La singular historia del único desertor abiertamente homosexual de Corea del Norte fue cubierta por la prensa internacional cuando publicó su autobiografía. Ahora, 25 años después de huir de su país, cuenta a la BBC sus planes para casarse con su novio estadounidense.
Por BBC MUNDO
Jang Yeong-jin nunca le habían parecido atractivas a las mujeres. Pero no fue hasta la noche de bodas, a los 27 años, que esto le hizo su vida más difícil.
Jang se sintió intensamente incómodo. «No podía poner un dedo sobre mi esposa«, recuerda.
Aunque la pareja finalmente consumó su matrimonio, el sexo era poco habitual.
Cuatro años después, su esposa seguía sin quedar embarazada, y uno de los hermanos de Jang comenzó a averiguar. Jang admitió que jamás se había sentido atraído por una mujer, y su hermano lo mandó rápido al doctor.
«Fui a muchos hospitales en Corea del Norte porque pensé que tenía algún problema«.
Nunca se le ocurrió a Jang, o su familia, que podía haber otra razón por su falta de interés hacia su esposa.
Pruebas médicas
«La homosexualidad no es un concepto en Corea del Norte», dice.
Si se ve a alguien correr a saludar a un amigo del mismo sexo, se asume que son buenos amigos. De hecho, con frecuencia se ve a adultos del mismo género agarrados de la mano en la calle, explica.
«Corea del Norte es una sociedad totalitaria. Tenemos mucha vida comunitaria, así que es normal para nosotros».
Echando la vista atrás, Jang piensa que no era el único incomprendido.
Cuando ingresó en el hospital durante un mes para hacer pruebas médicas, conoció a otros pacientes.
«Descubrí que muchos habían tenido una experiencia similar: hombres que no podían sentir nada hacia una mujer».
Pero explorar lo que realmente sentían era casi imposible.
«En Corea del Norte, si un hombre dice que no le gusta una mujer, la gente piensa que está enfermo».
Un hombre con el que Jang había servido en el ejército lo visitó varias veces después de ser dado de alta. Le confió que su noche de bodas también había sido un desastre y que ni siquiera podía tomar de la mano a su esposa.
«Creo que era alguien como yo», reflexiona Jang.
Park Jeong-Won, profesor de leyes en la Universidad Kookmin en Seúl, Corea del Sur, no tiene conocimiento sobre alguna ley explícita en Corea del Norte contra las relaciones homosexuales.
Pero agrega que las leyes del estado contra las relaciones extramaritales y la violación de las costumbres sociales probablemente serían utilizadas para enjuiciar cualquier acto sexual gay.
Otro académica en Seúl, Kim Seok-hyang, ha entrevistado docenas de desertores sobre esto, y dice que ninguno había escuchado jamás hablar sobre el concepto de homosexualidad.
«Cuando les preguntaba sobre homosexualidad, les costaba entender. Así que tenía que explicarlo a cada persona», dice Kim, profesora de estudios norcoreanos en la Universidad de Mujeres Ewha.
Todos los desertores le confesaron que si alguien les descubría explorando relaciones con alguien del mismo sexo, serían condenados al ostracismo, incluso posiblemente ejecutados.
Jang fue dado de alta con un historial médico limpio. Todas las pruebas médicas solicitadas por su hermano mostraron que no tenía nada malo.
La decisión de marcharse
Por otro lado, la esposa de Jang seguía siendo infeliz.
«Pensaba: ‘Debería dejar marchar a esta persona. Deberíamos encontrar una forma de ser felices'», cuenta el desertor.
Jang solicitó el divorcio. Sin embargo, este proceso no es fácil en Corea del Norte. Se requiere el permiso de un tribunal, y estos priorizan la unidad familiar, dice el profesor de leyes Park Jeong-Won.
Solo autorizan una separación si el matrimonio es visto como una amenaza a la ideología del país, explica.
Fue entonces cuando Jang se dio cuenta que solo le quedaba la opción de huir, de abandonar Corea del Norte. Esto anularía automáticamente su matrimonio y permitiría volver a casarse a su mujer.
Pero el catalizador de su decisión fue una visita del mejor amigo de Jang, un hombre llamado Seoncheol.
Habían crecido juntos en el pueblo norteño de Chongjin. Eran muy cercanos, y dormían en la misma cama cuando uno se quedaba en casa del otro durante la infancia.
Pero cuando crecieron, los sentimientos de Jang por Seoncheol se intensificaron.
«Realmente Seoncheol me gustaba mucho. Todavía sueño con él».
A veces Seoncheol le visitaba para cenar y, una noche, preocupado por lo tarde que se había hecho, Jang persuadió a Seocheol para que se quedara a dormir.
Unas horas más tarde, Jang se encontró saliendo de su propia cama y acercándose a Seoncheol. Estaba devastado cuando su amigo dormido ni siquiera se movió.
«No sé exactamente qué quería de él, tal vez solo que me abrazara fuerte», dice Jang.
Aquel momento le hizo sentir que su vida en Corea del Norte había llegado a su fin.
La fuga
Jang llegó a Corea del Sur en abril de 1997 arrastrándose por la zona desmilitarizada (DMZ) llena de minas que divide las dos naciones, después de que su ruta inicial le dejara varado en China.
Cruzar la DMZ es tan arriesgado e infrecuente que su fuga fue noticia en el sur.
Las dinámicas en Seúl eran muy distintas a las de Corea del Norte, pero incluso aquí el caso de Jang desconcertó a los funcionarios surcoreanos.
Todos los desertores de Corea del Norte se someten a varias semanas de interrogatorios obligados del Servicio de Inteligencia de Corea del Sur (NIS) para comprobar que no son espías.
Jang fue interrogado durante más de cinco meses porque se resistía a explicar la verdadera razón por la que desertó.
Cuando finalmente admitió que simplemente no se sentía atraído por su esposa, se le permitió quedarse, pero una vez más fue enviado al médico.
«Los funcionarios del NIS me dijeron que debía haber alguna razón por la que no me gustaban las mujeres».
En aquel tiempo, incluso en el sur había poca conciencia sobre las distintas orientaciones sexuales. Varios doctores le recomendaron buscar ayuda psicológica, pero ignoró sus consejos.
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