Adrián Blanco se acercó dos veces a mirar el nivel de la quebrada Los Patos ese domingo que llovió muchísimo, lo suficiente para casi acabar con el pueblo Las Tejerías, en el Estado central de Aragua, en Venezuela. A la tercera inspección del cauce una ola lo alcanzó y siguió tras su esposa y una vecina con las que tomaba café minutos antes. Adrián logró agarrarse de unos palos y salir. Volvió a entrar al lodo para intentar buscarlas.
Por FLORANTONIA SINGER | El País
Con heridas en los pies se hizo de noche y no supo más de María y la vecina hasta la mañana siguiente, cuando encontraron sus cuerpos a varios metros del lugar, en el centro del pueblo, frente a una panadería. “De un solo envión la ola se llevó cuatro casas y a mi esposa”, cuenta por teléfono Adrián, 10 días después de que perdió todo, mientras ayuda a sacar el barro de las viviendas que quedaron en pie.
María Guerra, de 64 años, la esposa de Adrián, es una de los 54 víctimas del deslave en Las Tejerías, del que hasta esta semana todavía estaban desaparecidas ocho personas, según el Gobierno. A este saldo se suma el de otro alud en El Castaño, a 40 minutos de Tejerías, que dejó cuatro muertos y varias pérdidas en inundaciones y derrumbes en todo el país tras una intensa temporada de lluvias exacerbada este año por el fenómeno de La Niña y por más de 40 ondas tropicales que se han formado en el Caribe.
Adrián vivía en el barrio Bolívar, parte del sector El Béisbol, asentado justo en la garganta de la cuenca. Asegura que en los 21 años que ha vivido ahí nunca se había comportado de esa manera. Una semana antes la quebrada había crecido mucho, pero hizo lo que siempre hacía, según Adrián: romper las tuberías y llenar de lodo la calle. Por casi 40 años Adrián vivió con María en Las Tejerías, un pueblo de unos 50.000 habitantes fundado a principios de 1900. Primero estuvieron alquilados y luego compraron un terreno, a siete metros del margen de la quebrada, donde construyeron su casa. Como en la mayoría de los barrios informales, la familia se fue haciendo un vecindario. Elizabeth Corona, la nuera de Adrián, estaba más arriba cuando vio cómo el lodo se tragó su vivienda, contigua a la de sus suegros. Esa tarde los llamó varias veces para decirles que “la quebrada llevaba agua”, que salieran, que venía la ola. Dice que las 6.17 de la tarde del domingo 9 de octubre vio cuando la ola de fango, rocas y árboles alcanzó a Adrián. “Cuando mi suegro se da la vuelta, es que viene la ola y lo arrastra, pero logra agarrarse de una orilla. Luego vi como un volcán de agua que se montó en el techo de las casas”.
Elizabeth no sabe cómo logró saltar hacia un cerro y salvarse. A otra vecina, Vicenta Galindez, le tocó abrir un hueco en el techo antes de que el agua los cubriera a ella y dos familiares en un cuarto. Yelitza Pérez cuenta paso a paso todo lo que hizo para sacar a su madre y su hermano de una planta baja que terminó anegada. Buscó una segueta para romper una reja y pidió auxilio hasta que el agua los cubrió y tomó la decisión de buscar una escalera para saltar a un techo y salvarse ella. Lo cuenta esta semana, todavía afectada, desde lo que era su casa y a la que dice que no regresará. “Yo no quiero llevarme los corotos (enseres), yo solo quiero fortaleza para soportar ese momento tan fuerte que viví, de ver la pérdida de mi mamá y mi hermano”. Como Elizabeth y su familia, quiere reconstruir su vida en otro lado.
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