Lisa Montgomery, la única mujer en el corredor de la muerte federal de Estados Unidos, fue ejecutada este miércoles por asesinato.
Por BBC
Recibió una inyección letal en una prisión de Terre Haute, Indiana, después de que la Corte Suprema de Estados Unidos levantara una suspensión de última hora dictada ese mismo día por el juez James Hanlon.
«El estado mental actual de la sra. Montgomery está tan separado de la realidad que no puede comprender racionalmente el motivo del gobierno para ejecutarla», escribió el juez Hanlon.
«La suspensión de la ejecución se concede para permitir que el tribunal lleve a cabo una audiencia para determinar la capacidad de la sra. Montgomery de ser ejecutada», agregó.
Sus abogados habían argumentado que padecía una enfermedad mental y sufrió graves abusos cuando era niña.
Según testigos, una mujer parada junto a Montgomery durante el proceso de ejecución le quitó la mascarilla a la reclusa y le preguntó si tenía unas últimas palabras. Montgomery respondió «No» y no dijo nada más.
Fue declarada muerta a las 01:31 (06:31 GMT). La abogada de Montgomery, Kelley Henry, dijo que todos los que habían participado en la ejecución «deberían sentir vergüenza».
«El gobierno no se detuvo ante nada en su empeño por matar a esta mujer herida y delirante», dijo en un comunicado. «La ejecución de Lisa Montgomery estuvo lejos de la justicia».
Montgomery, de 52 años, fue ejecutada por el asesinato de Bobbie Jo Stinnett, de 23 años, cuando esta estaba embarazada de ocho meses.
En diciembre de 2004, Montgomery, entonces de 36 años, la estranguló para después sacar al bebé de su útero y secuestrarlo. La madre murió desangrada.
Sus abogados y activistas opositores a la pena de muerte argumentan que la mujer era una enferma mental víctima de abuso, la cual merecía misericordia. Pero muchos otros piensan lo contrario.
Aquí te contamos su historia.
Para Diane Mattingly, hay un momento de su infancia por el que siente una enorme gratitud, pero también culpa.
Atribuye ese momento a su vida «bastante normal» en una tranquila casa en 3,2 hectáreas, una relación amorosa con sus hijos, y casi dos décadas en un trabajo en Kentucky, en el centro de EE.UU.
Al mismo tiempo, se culpa por el destino de su media hermana menor, Lisa Montgomery.
Mattingly y Montgomery vivieron juntas hasta los 8 y 4 años de edad, respectivamente. Estaban en una casa aterradora, cuenta Mattingly, donde el abuso físico, psicológico y sexual era una rutina por parte de Judy Shaughnessy, la madre de Montgomery, y sus novios.
El padre biológico de las niñas dejó la casa y, después de un tiempo, Mattingly fue trasladada a un hogar de acogida. Montgomery se quedó con su madre.
Pasaron 34 años antes de que las medias hermanas se volvieran a ver. Y eso sería en una sala de audiencias, donde los fiscales federales persuadían a un jurado para condenar a muerte a Montgomery.
«Sacaron a una hermana y la pusieron en un hogar lleno de amor y la criaron y tuvo tiempo para sanar», dice Mattingly. «La otra hermana se quedó en esa situación, y fue de mal en peor. Y luego, al final, estaba destrozada».
A fines de diciembre, los abogados de la mujer presentaron una petición al presidente que argumentaba que después de una vida de abuso, de tortura, ella estaba demasiado enferma mentalmente como para ser ejecutada, que merecía misericordia.
Sin embargo, en la pequeña ciudad de Skidmore, Misuri, donde se cometió el crimen, hay poca simpatía por ella. Muchos creen que los momentos finales de Bobbie Jo Stinnett fueron tan horribles que la sentencia de muerte está justificada.
Lisa Montgomery y Bobbie Jo Stinnett se conocieron en internet por su amor por los perros. Se mantuvieron en contacto durante semanas en un foro para criadores y entusiastas de la raza rat terrier. Montgomery le dijo a Stinnett que ella también estaba embarazada y la pareja compartió historias de embarazo.
En diciembre de 2004, Montgomery condujo unos 280 km desde su casa en Kansas hasta Skidmore, donde tenía una cita para ver unos cachorros propiedad de Stinnett.
Pero no era Montgomery a quien esperaba Stinnett, era una mujer que se llamaba Darlene Fischer.
Fischer era un nombre que Montgomery usaba cuando comenzó a enviar mensajes a Stinnett desde una dirección de correo electrónico diferente, preguntando por uno de sus cachorros.
Cuando Stinnett abrió la puerta, Montgomery sujetó a la mujer embarazada, la estranguló con un trozo de cuerda y tomó al bebé de su útero.
Los investigadores se dieron cuenta rápidamente de que «Darlene Fischer» no existía y rastrearon a Montgomery al día siguiente utilizando su correo electrónico y la dirección IP de su computadora. La encontraron cuidando una niña recién nacida, decía que dio a luz el día anterior. Su historia se vino abajo rápidamente y confesó el asesinato.
Desde 2008, Montgomery ha estado recluida en una prisión federal para reclusas con necesidades médicas y psicológicas especiales en Texas, donde ha recibido atención psiquiátrica. Estuvo bajo vigilancia de suicidio en una celda aislada.
Los abogados de Montgomery argumentan que debido a una combinación de años de horribles abusos y una serie de problemas psicológicos, nunca debería haber recibido la pena de muerte. Creen que en el momento del crimen, Montgomery estaba en estado psicótico y fuera de contacto con la realidad.
En su defensa se sumó un coro de voces de apoyo desde el ámbito legal, incluidos 41 fiscales en activo y pasados, así como entidades de derechos humanos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Sin embargo, los llamados para que el presidente Donald Trump fuera misericordioso no era unánimes. Según Gallup, si bien el apoyo a la pena de muerte en Estados Unidos se encuentra en su nivel más bajo en más de 50 años, el 55% de los estadounidenses todavía cree que es un castigo apropiado para el asesinato. Y en ningún lugar ese apoyo se siente más palpablemente en este caso que en Skidmore.
«Bobbie merecería estar aquí hoy. La familia de Bobbie lo merece», dice Meagan Morrow, una compañera de secundaria de Stinnett. «Y Lisa merece pagar».
El equipo legal actual de Lisa Montgomery ha realizado unas 450 entrevistas con familiares, amigos, médicos y trabajadores sociales. Juntos han expuesto la disfunción familiar, abuso, negligencia, drogas y enfermedades mentales no tratadas alrededor de la sentenciada.
«Toda la historia es trágica», dice Kelley Henry, uno de los abogados. «Pero una de las cosas que el presidente puede decir a las mujeres que han sido víctimas de la trata y que han sufrido abusos sexuales, ‘su abuso importa'».
Para Montgomery, argumentan sus abogados, comenzó antes de que ella naciera. Según una entrevista con su padre, la madre de Montgomery, Judy Shaughnessy, bebió mucho durante su embarazo y su hija nació con síndrome de alcoholismo fetal. Múltiples expertos médicos han dado declaraciones que coinciden con ese diagnóstico.
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