El azúcar se ha convertido en uno de los principales “villanos” de los tiempos modernos: reducirla al máximo de la alimentación es un objetivo prioritario, mientras no esté presente de forma natural en los alimentos.
Por El Nacional
La Organización Mundial de la Salud recomienda que el consumo en forma de azucares libres no debe pasar de 10 % de la ingesta calórica diaria total, tanto en adultos como en niños, y además sugiere una reducción por debajo de 5% de la ingesta calórica (unos 25 gramos al día).
Consumo de azúcar
Estos azúcares libres son los azúcares (refinados o sin refinar) añadidos a los alimentos y las bebidas por el fabricante, el cocinero o el consumidor, a los que hay que sumar los naturalmente presentes en la miel, los jarabes, los jugos de frutas y los concentrados de jugos. De ahí que el estudio de su consumo sea un tema tan relevante en los últimos años.
Sin embargo, aún muchas investigaciones omiten la forma de ingesta –es decir, si son libres o intrínsecos–, lo que podría justificar los datos contradictorios entre ellas. Es cierto que los expertos enfatizan la importancia de evitar los azúcares libres, pero la falta de consideración en algunos trabajos puede contribuir a la discrepancia en los resultados.
Diana Thomas, del Center for Quantitative Obesity Research, en Nueva Jersey, ha señalado esta omisión. Una situación que afecta, por ejemplo, a la prueba de tolerancia a la glucosa, al colesterol y a los triglicéridos: a veces no hay cambios en estos parámetros y otras veces sí.
Ante esta indefinición, las pautas a lo largo de las últimas décadas han sido también discrepantes, ya que a veces se aconsejaba que la ingesta de azúcar no debía exceder 5% del requerimiento energético, mientras que otras recomendaciones implican que incluso 25% del total de energía podía provenir sin problemas de ese ingrediente de la dieta. El gran estudio esclarecedor no se ha dado todavía, pero examinar la cuestión con el prisma de la evolución nos puede dar una pista para encontrar la verdad.
Adaptados a las frutas frescas
La fisiología evolutiva explora cómo han cambiado los organismos a lo largo de los tiempos para mejorar su aptitud y supervivencia. Sus hallazgos llevan a pensar que la evolución adaptó genéticamente la fisiología metabólica de nuestros ancestros para lidiar con el azúcar intrínseco de las frutas frescas, ya que el azúcar libre era inexistente.
En la era del Mioceno, hace entre 24 y 5 millones de años, las frutas eran el componente principal en la dieta de los homínidos. Según el experto italiano Riccardo Baschetti, cuatro hallazgos clave aportan una perspectiva evolutiva al debate sobre el azúcar.
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