Cuando la oportunidad lo permite o si la necesidad lo exige, san cristobalenses buscan el pan diario vendiendo de todo en las colas para gasolina.
De todo se ve en las colas para surtir de combustible en las diferentes estaciones de servicio. Desde parejas expresándose amor, hasta peleas entre vecinas por unos metros de calle que se traducen en unos pesitos y robos que ponen en riesgo la vida y bienes de los consumidores. Y a la par van floreciendo nuevos “negocios”.
Y es que ahora las personas viven en la ruta de las colas tienen su rebusque, pues quienes desean un puesto para su vehículo pagan a estos residentes con tal de no quedar tan lejos, y así garantizar la “tanqueada”, dado que desde hace dos meses en la zona metropolitana de San Cristóbal, el suministro de gasolina se rige por el pico y placa.
Con palos, envases, ramas y hasta piedras pesadas, los vecinos apartan la cantidad de puestos que se les antoja, que van desde cuatro a diez puestos, lo que se traduce en una entrada extra que no es en bolívares, sino en pesos colombianos o bien productos de la cesta básica y pobre de quien se atreva a meterse en esos puestos sin pagar. Golpes y gritos aparecen frecuentemente, pues defienden sus parcelas con las uñas.
Yo ya tengo mi clientela. Unos me traen los 5.000 pesos que cobro y otros, me pagan con comida. Todo se vale. Eso sí, yo solo les cobro si llega la gandola. Si no, pues ni modo. Hay que ser conscientes también”, dijo Gabriela, habitante de La Concordia y que vive a una cuadra de donde se forma la fila para una de las estaciones de servicio de la zona.
La joven considera que este “trabajo” no afecta a nadie, pues si bien ella aparta puestos a los consumidores privilegiados que han pagado por este “servicio”, no permite que otros carros se coleen. “Mientras no se metan conmigo, yo ando callada. Aquí venden gasolina y yo no digo nada”, agregó.
La competencia por lograr clientes empieza en horas de la mañana anterior al día que llegará la gandola. Por ejemplo, si saben que la cisterna con gasolina llegará el jueves en la madrugada, desde el miércoles en la mañana los vehículos con terminales 0, 1, 2 y 3 buscan los mejores puestos, los cuales ya se encuentran apartados.
Desde 5.000 hasta 10.000 pesos vale el derecho de estar entre los 50 primeros. El “servicio” incluye la reserva del puesto, por si el cliente debe salir a trabajar. “Vaya y haga sus cosas y se mete en la tarde, cuando ya se desocupe”, dice Ronald, uno de los compañeros de Gabriela, quien cuida unos metros más allá.
Entre todos hay una camaradería y se protegen. A Gabriela la cuidan por ser la única mujer que cuida puestos. Ya en reiteradas ocasiones las personas que dejan los carros se rehúsan a pagarle, por lo que están pendientes de los “vivos”. “El que llega aquí a pedir que le aparten puesto debe pagar, si no que se pare más adelante o donde puede, pero no que se aproveche de la necesidad”.
Las peleas son frecuentes y justo este jueves hubo una pequeña pelea entre cuidadores y el dueño de un carro que se negó a pagarle a Gabriela. Ella, para evitar que la situación se saliera de control, dejó que el sujeto se quedara, no sin antes advertirle que los demás cuidadores no lo querían volver a ver. Incluso, lo amenazaron con hacerle daño a su vehículo si volvía.
Por esta razón han retirado varias colas de calles residenciales, precisamente porque los vecinos alegan que tienen sus puestos porque se ubican en el frente de sus viviendas y los venden, en caso de que no les corresponda. “Por eso la retiraron del 23 de Enero y la pasaron a la Marginal, porque la gente hacía de las suyas allá, pero ahora hacen lo mismo los del barrio La Fapet”, dijo.
Vigilancia
En las colas no se está exentos de riesgos y peligros. De quedarse a dormir en las colas, se exponen al robo de sus pertenencias. Durante la noche del domingo pasado, a un vehículo ubicado a la altura del Cicpc le hurtaron la batería y una caja de herramientas. Quienes estaban unos metros más abajo escuchaban los disparos que hacían hacia la maleza, pues el delincuente se escondía en las inmediaciones del lugar. “Quienes quedan más arriba de la pasarela van armados. Eso ahí es una guillotina”, dijo Sael Rojas.
Ese mismo día, pero en la mañana, en la cola de la estación de servicio La Esperanza, de La Concordia, un sujeto le tocó la ventana a un conductor para decirle que había llegado la gandola. Al abrir la puerta fue encañonado y despojado hasta de los zapatos.
También hay otro servicio adicional, la vigilancia nocturna. Hay quienes no pernoctan en los vehículos, pero para evitar ser víctimas del hampa, pagan a los mismos cuidadores de puestos que se quedan a la intemperie toda la noche cuidando los carros. El costo es de 5.000 pesos.
Suplen así las labores de vigilancia que debe prestar la policía. Nunca aparece una patrulla por las diversas colas, para brindar algo de protección a quienes deben pernoctar en las filas. Sin embargo, cuando las bombas abren, sí aparecen patrullas, motos y cuanto vehículo oficial existe, pero no para cuidar, sino para surtirse ellos de gasolina, pasando por delante de quienes pasaron la noche a la intemperie.
Los vendedores de la noche
Sin importar si hay sequía o lluvia, las noches sancristobalenses suelen ser muy frías. Esto ha permitido que personas vecinas de las colas busquen ingresos extras con la venta de café, cigarros, empanadas y demás chucherías.
Martha Lozano, vendedora de café, asegura que la mejor venta se hace entre las 5:00 a.m. y 7:00 a.m. “A esa hora la gente que durmió en la cola se está levantando, hay frío y un cafecito caliente les da un poco de energía. Ahí aprovecho yo”.
Un vaso de café cuesta 1000 bolívares o 500 pesos, un cigarrillo vale 500 bolívares o 300 pesos. Una empanada tiene un costo de 3000 bolívares o 1500 pesos. En Táchira todo lo ofertado tiene su costo en la moneda local y en peso, pues es la divisa que más se usa, dada la proximidad con Colombia.
Mujeres, jóvenes, hombres y personas de edad avanzada ven en esta práctica, un ingreso extra, o a veces el único sustento para sus hogares. Para ellos un termo, vasos, un yesquero, cigarrillos y una cava son sus herramientas de trabajo.
Con información de Crónica.Uno