lo han hecho: Edmundo ha pasado de ser un desconocido a que se hable de su nombre en Venezuela entera. Lo han presentado como un candidato amable, sereno, juicioso, alejado de la agresividad y las palabras altisonantes que pronuncian Nicolás Maduro, el presidente candidato, o sus jefes de campaña, como Diosdado Cabello, el que maneja el partido oficialista, o Jorge Rodríguez, su principal operador político. Ellos han tratado de dibujar a Edmundo como un señor mayor incapacitado para el cargo, como Joe Biden, que no sabe de lo que habla y que es solo un títere de María Corina Machado, la líder de la oposición que, al estar inhabilitada, le cedió su puesto a Edmundo. Sin embargo, su equipo de asesores ha logrado posicionarlo como un diplomático leído y dispuesto a hacer una transición no traumática, sin venganza con el chavismo. Al enemigo que huye, puente de plata, piensan en el círculo de confianza del candidato.
El comando con Venezuela, que así se llama la unidad responsable de la estrategia de campaña, es una organización atípica en los confines tradicionales de la oposición antichavista venezolana. A diferencia de lo que siempre ha ocurrido, está desgajada de la Plataforma Unitaria, el tradicional epicentro de políticas de la oposición. Esta es una realidad vigente desde los resultados de la elección primaria de 2023, ampliamente favorables a Machado, que todos los partidos que controlaban la Plataforma tuvieron que acatar. Sus miembros son casi todos militantes de Vente Venezuela -el partido fundado por Machado-, una organización “de derecha liberal” que nunca ha pertenecido a la Plataforma y que nunca ha consensuado sus protocolos para acordar decisiones -por el contrario, los ha criticado con frecuencia-.
El comando con Venezuela es hoy el epicentro político y logístico de la toma de decisiones en el campo de la oposición, y en su extrarradio están los partidos de la Plataforma Unitaria, que han colocado su logística y experiencia para apoyar a González Urrutia. Estos trabajan activamente en la campaña, pero en su seno hay malestar por los roces debido a la falta de información y el solapamiento de funciones. Así las cosas, Machado y su comando -asilados en la embajada argentina, donde se refugiaron para no ser detenidos por el oficialismo- centralizan las decisiones. Para eso, su mano derecha es Magalli Meda, una exigente articuladora política a la que le gusta practicar la microgerencia, cerebro organizativo y logístico de Vente, y a quién Jorge Rodríguez acaba de acusar de organizar planes para fomentar protestas el día de las elecciones desde dentro la propia embajada.
A ellos se suma la incorporación de algunos dirigentes políticos y colaboradores cercanos a González Urrutia. La combinación de todos estos factores genera algunas complicaciones, según afirman diversas fuentes, pero la buena situación actual de la oposición venezolana está muy relacionada con la sensación de unanimidad que emanan las decisiones de Machado en este momento, en una dinámica que va de abajo hacia arriba. “A pesar de todo, las cosas están funcionando”, comenta un activista político de la plataforma que prefirió mantener su identidad en reserva. “María Corina y Edmundo se entienden; ella habla con mucha claridad y sinceridad. Es muy firme en sus planteamientos, aunque siempre los expresa con educación y sin perder la compostura”, afirma.
“Son dirigentes distintos, más rígidos y desconfiados. Hay que trabajar para acordar con ellos”, señala un dirigente nacional de la oposición, refiriéndose al comando. “En la Plataforma, los políticos nos acostumbramos a ponernos de acuerdo de una manera. Lo hemos hecho varias veces, nos hemos peleado, lo volvemos a arreglar y hemos aprendido a convivir. La gente de María Corina tiene otros procedimientos y mentalidad, y esto ha provocado choques. Pero hemos podido resolverlos”. “Veo un enorme aplomo en este equipo; están decididos a seguir adelante”, afirma otro vocero cercano a los hechos, que prefirió no revelar su identidad. “En ese comando veo mucha determinación para cumplir con la tarea que tienen entre manos, aunque también una gran incertidumbre personal sobre sus vidas”.
Eso no les ha paralizado y han trabajado 24 horas para hacer presidente a González Urrutia, un hombre al que Machado tuvo que convencer para que aceptara el encargo: él no quería y discutió bastante el asunto con su esposa. Finalmente, aceptó esta responsabilidad histórica. Muy pocos creían que en tan poco tiempo que quedaba para las elecciones, apenas tres meses, pudiera convertirse en una opción sólida. La tenacidad de Machado ha sido clave, pero también el trabajo minucioso de la gente que lo rodea a González, que ha utilizado las redes y la prensa internacional para darlo a conocer. Todo eso hecho desde las sombras.
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