La vitamina D emergió con potencia inusitada durante la pandemia en una serie de informes que aparecieron en cadena en al menos tres de los más importantes medios científicos del mundo, todos ellos advirtiendo sobre el valor y las consecuencias de su presencia o no en los pacientes con COVID-19. Su deficiencia está asociada con reacciones inflamatorias y disfunción inmune por lo que predispone a los individuos a infecciones severas.
¿Qué es la vitamina D? Esta vitamina produce efectos antivirales por mecanismos tanto directos como indirectos, mientras que su deficiencia puede aumentar la probabilidad de infección por virus como el retrovirus, la hepatitis y el dengue. Esta vitamina ayuda además al metabolismo óseo, la autorregulación del calcio y las funciones del sistema inmune.
En el contexto actual, la vitamina D está relacionada directamente con el COVID-19. De hecho, en marzo, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Turín proponía que la vitamina D ciertamente no es una cura, sino una herramienta para reducir los factores de riesgo y que, por ende, incorporarla para combatir la pandemia de coronavirus podría ser clave.
Otra investigación llevada a cabo por la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston de los Estados Unidos, determinó que obtener vitamina D está relacionado con un menor riesgo de sufrir infecciones graves por coronavirus y padecer síntomas graves como confusión, pérdida del conocimiento, dificultad para respirar y muerte. Las personas que incorporan suficiente vitamina D tienen un riesgo 52 por ciento menor de morir de COVID-19 que aquellos que tienen deficiencia de la ‘vitamina del sol’, revelaron.
Otro estudio reveló que la falta de vitamina D podría ser un factor en común entre las personas con un cuadro más grave de coronavirus que requieren hospitalización. Así lo confirmó una nueva investigación publicada en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism de la Endocrine Society. La investigación encontró que el 80% de los pacientes con coronavirus en un hospital español tenía deficiencia de la vitamina del sol.
Los hallazgos sugieren que identificar y tratar a los pacientes con COVID-19 con deficiencias de vitamina D, en particular aquellos que tienen un alto riesgo de casos graves de COVID-19 como las personas mayores, podría ayudar a mejorar los resultados.
«Hasta ahora lo que se ha demostrado es que hay una asociación y que quienes tienen la enfermedad tienen un déficit de vitamina D. De allí a que la vitamina D como tratamiento pueda prevenir la enfermedad faltan varios pasos”, introdujo Fernán Quirós en uno de los tres reportes semanales que suele brindar para difundir detalles sobre el avance del coronavirus en la Capital Federal.
Lo cierto es que la vitamina D es única porque se puede producir en la piel a partir de la exposición a la luz solar. Existe en dos formas: se obtiene de la irradiación UV y de algunos alimentos. La luz UVB del sol incide en la piel y los seres humanos sintetizan vitamina D3, por lo que es la forma más “natural”. Los seres humanos no producen vitamina D2, y la mayoría de los pescados ricos en aceite como el salmón, la caballa y el arenque contienen vitamina D3.
Pero ¿cómo incorporar la vitamina D de forma natural? Algunos de los alimentos que se pueden ingerir para obtener esta vitamina son el pescado (salmón, bacalao, sardinas), los lácteos y cereales, entre otros. La ingesta de estas comidas forman un compuesto denominado colecalciferol que se transfiere al hígado para convertirse en vitamina D activa. De aquí deriva la relación entre la carencia de vitamina D y un aumento de grasa corporal, ya que la falta de esta vitamina cambia la forma de procesar los nutrientes. En vez de utilizar los alimentos como energía, la carencia de vitamina D activa una enzima que almacena la comida en células grasas, generando -en consecuencia- un aumento de peso.
Sus propiedades, que intervienen en la absorción de calcio y fósforo, representan un papel fundamental en el mantenimiento de órganos y sistemas a través de múltiples funciones. En diálogo con Infobae, el médico especialista en nutrición Alberto Cormillot explicó que “la vitamina D interviene en el desarrollo celular y en el sistema inmune, contribuyendo a la formación y mineralización ósea”. Si bien es especial para el desarrollo, dosis muy altas de esta vitamina puede generar un efecto contrario.
Por otro lado, también se puede obtener vitamina D de alimentos fortificados que son a los que a menudo se le añade esta vitamina. Dentro de ellos se encuentra la leche, los cereales, el jugo de naranja, productos lácteos, bebidas de soja, entre otras.
La forma más fácil de obtenerla, sin embargo, es mediante la exposición al sol de 5 a 10 minutos, ya que es vital para fomentar su producción natural en el cuerpo, pero es importante equilibrar esta exposición para no dañar la piel.
La vitamina D que se ingiere se incorpora a los quilomicrones, que se absorben en el sistema linfático y entran en la sangre venosa. Sin vitamina D, sólo se absorbe del 10 al 15% del calcio de la dieta y alrededor del 60% del fósforo. La suficiencia de este nutriente mejora la absorción de calcio y fósforo en un 30 a 40% y 80%, respectivamente. El receptor de vitamina D (VDR) está presente en la mayoría de los tejidos y células del cuerpo.
Riesgos de la falta de vitamina D
Un metaanálisis de 23 estudios mostró que la falta de vitamina D en personas obesas era un 35 por ciento mayor que en personas con peso normal. Además, un estudio dirigido por Caitlin Mason del Fred Hutchinson Cancer Research Center en Seattle, Estados Unidos, descubrió que “la falta de vitamina D lleva a la debilidad en los huesos, deficiencia en las hormonas y poca capacidad aeróbica”.
La deficiencia de vitamina D puede resultar del consumo de una dieta no equilibrada, aunada a una inadecuada exposición solar; también puede ocurrir por desórdenes que limiten su absorción o condiciones que limiten la conversión de vitamina D en metabolitos activos, tales como alteraciones en hígado o riñón, o raramente por algunos desórdenes hereditarios.
Otro estudio realizado en California, Estados Unidos -llevado a cabo por Dr. Vicente Gilsanz del Hospital de Niños de Los Ángeles- confirmó que «la carencia de vitamina D genera un incremento de grasa corporal. Además, sostiene que “varios factores de esta vitamina determinan el sobrepeso y la obesidad”.
Lo cierto es que el vínculo tiene sentido porque se sabe que la vitamina D fortalece la capacidad del cuerpo para combatir los virus y puede ayudar a sofocar las tormentas de citoquinas, o cuando el sistema inmunológico reacciona de forma exagerada a una invasión viral, algo que afecta a muchos pacientes con COVID-19 grave.
Aún así, obtener suficiente vitamina D, aunque no demasiada, a través de la luz solar, la suplementación o ciertos alimentos como el pescado graso, es importante no solo por la protección potencial contra el coronavirus, sino también para la salud en general. Las deficiencias también están relacionadas con enfermedades cardíacas, diabetes, trastornos del sistema inmunológico, ciertos tipos de cánceres y problemas óseos como la osteoporosis.
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