Días antes que el comisionado general en retiro Horacio Rocha la desalojara de su despacho y la enviara a su casa por la fuerza, la presidenta del Poder Judicial de Nicaragua, la magistrada Alba Luz Ramos, disfrutaba con sus amigos de las fiestas patronales de la ciudad de Jinotega.
La veterana funcionaria leal al mandatario Daniel Ortega no se imaginaba lo que se urdía en su contra: su decapitación por orden de la poderosa “copresidenta” Rosario Murillo. La segunda al mando del régimen sandinista ha ejecutado al mismo tiempo una purga sin precedentes en el aparato de justicia, según diversas fuentes judiciales consultadas por EL PAÍS. Una “barrida” que alcanza a 900 funcionarios de todos los niveles, desde togados hasta conserjes y chóferes.
El pasado 24 de noviembre el comisionado Rocha, asesor presidencial con rango de ministro en temas de seguridad nacional, expulsó a Ramos de su oficina y no le permitieron sacar sus pertenencias. La magistrada dijo sentirse “ultrajada” y protestó. Pero no podía hacer más, la defenestraron sin que pudiera apelar la decisión. La “orden de arriba” era darle un “tiro de gracia”. Un operativo que empezó 72 horas antes de su expulsión en sigilo con la intervención de cuentas bancarias y el sistema informático de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), una institución clave en el engranaje represivo del régimen Ortega-Murillo, ratificando sentencias políticas y elucubrando persecución judicial contra toda voz crítica en Nicaragua.
La intervención policial del Poder Judicial incluyó la democión del secretario administrativo Berman Martínez y del director de Informática Martín García. Martínez era parte del círculo de confianza de la magistrada Ramos. Las fuentes coinciden en que la “investigación” encomendada al comisionado Rocha fue motivada por “actos de corrupción” de Martínez.
“La Alba Luz [Ramos] protegía mucho a Berman, que era secretario general de la Corte. Eran bien amigos porque él iba a las hípicas [desfiles de caballos], a todas las fiestas con ella. Se hicieron amigos en lo personal y ese fue el error de la Alba Luz”, dice a EL PAÍS una fuente del entorno de la cúpula del aparato de justicia. “Entonces, ¿qué pasa? La Rosario [Murillo] y la Alba Luz nunca han tenido una buena relación. Más bien ha sido una mala relación desde los años ochenta y resulta que la vicepresidenta aprovecha este caso de corrupción para volarse por fin a la Alba Luz, quien siempre ha sido protegida por Daniel Ortega”.
Para entender lo que describe la fuente judicial hay que recordar que el poder del régimen sandinista es bicéfalo: Murillo se encarga de la administración diaria del poder, pero desde 2018 ha copado espacios que Ortega solía controlar, como la Policía Nacional y otros poderes del Estado. De hecho, en los últimos años la “copresidenta” Murillo ha venido ubicando en las instituciones públicas funcionarios leales a ella, en la misma medida que ha desplazado a la “vieja guardia” del Frente Sandinista, como el comandante Bayardo Arce y del Coronel Lenín Cerna, por citar dos de los casos más escandalosos en los que la “copresidenta” se impuso y ganó amplio terreno político a lo interno del partido sandinista y el gobierno.
Después de 2018, cuando en Nicaragua se desató la violenta y alargada crisis sociopolítica, la presidenta del Poder Judicial renunció a su cargo en tres ocasiones. Sin embargo, Ortega le rechazó las cartas de renuncia y la exhortó a seguir en el puesto. Fueron años convulsos entre la magistrada Ramos y la vicepresidenta Murillo, a tal punto que la togada no asistía a los actos públicos presididos por la pareja presidencial. Una ausencia notable ya que todos los funcionarios públicos, en especial los titulares de los poderes del Estado, son obligados a asistir.
“O cuando iba a los actos vos le mirabas la cara empurrada [incómoda] a la Alba Luz… creo que después las cosas se calmaron y hasta vimos una foto de ella con la Rosario [Murillo] en mayo pasado. Pero la verdad es que la relación entre ambas siempre ha sido muy mala…. En las reuniones entre Presidencia y los cuatro poderes del Estado que se hacían una vez al mes, la Alba Luz era de las pocas, o la única funcionaria, que no se quedaba callada. Contradecía algunos disparates que la Rosario quería hacer en la Corte. La Alba Luz siempre ha tenido su carácter y eso ha chocado con la Rosario, que no le gusta que le lleven la contraria”, relata la fuente ligada a la CSJ.
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