Los escoltas de la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández y la Policía Federal cometieron varios errores que facilitaron la penetración de Fernando Sabag Montiel, el joven que intentó dispararle a la dirigente izquierdista en plena calle.
Sin reacción, los encargados de proteger y cuidar a la vice no solo no pudieron evitar que el acusado, Fernando Sabag Montiel, le pusiera el arma a centímetros de la cara sino que después tampoco la aislaron y se fueron caminando junto a ella casi sin protegerla a pesar de que el riesgo no había terminado.
El primer error fue que el operativo -según los expertos en seguridad- no contó con los anillos de protección que se requieren para custodiar a un funcionario de alto rango.
El segundo error en la noche del jueves fue que falló el cordón exterior de la Policía Federal, con personal vestido de civil y uniformados, que debían detectar posibles amenazas. En esa línea, también erraron los custodios de la primera línea, que presuntamente son los más calificados: se quedaron inmovilizados ante el ataque. Incluso, según las imágenes del video del atentado, los oficiales estaban mirando a Cristina Kirchner y no a la multitud que es el lugar de donde podía aparecer una agresión.
El tercer error, y quizá el más grosero, se dio luego de que el hombre sacara el arma e intentara disparar. A pesar de que todos los manuales de custodia sostienen que se debe «encapsular» y armar un pasillo de salida para que la posible víctima pueda salir, los oficiales se quedaron sin reacción. Ninguno se arrojó sobre la vicepresidenta -como indican los protocolos- para protegerla de un posible impacto de bala. Tampoco despejaron la zona.
Incluso evitaron meterla dentro del auto de la custodia que estaba justo atras de Cristina Kirchner. Era un Toyota Corolla blanco donde podía refugiarse y salir con mayor velocidad ante la posibilidad de que existieran más agresores.
Los instantes que siguieron son aún más alarmantes y hablan del poco expertise de la vigilancia oficial.
Se trata del cuarto error de los custodios. La vicepresidenta, tras el ataque, sigue caminando entre la gente a paso lento y los oficiales apenas la cubren con sus manos. Ni siquiera despejan con firmeza a los militantes que llegan a tocar a la vicepresidenta. Cristina tiene en su manos su libro «Sinceramente» y recorre unos 50 metros casi sin protección hasta entrar a su domicilio.
Una dato se suma a los problemas con la seguridad de la vicepresidenta. Y le da forma al quinto error de la seguridad de la vice. En la esquina de Juncal y Uruguay, donde vive Cristina, no hay cámaras de seguridad. El Gobierno de la Ciudad las tuvo que retirar, en noviembre de 2018, luego de que la vicepresidenta denunciara que estaban puestas en esa esquina para «espiarla».
Las imágenes de esas cámaras habrían ayudado a reconstruir los movimientos del atacante. Incluso para saber si llegó solo al lugar o si antes del ataque estuvo con otras personas o posibles cómplices.
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