En Venezuela borran con el codo lo que escriben con la mano. El refrán ilustra lo que sucedió en Caracas, donde, por un lado, se hablaba de un diálogo de paz entre la oposición y el régimen en México, y por otro, se registraba el intento más agresivo de callar al presidente interino, Juan Guaidó, y a sus allegados.
Por Semana
La noticia se regó con un trino. El lunes, la esposa del líder opositor, Fabiana Rosales, trinó que funcionarios de la seguridad del Estado estaban en el sótano de su casa y rodeando con armas de fuego a Guaidó. Así alertó a los vecinos, que salieron de manera masiva a evitar la detención. Mientras eso pasaba en Twitter, en Instagram el exdiputado opositor Freddy Guevara transmitía desde su carro el momento en que lo rodeaban funcionarios encapuchados. “Decidí quedarme en mi país a pesar de todos estos problemas”, dijo antes de ser llevado preso.
A Guevara se le acusó de terrorismo, traición a la patria y asociación para delinquir por su supuesto vínculo con la muerte de 26 personas en un barrio de la capital, que según el Gobierno hacían parte de bandas criminales que tenían como fin derrocar a Maduro. En el pasado, el fiscal general, Tarek Saab, vinculó a Guevara con “grupos extremistas y paramilitares asociados con el Gobierno colombiano”. A la arremetida contra Guaidó y Guevara, se suma la detención del director de Fundaredes, Javier Tarazona, y la petición de extradición a España de Leopoldo López.
Los mensajes del régimen son confusos. Nicolás Maduro confirmaba su intención de negociar con el apoyo del reino noruego mientras se ordenaban las detenciones, incluyendo la de Guevara, uno de los miembros de la oposición activos en la mesa de diálogo. Maduro dijo en el pasado que no negociaría con Guaidó o Guevara por considerar que quieren matarlo y que prefiere dialogar con exdiputados que representan otra facción de la oposición y a quienes él llama “la mesita” o “los alacranes”, y que según aquellos afines a Guaidó consiste en una “oposición a la medida de Maduro”, que no los representa.
Las acusaciones contra Guevara –que son denunciadas como falsas por su equipo legal– son, para el oficialismo, consecuentes con las condiciones que planteó Maduro para el diálogo. “Hemos propuesto tres condiciones para ir a México”, dijo esta semana, la primera sería que Estados Unidos y la Unión Europea levanten todas las sanciones contra Venezuela; la segunda, que todos los partidos políticos reconozcan a los poderes públicos y, por último, “que todos los sectores renuncien a planes violentos con delincuentes, golpes de Estado, magnicidio y otros caminos de la violencia”.
El vocero del presidente interino explicó a SEMANA que, así como Maduro prefiere negociar con los miembros de “la mesita”, ellos también buscarían otro interlocutor. “Nosotros seguiremos insistiendo en la posibilidad de una solución a través de un acuerdo, bien sea con la Fuerza Armada Nacional o con quienes lo sostienen”, dice la fuente, “el acuerdo es lo que va a permitir salvar a Venezuela y al continente, pues los países vecinos corren también un riesgo”.
Si bien asegura que los aliados internacionales de Guaidó estarían dispuestos al levantamiento progresivo de las sanciones, con la detención de Guevara y de más de 200 presos políticos, “no esperamos buena fe de la dictadura, siempre va a buscar cualquier camino antes que sentarse a lograr un acuerdo en beneficio de los venezolanos”. Así las cosas, es poco probable el éxito del diálogo en México o la libertad que Venezuela necesita.
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