En medio de deportaciones de inmigrantes indocumentados desde Estados Unidos, el gobernante de Venezuela, Nicolás Maduro, invitó a regresar a los millones de venezolanos que emigraron por la crisis económica, política y social del país. Les prometió días de felicidad, “rumba” o fiesta.
Por Voz de América
La fiesta en el país suramericano, a juicio de Maduro, es “una de las cosas que más motiva a los migrantes venezolanos a volver”.
“¿Qué somos nosotros si no rumbeamos viernes, sábado y domingo?”, preguntó el líder chavista, el 16 de enero, durante un mensaje anual ante el Parlamento. “No somos nada”, respondió.
Dijo que es “un derecho fundamental que debería constitucionalizarse, el derecho a la rumba”. Desde entonces Maduro lo repite con frecuencia.
El lunes, 190 venezolanos migrantes con órdenes de deportación en Estados Unidos retornaron a Caracas en dos aviones de la estatal Conviasa.
Estos vuelos son parte de un plan para repatriar a miles de migrantes que huyeron de Venezuela “debido a las sanciones económicas y las campañas de guerra psicológica contra nuestro país”, indicó la administración de Maduro en un comunicado.
Más de 7,7 millones de personas han salido de Venezuela en los últimos años, “buscando protección y una vida mejor”. La mayoría – más de 6,5 millones de personas – ha sido acogida por países de América Latina y el Caribe, según ACNUR, la agencia de la ONU para los Refugiados.
“¿Rumba y el sueldo por el suelo?”
“¿De qué sirve rumba y alegría si el sueldo está por el suelo y no alcanza la plata que uno tiene para comer? (…) Eso da risa (…) Es una bofetada para cada venezolano”, cuestiona Vanesa Páez, una venezolana de 45 años que se dedica al mantenimiento de hogares.
“Todo está muy caro, y el sueldo que tiene uno no alcanza, esa es la Venezuela de ahorita”, subraya.
En Venezuela, los salarios siguen siendo precarios. El sueldo mínimo mensual es de unos 3 dólares (130 bolívares), aunque la remuneración promedio es de 241 por mes, según el OVF, pero para cubrir la Canasta Alimentaria, una familia de cinco miembros necesitaría 498 dólares, de acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis Social (CENDA).
La economía es precisamente la principal queja de los venezolanos en la calle.
“Es una porquería total”, sigue Micailín Camejo, una joven que trabaja en almacenes. Y agrega: “No veo futuro aquí, la economía es horrible”.
Para el politólogo Nicmer Evans, Maduro y su promesa de “rumba” solo busca “implementar una ruptura” de la “muy dura realidad” del país.
“El venezolano lo que hace es sufrir una realidad constante, no solo de ausencia de condiciones democráticas, sino de la realidad cotidiana de la economía”, dijo Evans a la VOA.
Sin embargo, Evans aclara “el venezolano en sí intenta seguir viviendo aún a pesar de la crisis, de la circunstancia y el padecimiento”.
«Pero luego lo conocieron y vieron que también migraba gente de clase media y preparada que simplemente buscaba mejores oportunidades», reflexiona.
Carlos se mudó con su familia a Venezuela en 1977, en pleno boom petrolero. Recién se había graduado de bachiller.
Comenzó luego su carrera científica en la Universidad Central de Venezuela. Allí conoció a María Eugenia.
Ella suelta una carcajada cuando recuerda cómo conoció a sus suegros.
«Con su familia sí había más distancia. No antipatía, sino formalidad. Me llevé muy bien con su padre, quien era especial y cariñoso. Con su mamá también, al final, aunque era más formal todo que en mi familia».
Pero esa distancia y formalidad no intimidó a la nuera.
«En mi casa solo los hombres hablaban de política. Mi papá era de derechas. María Eugenia de izquierdas. Tenías que ver cómo le rebatía las ideas, firme en sus posiciones y criterios. Eso me atrajo mucho», dice Carlos orgulloso.
Con el tiempo, ambas familias se adoraron, aunque la pareja reconoce que rompieron con algunas tradiciones y crearon su ecosistema: «Ni la rigidez y formalidad de la parte colombiana ni el desorden y el relajo de la contraparte venezolana».
Una historia compartida
Estas diferencias de carácter entre colombianos y venezolanos son, con perspectiva, bastante recientes.
Antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI, Colombia y Venezuela ni siquiera existían como tal.
Eran una extensión abrumadora de biodiversidad natural y geográfica que, con las guerras de independencia, formaron una nación única llamada la Gran Colombia entre 1819 y 1830, año en el que Venezuela se separó del proyecto que la unía a Colombia, Ecuador y Panamá.
Unos 2.220 kilómetros de frontera separan en el presente a venezolanos y colombianos.
A lo largo de las décadas, esa frontera atestiguó el conflicto colombiano, los desplazados por la violencia, las operaciones de los carteles de la droga, la proliferación del crimen transfronterizo y la crisis que disparó el éxodo venezolano en los últimos años.
Como a millones de un lado y otro, esos hechos marcaron también la vida de Carlos Ayala y María Eugenia Grillet.
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