Los últimos seis meses han sido todo lo contrario a lo que esperaba Gabriel a inicios del año pasado, cuando decidió postergar su migración al aceptar un trabajo como asistente virtual, a distancia, en una empresa extranjera que le pagaba entre 500 y 600 dólares mensuales.
Entre ambos sueldos, las pensiones y “rasguñando” los bonos gubernamentales, a lo largo de 2022 lograron cubrir los gastos de alimentos, medicinas y uno que otro imprevisto, pero cada mes les rendía menos el dinero.
La crisis económica venezolana, marcada por al menos ocho años de recesión, cuatro de hiperinflación y alzas constantes del tipo de cambio, sigue sin resolverse y uno de los síntomas que mantiene es el alto costo la vida, incluso en dólares, que desde 2019 ocupa gran parte de las transacciones y ahorros de los venezolanos ante la pérdida de valor de la moneda nacional.
Según estimaciones del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice), al 15 de abril de este año la variación de precios interanual en el país fue de 535 % en bolívares y cerca de 17 % en dólares.
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