Desde Clinton hasta Trump, el trato de Putin con cada uno de ellos ha sido muy distinto y ha dependido, no solamente de sus características personales, sino también de la situación concreta en cada momento.
Joe Biden, con el que Vladímir Putin se reúne hoy por primera vez en Ginebra, será el quinto presidente de Estados Unidos con el que el jefe del Kremlin ha tenido que mantener relaciones desde su llegada al poder en 1999. El trato de Putin con cada uno de ellos ha sido muy distinto, ha dependido, no solamente de las características personales de sus homólogos americanos, sino también de la situación concreta en cada momento, tanto a nivel interno como internacional.
Putin se estrenó cuando al frente de la Casa Blanca estaba Bill Clinton, que finalizaba ya su segundo mandato. Tal vez por ello, la primera reunión que mantuvieron, a comienzos de junio de 2000 en Moscú, fue prácticamente improductiva. Pero fue cordial, aunque en un tono muy distinto al de su predecesor, Borís Yeltsin, cuya relación con Clinton fue mucho más calurosa a pesar de que se estropeó después de que la OTAN bombardease Yugoslavia en 1999.
Washington andaba ya entonces detrás de modificar el tratado ABM (Misiles Antibalísticos) para adecuarlo a las amenazas de los llamados «estados parias», pero el Kremlin se oponía porque consideraba el acuerdo «la piedra angular del equilibrio estratégico». Recordando cómo Yeltsin «trajo la democracia a Rusia», Clinton afirmó entonces que Putin «continuará el mismo camino para construir una Rusia fuerte y próspera preservando las libertades y el imperio de la ley».
El siguiente socio del presidente ruso al otro lado del océano fue George W. Bush. Se vieron en su primera cumbre el 16 de junio de 2001 en Liubliana. Las discrepancias en torno al ABM continuaban y el primer mandatario ruso tuvo que pedir a su interlocutor no actuar de forma unilateral en asunto tan crucial. Bush, por su parte, dijo que miró a Putin a los ojos y comprendió que era de fiar. «Pude percibir su alma, la de un hombre dedicado por entero a su país», aseguró el entonces presidente de los Estados Unidos. La relación entre ellos se reforzó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Putin le ofreció todo su apoyo en la lucha contra el terrorismo.
Pero, incapaces de llegar a un acuerdo para renovar de forma consensuada el ABM, Bush lo abandonó en diciembre de 2001 para construir una escudo antimisiles en el este de Europa y proteger así al continente de un hipotético ataque de Irán. Putin siempre ha creído que tal escudo fue concebido, no pensando en Irán, sino en Rusia. Aquella decisión enfrió la relación entre Putin y Bush. En 2003, Moscú condenó la invasión estadounidense de Irak y la supuesta influencia de Washington en la revuelta habida en Georgia en noviembre de aquel mismo año, cuando Mijaíl Saakashvili logró derrocar al veterano Eduard Shevardnadze.
«Resetear» las relaciones
Un año después, en el otoño de 2004, estalló la «Revolución Naranja» en Ucrania y Putin también vio detrás la mano de Estados Unidos. Así que la relación con su homólogo estadounidense se deterioró todavía más. El divorcio se produjo en agosto de 2008, cuando Rusia atacó Georgia y convirtió en protectorados Abjasia y Osetia del Sur. Lo hizo porque Saakashvili intentó recuperar por la fuerza el control sobre esta última provincia. Entonces Putin ya no era presidente, sino primer ministro. Cedió el poder durante cuatro años a Dmitri Medvédev.
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