Cada mes, miles de personas cruzan la frontera irregularmente, valiéndose de la guía de coyotes o contrabandistas de personas que amasan millonarias sumas de dinero con el tráfico de personas.
Celia Mendoza | Alejandra Arredondo | Voz de América
Cuando lo metieron dentro del baúl de un automóvil, bajo un fondo falso, Ronald Cetina-Galicia no sabía si iba a salir vivo. El guatemalteco estaba en la oscuridad, con un pequeño hueco que usaba para respirar, mientras era transportado a la frontera con Estados Unidos por contrabandistas.
Después de más de una hora, el coche en el que venía fue detenido por agentes de la Patrulla Fronteriza (CBP), que vigilan la frontera con México. Lo descubrieron al pasar un detector de metales por el maletero en el que Ronald iba escondido. Arrestaron a los dos hombres que lo traían y a él lo llevaron a un centro de detención.
“A Dios le doy gracias porque dicen que todos los que se meten ahí [en el baúl del carro] no salen (…) sentí mucho miedo”, dijo Cetina-Galicia a la Voz de América. Había tratado de ingresar sin documentos a Estados Unidos en siete ocasiones. Ahora, se encuentra en Tucson, Arizona, en un albergue para migrantes y solicitantes de asilo.
Miles de personas intentan cruzar la frontera de manera irregular cada año, con los números aumentando drásticamente en los últimos meses. Muchos de ellos, como Cetina-Galicia, ponen sus vidas y las de sus propios hijos en manos de traficantes humanos, de contrabandistas, narcotraficantes o coyotes, alimentando una industria multimillonaria.
Detrás de cada historia hay profundas heridas y cicatrices que difícilmente sanarán. Por historias como la que le relató a la VOA Sue Chilton, ranchera de Arivaca, es difícil para las autoridades fronterizas comprender por qué una persona decide arriesgar su vida y la de sus propios hijos para llegar a Estados Unidos. Chilton narró el drama de una pareja que viajaba en una caravana con 18 hombres. Según sus palabras, a diario la mujer era abusada sexualmente por cada hombre del grupo, mientras el jefe de la banda amenazaba con arma blanca al esposo.
Diego Piña López, gerente de portafolio de Casa Alitas, uno de los refugios de inmigrantes en Tucson, Arizona, aseguró a la VOA que por años, han atendido a más de 30.000 personas, quienes en su mayoría huyen de situaciones insostenibles en sus países de origen. La mayoría de ellos llegan a su refugio cargando pesados dramas emocionales cuyas heridas tardan años en cicatrizar.
Conscientes del nivel de complejidad del reto que enfrentan para encontrar el balance entre las necesidades humanitarias y la seguridad nacional con respecto al fenómeno de la masiva inmigración desde los países centroamericanos, una de las puntas de lanza de la estrategia del mandatario Joe Biden para disuadir la inmigración de personas indocumentadas es atacar las raíces de la problemática desde su raíz, como lo explicó en entrevista con la Voz de América para #másalládelmuro, la subsecretaria adjunta del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental, Emily Mendrala.
Negocio multimillonario, nivel adicional de complejidad
En el 2018, Víctor Manjarrez, exjefe de la Patrulla Fronteriza en Texas y Arizona, llevó a cabo un estudio que concluyó que en un sólo año, los carteles que controlan zonas al norte de México y cerca a la frontera con EE. UU., hicieron 100 millones de dólares sólo en tarifas para permitir el paso a los contrabandistas, conocidas como “derechos de piso”.
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