Ver a alguien en bicicleta fue por años poco frecuente en Caracas, que por décadas se había ufanado de vender la gasolina más barata del mundo. Pero en la cuarentena de Venezuela marcada por una grave escasez de combustible ha surgido una alternativa a la crisis en varios talleres: poner a tono bicicletas usadas.
Por Mayela Armas y Corina Pons – Reuters
El confinamiento por el virus ha derivado en mayor clientela para el pequeño sector de arreglos de bicicletas, que nunca había tenido un movimiento importante.
“La tengo desde hace 20 años y previendo que el problema de la gasolina iba para peor la llevé al taller hace un mes”, dijo Pedro Villegas, un veterinario que lleva semanas rodando con su bicicleta vieja para ir al consultorio, a media hora de camino.
“La empecé a usar poco a poco, porque tengo más de 50 años y tenía que mejorar mi capacidad pulmonar”.
Las viejas bicicletas entran a reparación como alternativa a las colas de días para comprar gasolina o a un mercado negro que ofrece hasta 2 dólares el litro desde marzo, cuando el Gobierno, bajo la cuarentena, manejó la escasez vendiendo el combustible a sectores prioritarios y con el apoyo de las fuerzas militares.
El lunes las autoridades comenzaron a vender el combustible con dos nuevos precios: uno subsidiado en bolívares, equivalente a 0,025 dólares por litro que cubre 120 litros al mes; y otro de 0,5 dólares por litro, sin restricciones. El alza se produce cuando el salario mínimo ronda los tres dólares al mes.
Pepe Segura, de 74 años, es dueño de un taller de bicicletas en una zona más acomodada al este de la capital y llega a las 6 de la mañana al negocio para cumplir con los pedidos. “Ahora tengo cuatro veces más trabajo”, dijo, con decenas de ellas colgando en su negocio.
“Sí hay más gente reparando bicicletas viejas”, confirmó Ángel Lema, propietario de otra pequeña tienda de bicicletas al sur de Caracas, mientras frente a su local una fila de diez personas aguardando para ingresar.
“Yo le di la vuelta a esto para atender a mis pacientes y me compré una bicicleta usada”, dijo Alejandro Crespo, un médico pediatra que ahora rueda en subida para llegar a su consultorio en Maracay, la capital del central estado Aragua.
Hasta ese momento, Crespo no había logrado poner gasolina en la única estación habilitada para su sector, donde una vez a la semana competía con otros médicos, enfermeras y hasta los chóferes de las ambulancias para lograr surtir solo 20 litros.
La pandemia ha enfermado a poco más de 1.500 personas y algunos venezolanos consideran que causa menos agobios que la falta de combustible para movilizar mercancía o trabajadores. La carestía incluso afecta a Caracas, que en otras temporadas de escasez se mantuvo surtida.
Los reparadores venden sobretodo parches y cauchos, lo que más se daña en bicicletas. Los mecánicos cobran entre 7 y 20 dólares por el mantenimiento básico que les hacen, menos de lo que ahora cuesta llenar un tanque de gasolina.
En el taller de Segura no tienen bicicletas a la venta desde hace siete meses. Y en dos tiendas al este de Caracas hay listas de espera de hasta cuatro días para entregar las reparaciones, dijeron dos testigos de Reuters. En páginas web venden bicicletas usadas por entre 150 y 300 dólares.
El auge en los talleres también atiende a los ciclistas que cada vez más hacen repartos a domicilio en la ciudad y llaman de urgencia a los reparadores cuando se quedan accidentados con bicicletas prestadas o muy viejas en la mitad del trámite.
Juan Álvarez optó por reparar las bicicletas a domicilio y en al menos ocho de cada 10 casos se encuentra con unas guardadas por años. “Me ha ido mejor por la falta de gasolina”, confirma el mecánico.
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