Venezuela vive hoy una jornada crucial, con la convocatoria de marchas dentro y fuera del país para reivindicar la victoria de Edmundo González. La líder opositora reclama en esta conversación que el mundo no calle y dé pasos concretos para presionar a Maduro.
Cayetana Álvarez de Toledo: Hola, querida María Corina.
María Corina Machado: Hola, querida amiga.
CAT: Me hubiera gustado darte un abrazo y transmitirte en persona la admiración y el afecto de tantos españoles. Pero, como sabes, la dictadura no quería testigos de su derrota y fuimos deportados. «Un viaje inútil», claman algunos mezquinos. Un viaje moralmente imprescindible, contesto yo. Volveré para celebrar la victoria de la libertad. ¿Puedo ser optimista?
MCM: ¡Más que optimista! Debes sentirte orgullosa. El viaje de tu grupo parlamentario fue de los más útiles e importantes. Había que poner la atención del mundo sobre Venezuela: por lo que iba a pasar horas después y pasó.
CAT: Durante la campaña, vi una foto que me conmovió: un joven sonriente con un cartel que decía «nos quitaron tanto que hasta nos quitaron el miedo». La represión arrecia. Ya son 1.406 los secuestrados y 24 los asesinados. Tu equipo sigue refugiado en una embajada y tú estás recluida. ¿No tienes miedo de que el miedo vuelva?
MCM: En un régimen totalitario el miedo siempre está presente. Lo importante es cómo respondes: si te paraliza o te activa. En campaña tuve una conversación con una mujer que me impresionó. Yo pretendía animarla a desafiar el control que el régimen ejerce perversamente mediante el reparto de bolsas de comida y ella me miró y me contestó: «¿De qué me estás hablando? ¿Miedo a que nos quiten qué? ¿Qué más nos van a quitar si nos quitaron a nuestros hijos?». Hoy la sociedad venezolana responde a la violencia con firmeza e inteligencia. La gente es cauta. Su intención no es convertirse en carne de cañón, pero también sabe que la presión ciudadana debe continuar.
CAT: ¿Hasta qué punto? El valor que concedemos hoy a la vida impide guerras inútiles, pero también puede impedir la libertad. ¿En qué medida los seres humanos prefieren una vida miserable antes que arriesgarla? ¿Es posible derrotar a una dictadura criminal sin asumir el riesgo máximo de la muerte?
MCM: Es un dilema que me acompaña siempre. Como el daño que todo esto causa a mi familia. Te dices: «Lucho por mis hijos». Y esto te impulsa a seguir, a levantarte, a hacer cosas inimaginables. Pero a la vez tus hijos son los más perjudicados, por la angustia y la separación. Como sabes, mis hijos forman parte de la inmensa diáspora venezolana. Nunca olvidaré que no pude abrazarles en su graduación. Fui la única madre ausente.
CAT: Pero Venezuela será libre y tus hijos podrán regresar. Y así la contradicción se resuelve…
MCM: Exactamente. Hay que poner todo en perspectiva. Hace dos años, estábamos en una Venezuela triste, sin rumbo y decepcionada de sus liderazgos políticos. Hoy estamos culminando la cuarta de las seis etapas de un proceso heroico y emocionante. Primero, devolvimos la voluntad de lucha y cohesión interna a una Venezuela polarizada. Nuestra estrategia fue ir de la periferia al centro, de lo rural a lo urbano, de lo popular a la clase media. Esto permitió las primarias, que muchos auguraron imposibles, con casi 3 millones de votantes y un liderazgo legitimado. Luego vino la elección, a pesar de la persecución. Llegaron a detener a personas por vendernos una empanada o alquilarnos una habitación. Una locura. Ahora estamos en la cuarta fase: vamos a demostrar nuestra victoria. Vamos a cobrar. Porque, por primera vez en 25 años y tras decenas de elecciones fraudulentas, tenemos las pruebas. Hemos logrado un éxito que marcará un hito en la defensa de la limpieza de los procesos electorales. La quinta etapa será hacer valer el resultado del 28 de julio. La sexta, la transición a la democracia.
CAT: Has mencionado la polarización. Antes y después de las elecciones, el régimen y sus aliados han enfatizado el riesgo de una guerra civil. Pero en Venezuela no se ven dos mitades, sino un país unido en su deseo de libertad frente a una cúpula atrincherada. ¿Cómo lograsteis acabar con la polarización y reconstruir el suelo democrático, imprescindible para el funcionamiento de una nación? Es una pregunta relevante para muchas democracias.
MCM: El fin de la polarización y la reconstrucción de los vínculos entre venezolanos es el resultado más importante de este proceso. Tendrá un enorme impacto en la nueva Venezuela que ya está emergiendo. Porque la negociación no ha empezado, pero la transición sí y tiene una dimensión cultural, ética y espiritual profunda. Tengo amigos agnósticos y ateos a los que veo en actos con un rosario en la mano. Les digo: «¡Bueno, explícame esto!»
CAT: ¡Explícamelo tú a mí!
MCM: Hemos creado un movimiento transversal que repudia la humillación. Nos hemos cohesionado alrededor de valores como la dignidad humana, la autonomía y la igualdad ante la ley. La gente más humilde caminaba kilómetros para escucharnos y yo les decía: «No vengo a ofrecer nada; vivirán de su trabajo y de su esfuerzo, sin deberle nada a nadie». Y cuando insistía: «Nunca más una madre venezolana bajará la cabeza por una bolsa de comida», estallaba la emoción. La bolsa de comida se ha convertido en símbolo de la servidumbre. Venezuela es un país que está muriéndose de hambre, donde los niños no van a clase, donde faltan el agua y la luz. Sin embargo, el grito que resuena es «¡libertad, libertad, libertad!». Es conmovedor, poderoso e irreversible.
CAT: Como buena liberal, siempre has defendido que la libertad conlleva responsabilidad. Pero en la campaña aplicaste la teoría a un terreno concreto y poco común. Te dirigiste a los venezolanos como adultos. Les enseñaste que la democracia no se defiende sola, que la actitud de cada ciudadano es esencial. Convertiste a los venezolanos en responsables de sus actos ¡y de sus actas! Háblame de esto.
MCM: Fue uno de los momentos más emocionantes de la campaña. En un encuentro multitudinario, decidí hacer la pregunta: «¿Quién defiende tu voto?». Y todo el mundo gritó al unísono, sin vacilar: «¡¡¡Yo!!!». En ese instante pensé: lo logramos. Hace pocos años la respuesta hubiera sido: «El CNE, los testigos, los partidos, los políticos…». Ahora fue simple y adultamente: «Yo». Y ese «yo» fue repitiéndose de acto en acto, cada vez más rotundo, sobrecogedor y masivo. Está surgiendo una nueva Venezuela, consciente de que la libertad nos la ganamos nosotros. Contra el poder más implacable y, siento tener que decirlo, a pesar de las élites.
CAT: La noche de las elecciones, tras saber que Maduro no sólo os negaba la victoria sino que se la apropiaba, pronunciaste una frase esencial: «Defender la verdad no es violencia; violencia es ultrajar la verdad». Y me quedé pensando… La dictadura ha creado una verdad paralela y pretende imponerla por la fuerza. Su reacción no es sólo un golpe a la soberanía popular venezolana; es la expresión más cruda de la posverdad que está socavando las democracias contemporáneas. Por tanto, defender la victoria de Edmundo González nos concierne a todos. Es defender la existencia de la verdad objetiva, sin la cual no hay convivencia pacífica, ni siquiera una conversación mínimamente racional. Creo que las actas venezolanas deberían convertirse en el símbolo de la lucha por la restauración de la verdad en la vida pública, no sólo en Venezuela, sino en todo el mundo.
MCM: Lo suscribo. Esto trasciende el caso de Venezuela. Es una lucha por la verdad. Todos los sistemas populistas y totalitarios operan de la misma manera: buscan que dudes de todo: de ti mismo, de tus creencias, incluso de lo que estás viendo con tus propios ojos o que sabes a ciencia cierta que ha ocurrido. Imponen un relativismo absoluto. Retuercen el sentido de las palabras hasta el delirio. Destruyen la objetividad. Mientras matan, se proclaman defensores de la paz y del amor. Esto está ocurriendo, aquí y ahora. Y encima te colocan ante un dilema perverso: «sumisión o violencia». O te sometes a la tiranía o serás responsable de la violencia que tu insumisión pueda provocar. La tragedia es que, durante años, este marco mental fue asumido por sectores clave de la sociedad venezolana, incluyendo los medios y las élites, que contribuyeron así a frustrar cualquier alternativa.
CAT: ¿El marco se ha roto?
MCM: Las elecciones han sido determinantes. Todos los venezolanos sabemos lo que ocurrió el 28 de julio. Sabemos que no hay dos verdades enfrentadas, sino una sola. La verdad existe y debe imponerse. La defensa de la verdad es lo que nos impulsa a seguir hasta el final.
CAT: Habéis publicado el 83,5% de las actas y esas actas concluyen, de forma categórica y avalada por organismos internacionales imparciales, que Edmundo González es el presidente electo de Venezuela. Sin embargo, muchos países, entre ellos España, siguen sin reconocerlo como tal. Se limitan a pedir al régimen que enseñe las actas, a sabiendas de que no lo hará jamás. ¿Por qué?
MCM: Existen muchos agentes «normalizadores» cuyo objetivo es estabilizar al régimen. Sus motivaciones son variadas: el miedo, el interés económico, el chantaje, los cálculos geopolíticos… Rusia, Siria e Irán, por ejemplo, ven en Venezuela un punto estratégico de penetración en Occidente. Luego están los grandes cárteles de drogas y contrabando, que protegen sus gigantescos negocios.
CAT: Te preguntaba por las democracias occidentales.
MCM: Yo creo que, en general, la comunidad internacional se ha expresado con claridad sobre lo ocurrido el 28 de julio y que su posición irá escalando. Algunos países han sido más contundentes y rápidos. Otros siguen en la retaguardia. Bien porque no les gusta el resultado. Bien porque tratan de mantener una interlocución con el régimen que pueda derivar en una negociación para la transición. Desde luego, yo espero que las voces se tornen más firmes y duras; que se pase pronto de las exigencia de las actas a la siguiente fase. Y confío en que sucederá. En todo caso, lo importante es que se avance en la dirección de decir: «Hay que respetar la soberanía popular venezolana». Incluso en Estados Unidos, en medio de una campaña muy polarizada, los dos partidos y los dos candidatos comparten esta postura.
CAT: A pesar del desliz de Biden…
MCM: La Casa Blanca ha sido nítida. Respecto a la represión, sí creo que es urgente hacer mucho más. Maduro cree que puede matar a una persona, a diez o a cien, sin consecuencia alguna. Esto es inaceptable.
CAT: Pero, precisamente, para elevar el coste de la represión, ¿no crees que sería útil que se reconozca a Edmundo González como presidente electo? ¿No temes que las contorsiones diplomáticas enquisten el conflicto? El chavismo es experto en aprovechar el tiempo a su favor. Además, hay diversas maniobras en marcha para salvar a Maduro. La más reciente, promovida por Lula, es una repetición electoral.
MCM: Sobre la repetición electoral, yo pregunto: si tampoco les gusta el resultado de esas segundas elecciones, ¿qué hacemos? ¿Unas terceras? ¿Unas cuartas? ¿Seguimos repitiendo elecciones hasta que gane el régimen?
CAT: A Lula podríamos pedirle que repita las elecciones en Brasil: él le ganó a Bolsonaro por menos de dos puntos; Edmundo a Maduro por casi 40…
MCM: Exacto. Hay un doble rasero moral evidente. Es una falta de respeto a los venezolanos que arriesgaron sus vidas por votar. Fuimos a estas elecciones bajo las reglas de la tiranía y arrasamos. Ahora quieren ignorar esos votos. Es una afrenta a la dignidad nacional e individual de cada venezolano.
CAT: Luego está la idea, también lanzada por Lula, de un Gobierno de coalición entre Maduro y la oposición.
MCM: Ah, sí. Lo que llaman ‘power-sharing’: Maduro se queda, pero reparte unos caramelitos entre los sectores de la oposición que a él le gusten. ¿En qué cabeza cabe que los venezolanos aceptarían algo así?
CAT: Otra maniobra alude a una salida negociada sin ti. En palabras de nuestro amigo Álvaro Vargas Llosa, algo así como una salida sin Lech Walesa en Polonia o sin Václav Havel en Checoslovaquia.
MCM: La cuestión es sencilla: ¿quién elige a los representantes de los venezolanos? ¿Maduro? ¿La comunidad internacional? No. Los eligen los venezolanos, y ya lo hicieron. En las primarias del 22 de octubre me eligieron a mí y en las elecciones del 28 de julio, a Edmundo González. Edmundo y yo somos un equipo indisoluble y ninguna maniobra va a separarnos. Para que no haya dudas: estamos dispuestos a dar garantías, salvaguardas e incentivos en una negociación para la transición. Pero aquí no habrá ‘power-sharing’ ni nuevas elecciones ni nada parecido. Se respetará el resultado del 28 de julio y a los representantes elegidos por los venezolanos.
CAT: Hay una izquierda tuerta, que solo ve dictaduras de derechas y cuyo amor a la democracia es inferior a su odio ideológico. Pero la defensa de Maduro alcanza niveles extremos. ¿Por qué tantos Gobiernos y dirigentes de izquierda siguen justificándolo? ¿Es sectarismo o negocio?
MCM: Es incomprensible. Maduro es tóxico para ellos y lo saben. Es más, yo creo que el 28 de julio es un parteaguas. Ya lo verás. Surgirán más voces desmarcándose del régimen y diciendo que en Venezuela no hay un combate entre la izquierda y la derecha, sino entre la democracia y la tiranía.
CAT: Por tanto, la postura de Boric te parece inaugural.
MCM: Sin duda. Y los venezolanos le estamos muy agradecidos. Cada vez que alguien alza la voz en defensa de la verdad y la democracia en Venezuela el efecto es poderosísimo. Te lo decía respecto a vuestro viaje frustrado a Caracas. ¡Que alguien pueda decir que fue inútil! Todo lo contrario.
CAT: Hablas de la importancia de alzar la voz. Hay un español con información privilegiada que, sin embargo, no ha abierto la boca: Rodríguez Zapatero. Hace unos días el Gobierno dijo que «aprecia y valora» su labor en Venezuela y que le consta que a la oposición también. ¿Es así?
MCM: Desconozco en qué consiste esa labor. Puedo hablar por mí; no por otros actores, ya que ignoro su relación con esta persona. En todo caso, el silencio es tomar partido. Y aquí no hay lugar para la indiferencia o la neutralidad. Incluso aquellos que justifican su silencio en la necesidad de mantener cierta interlocución con el régimen asumen una postura inaceptable frente a las víctimas y sus familias.
CAT: ¿Y los militares? Sería deseable que entendieran que para ser patriotas antes hay que ser demócratas. Pero la respuesta agresiva de Vladimir Padrino a vuestra carta pidiendo a los militares respeto a la soberanía popular no es alentadora.
MCM: La reacción furibunda de Padrino es una confesión. La Fuerza Armada sabe que ganamos las elecciones porque fueron testigos. De hecho, no hubiéramos podido obtener las actas sin la cooperación de militares y funcionarios del CNE, que desobedecieron órdenes. Las bases de la Fuerza Armada, como el resto de los venezolanos, ansían un cambio.
CAT: Entonces, ¿descartas una represión por parte de la Fuerza Armada?
MCM: No. Hay grupos dentro de la Fuerza Armada que podrían usar la violencia, incluso mercenarios. No quiero especular. Lo que sí sé es que, en estos momentos, dentro de la Fuerza Armada se está dando la discusión más importante y decisiva de su historia. Tienen el mandato de respetar la soberanía popular y servir a la nación, no a una facción política. Les pedimos que no repriman al pueblo y que eviten que otros lo hagan.
CAT: Creo que coincidimos en que la valentía es la virtud más importante para la política. Incluso para la vida. Como el salmón: río arriba, siempre río arriba…
MCM: ¡Sí, así es mi vida! Contra la corriente, siempre.
CAT: De hecho, pocos salmones he conocido como tú, con más constancia y más coraje. Llevas 25 años de lucha. Durante buena parte de ese tiempo, los autoproclamados moderados —de todos los partidos e ideologías— te tacharon de radical, facha, dura, marginal. Hoy lideras un movimiento masivo que abarca todos los sectores de la población, incluidos los más humildes. ¿El tiempo te ha dado la razón? ¿Cuánto has cambiado tú y cuánto la sociedad venezolana?
MCM: (pausa) Es evidente que las realidades políticas, económicas y sociales han acercado a muchas personas a nuestras posiciones. Pero también ha habido un proceso de comunicación más íntimo, una conexión personal, al margen de la coyuntura y de las multitudes. Mi visión política y mis valores se han mantenido, pero he ido abriendo mi corazón.
CAT: ¿En qué sentido?
MCM: No sé si tiene que ver con ser mujer, pero en una sociedad tan dura e injusta con las mujeres, especialmente en la política, tendemos a cerrarnos emocionalmente. Si un hombre muestra sentimientos, resulta conmovedor; si lo hace una mujer, se la considera débil. Esto hizo que me cerrara. Pero estos dos años han operado en sentido contrario: me han obligado a abrirme, a mostrarme tal como soy. Personas me abrían su corazón al oído y yo en respuesta les abría el mío. A veces pensaba: «¿De verdad has dicho eso, María Corina? ‘¡You’ve come a long way!'» He logrado, sí, establecer con la gente una relación de intimidad, abriendo mi alma y superando el miedo a ser juzgada. Por ser mujer. Por provenir de una familia con dinero. Por ser liberal. Por cualquiera de los factores que teóricamente, y según me habían hecho creer, impedían que alguien como yo pudiera representar a una mayoría social.
CAT: Liberarte de todo complejo no ha reducido tu fuerza electoral y política, sino al revés.
MCM: Eso es. He aprendido a asumir con orgullo quién soy, sin vergüenza.
CAT: Nunca te he visto usar tu condición de mujer para hacer política. Eres amazónica, anti-victimista. De hecho, la izquierda ni siquiera te reconoce como mujer. No te concede el privilegio de la condescendencia que reserva a las mujeres de izquierdas. Sin embargo, tu condición de madre ha jugado un papel importante estos años. Para empezar, te ha identificado con millones de venezolanos que, como tú, sufren el exilio de sus hijos. Creo que te ven, a la vez, como una política dura y una madre protectora. Más que el tópico de la «dama de hierro», una «mamá de hierro». ¿También te percibes así?
MCM: De todos los carteles que me regalaron en campaña, uno en particular me conmovió. Decía: «María Corina, la Mamá de Venezuela». Lo puse en mi oficina porque expresa lo que muchas mujeres sentimos: que somos las madres de todos estos jóvenes. Incluso hombres mayores se acercan en busca de un abrazo maternal. Siento que el país necesita esa protección de madre, que no solo cuida, sino que también impulsa, responsabiliza y exige.
CAT: Una mamá que a la vez planta cara a una tiranía criminal encabezando manifestaciones masivas…
MCM: ¿Qué no haría una madre por sus hijos? Todo, absolutamente todo.
CAT: El pesimismo es el mayor aliado del populismo porque liquida la idea de que hay una alternativa. Sin embargo, siempre hay una alternativa; la clave está en construirla y ahí es donde despuntan los verdaderos líderes. Háblame de eso: de la esperanza.
MCM: ¿Sabes cuántas veces nos dijeron que era imposible derrotar a la dictadura? La desmoralización es el arma más perversa del régimen, porque te neutraliza. Por eso yo asumí que mi función principal en todo este proceso era mantener la moral alta. La mía propia, la de mi equipo y la del conjunto de los venezolanos. Soy la gran moralizadora de Venezuela.
CAT: Y de muchos demócratas en todo el mundo. ¿Cómo lo hiciste?
MCM: Volvemos al asunto central de la verdad, que ha sido mi principal aliada. Hay que hablar descarnadamente con la verdad, contando a los ciudadanos todo: lo bueno y lo malo. Por ejemplo, algunos sugerían que no debíamos mencionar las trampas del CNE porque entonces la gente no iría a votar. Mi posición era la contraria: vamos a decir la verdad con todas las letras. No podemos tratar a los ciudadanos como si fueran ignorantes o niños. No lo son y además ellos saben lo que pasa: lo viven, lo ven. La mentira, el eufemismo y el subterfugio ahondan la desconexión entre el pueblo y sus políticos, que es de lo que se alimentan los enemigos de la democracia. En cambio, decir la verdad permite reconstruir la confianza, que es la base de una sociedad libre.
CAT: ¿Qué otra lección de estos años compartirías con los españoles?
MCM: Mi gran lección personal es que no se puede vivir al margen de la política. Mi generación pensó que la política era sucia y prefirió no involucrarse, enfocándose en crear riqueza y empleo. Pero no hay mayor responsabilidad que el ejercicio de la política y el servicio público. La sociedad tiene que asegurarse que los mejores, tanto intelectual como éticamente, asuman las máximas responsabilidades. Hay que valorar y reivindicar la política y a los políticos. Si de algo me siento orgullosa es de dejar a Venezuela, a través de Vente, un partido político liberal. Una escuela de ciudadanía y de líderes, con valores y con ideas. Un partido que ha nadado siempre contra la corriente. Hasta hace muy poco hablar de responsabilidad individual o de propiedad privada era casi pecado y hoy el país abraza esos valores. Venezuela se ha descubierto liberal.
CAT: ¿Y qué podemos hacer ahora España y los españoles por Venezuela?
MCM: Lo primero es salir a la calle.
CAT: Mantener viva la movilización.
MCM: Sí, y hay que hablar duro. Hay que presionar a los Gobiernos. Hay que dejar claro a todos los que están sosteniendo lo que queda del régimen que no vamos a rendirnos. Cayetana, lo que tú digas en España, levantando tu voz, repercute en Venezuela. Es fundamental que en esta hora nadie calle.
CAT: Este sábado, 17 de agosto, has convocado marchas en todo el mundo. ¿Cuál es tu mensaje?
MCM: Tengo una noticia para Maduro y los normalizadores: esto no tiene vuelta atrás; vamos a luchar el tiempo que haga falta, dentro y fuera de Venezuela, y cada día que pasa tendremos más fuerza. A todos los actores del mundo, que tienen pendiente dar pasos concretos para presionar a Maduro, también se lo digo con claridad: su mejor opción es aceptar los términos de una transición negociada. Nos han dado duro, durísimo. Esta ola represora no tiene precedentes. Ahí está el informe de Naciones Unidas. Leerlo hiela la sangre. Lo que han hecho, y siguen haciendo mientras tú y yo estamos aquí conversando, es escalofriante. Cientos de compañeros de lucha, no solamente políticos, también de ONGs y periodistas, están hoy escondidos. Pero este sábado vamos a salir. Nos vamos a encontrar. Somos millones. Y no vamos a parar. Lo aviso desde ya: habrá nuevas convocatorias. Todas las que hagan falta. No hay vuelta atrás.
CAT: En la sala de la Comisión Constitucional del Congreso hay un cuadro que se llama ‘El Abrazo’, que es el símbolo de la Transición española. La inmensa mayoría de los venezolanos ya os habéis reconciliado y abrazado. Ahora falta que puedan abrazarse los padres con sus hijos encarcelados; los abuelos con sus nietos exiliados; y también los amigos: tú y yo. A ti ahora no te permiten salir de Venezuela y a mí no me permiten entrar. Pero volveremos a abrazarnos. Y será pronto. ¿Nos vemos en la toma de posesión de Edmundo González?
MCM: Amén. Así será.
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