Hace más de una semana que Alejandro Arreaza duerme poco. El economista del banco de inversión Barclays es responsable del análisis de Venezuela, su país natal, y desde que Estados Unidos suavizó algunas sanciones financieras impuestas al país latinoamericano, su teléfono no ha parado de sonar. “Creo que he dormido tres horas por noche”, dice con ligereza en una videollamada desde su oficina en Nueva York. “Nadie se esperaba un relajamiento de sanciones tan amplio como el que se dio”.
El 18 de octubre, el Departamento del Tesoro anunció que permitirá transacciones relacionadas con operaciones del sector petrolero y gasista en el país latinoamericano durante los próximos seis meses, levantando así una restricción impuesta desde 2019. Venezuela tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, pero el Gobierno de Nicolás Maduro se ha visto forzado a comercializarlo solamente en el mercado negro y con descuento a partir de las prohibiciones de EE UU, por lo que el levantamiento de esta prohibición abre la vía a implicaciones importantes. Por otro lado, fondos y bancos estadounidenses todavía no pueden comprar bonos de deuda venezolanos, pero sí pueden acudir al mercado secundario a comprar bonos antiguos en los que Venezuela incumplió en su pago. Este movimiento inyectó vida en los valores, que subieron en precio tras el anuncio.
Hay una mezcla de razones que llevaron a esta decisión por parte de Washington. Desde que Rusia inició su ofensiva militar en Ucrania, países de Occidente han buscado fuentes alternativas al petróleo para evitar financiar el régimen de Putin. El petróleo de Venezuela, por tanto, es ahora más atractivo e incluso se espera que la nueva producción pudiera aliviar los precios del combustible a escala internacional. Un segundo factor es la política local en Venezuela, ya que el Gobierno se comprometió a llevar a cabo elecciones el próximo año.
Al mercado energético se suman también otros factores. “Creo que hoy en día pesa más el tema migratorio que lo petrolero y la política local”, asegura Arreaza. El mismo día que se anunció el relajamiento de sanciones, la Administración de Joe Biden envió a Venezuela el primer vuelo de inmigrantes indocumentados deportados. Los números de venezolanos que se llegan a la frontera con México y solicitan documentos para vivir en EE UU ha incrementado y el Gobierno de Nueva York advirtió el 5 de octubre de que las finanzas del Estado ya no pueden sostener el flujo de inmigrantes. “Eso también jugó un rol en meter presión para algún tipo de cambio”, continúa Arreaza, lo que explica por qué las sanciones fueron mucho más allá de lo que Wall Street esperaba.
Esta semana, un comité que representa a los tenedores de bonos con valor de 11.000 millones de dólares (de un total 60.000 millones que circulan hoy en el mercado) en los cuales Venezuela incumplió en 2016 emitió un comunicado con tono optimista. “El Comité confía en que las acciones del Gobierno de Estados Unidos y los compromisos de la Administración de Maduro y la oposición venezolana conducirán en última instancia a la tan necesaria reestructuración ordenada que Venezuela desesperadamente necesita”, dijeron los fondos de inversión. “El Comité está dispuesto a colaborar constructivamente con todas las partes interesadas para avanzar,” aseguraron.
Un análisis publicado por la firma Latinometrics este miércoles indica que Venezuela posee el 18% de todo el petróleo del mundo. En su apogeo, el país produjo más de tres millones de barriles diarios, mientras que hoy produce cantidades similares a las de Ecuador, país mucho más pequeño, con reservas que equivalen solo al 3% de las venezolanas. Wall Street está apostando a que la producción de petróleo levantará la economía del país, donde se vive una crisis humanitaria y gran parte de la población padece hambre.
“Existe la expectativa de que, sin tanta inversión, se podría obtener algo de petróleo, que quizás extraer 500.000 barriles al día pudiera saltar a 700.000 o hasta un millón muy rápidamente,” cuenta Steve Bodzin, reportero de la firma Redd Intelligence, especializado en el mercado de renta fija en la región andina. El tamaño de la economía de Venezuela no se conoce con certeza, ya que hace años el Gobierno dejó de publicar datos e indicadores. Pero considerando su dramática contracción, una pequeña inyección de recursos petroleros pudiera tener un impacto importante. “La percepción es que este es un país y una economía que asemeja un inflable gigante, que en este momento está tirado en el suelo, pero con encender un ventilador se expande rápidamente”.
Semejante incremento en los recursos petroleros pudiera ser equivalente al 8% del Producto Interno Bruto (PIB) dice Arreaza, “pero ha habido un deterioro en la capacidad de la empresa del Estado por extraer y producir crudo por lo que no está en capacidad para ser una verdadera alternativa de energía para Occidente”. La estadounidense Chevron recibió hace un año una licencia para operar en el país latinoamericano y se espera que la mayor parte del aumento en producción venga de sus campos.
“Este es un regreso parcial de Venezuela, pero todavía no sabemos que alcance tiene,” señala Arreaza. “Desde la óptica del mercado, está viendo esto como una historia petrolera, pensando que, independientemente de lo que pase en el plano político, el factor petrolero pudiera abrir una puerta a reestructurar la deuda. Yo sería un poco más cuidadoso. Yo creo que todavía queda mucha tela por cortar y Venezuela, en este momento, sigue siendo esencialmente un a apuesta política. Mucho dependerá de lo que pase en el plano político”, concluye el analista.
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