En este último artículo de la serie sobre “los problemas de la alternancia para la oposición”, analizo y comparo los casos de Turquía y Tailandia, países que recientemente tuvieron elecciones, con lo que ha hecho la oposición venezolana.
Lo haré a partir de dos artículos publicados en el Journal of Democracy. El primero, luego de la primera vuelta en Turquía que fue el 14-5-23. Firmado por Jennifer McCoy y Murat Somer, que lleva como título, “Las siete lecciones de Turquía para vencer a un populista autócrata”. En el país cuya capital es Ankara los comicios del 14 de mayo fueron para elegir al presidente en primera vuelta y al parlamento unicameral con 600 integrantes. Casi 65 millones de votantes estaban facultados para sufragar.
El segundo, sobre las elecciones parlamentarias en Tailandia. Escrito en caliente y firmado por Srdja Popovic y Steve Parks, se tituló “Cómo los activistas fueron superiores a los generales”.
El mismo día de la primera vuelta en Turquía, cerca de 52 millones de electores del reino en el sureste asiático votaron por una nueva cámara de representantes conformada por 500 diputados (el parlamento tailandés es bicameral, y su forma de gobierno es parlamentaria con un primer ministro).
El análisis no irá tanto a “qué no ha hecho la oposición”. Al contrario, las oposiciones en Tailandia y Turquía hicieron lo que la oposición venezolana hizo hasta 2013, aunque la primera innovó más que la oposición criolla. No sé si estudiaron el caso venezolano, pero realizaron cosas que la oposición hizo aquí. Pero como la oposición asumió la estrategia de la “presión y el quiebre” a partir de 2013 y Venezuela es un país sin memoria, parece que es al revés. Ahora la oposición venezolana podrá alimentarse de lo hecho en Turquía y Tailandia, aunque ya lo había hecho. Se trata de volver a lo que ya había caminado para caminar el camino que había andado.
Una advertencia sobre el método. Cuando este artículo se publique, habrá ocurrido la segunda vuelta en Turquía, que se hizo el 28-5-23. Mi artículo hará como si la segunda vuelta no hubiera pasado. El texto del Journal of Democracy analizó la primera vuelta. Voy a mantener este corte de tiempo similar para el análisis, de manera de medir “peras con peras”. Al final del artículo, haré un post scriptum (PS) que hablará sobre la segunda vuelta en Turquía, pero no antes. Mi análisis se quedó fijo en el 14-5-23.
En general, tanto en Tailandia como en Turquía se hizo lo que cualquier político con los pies sobre la tierra haría: construir estructuras políticas -partidos- hacer alianzas, comunicar su programa, y “cobrar” significó tener una organización para saber realmente los resultados de la elección y proteger sus votos.
No son oposiciones que apelaron a una “solución de afuera” porque “solos no podemos” o a estructuras paralelas como “interinatos” o “GI” sino hicieron un trabajo político: competir con las reglas del sistema y darles la pelea a gobiernos autoritarios como los de Turquía y Tailandia. En sencillo, organizar, comunicar, y monitorear. Son oposiciones nacionalistas ya que su estrategia no fue pedir sanciones para lograr el “quiebre de la coalición dominante” o invocar “intervenciones humanitarias” o el “R2P”, a pesar de que enfrentan a gobiernos autoritarios.
La aproximación de la oposición turca fue más clásica en su accionar frente al gobierno de Erdogan: alianzas entre partidos y un programa unitario. La estrategia en Tailandia fue más innovadora al incluir elementos de la “lucha no violenta”, aparte que los líderes de la alianza son más jóvenes que en Turquía. Kılıçdaroğlu es “un señor”, mientras que, en Tailandia, Shinawatra y Limjaorneat, son dos “chamos”.
Mi análisis, entonces, no será para decir “qué mal lo hacemos en la oposición” sino para ver qué falta para lograr una alternancia en el poder, a partir de sendos casos. Intuyo que lo que falta trasciende a lo electoral y organizacional. Hoy también pesan variables psicosociales que tocan dos grandes dimensiones “inconscientes” en las que creo se moverá el electorado venezolano para 2024: convivir o guerrear, y lo estable o el riesgo. Quien logre descifrar la respuesta del electorado a sendas disyuntivas ganará la elección de Venezuela. No es fácil la respuesta a cada una.
Somer y McCoy puntualizaron las 7 lecciones que dejó la oposición de Turquía luego de la primera vuelta. Si las llevamos al caso venezolano, la oposición las hizo todas. Veamos:
1.-Unidad: la logró. Su punto de mayor esplendor fueron las parlamentarias de 2015. También en las regionales de 2021. La tarjeta MUD simbolizó la unidad en lo electoral, y la Mesa en lo político.
2.-Mensajes despolarizados: la MUD los tuvo, en buena cantidad. La campaña de 2012 también fue una que buscó despolarizar (cosa que Chávez captó y por eso repolarizó con el término “majunche” para referirse a Capriles y a su campaña, o al encasillar el programa de Capriles como “neoliberal”).
3.-Política programática y búsqueda del consenso: en 2012, los candidatos firmaron un programa unitario. La MUD también generó programas sectoriales. La línea programática en la MUD fue fundamental con grupos conformados de manera consensual para preparar los programas.
El diseño de la MUD y sus reglamentos promovieron el consenso. La Mesa lo logró hasta su crisis en 2013.
4.-Resolución de conflictos: los reglamentos de la MUD previeron el disenso y definieron mecanismos para manejar las diferencias. También tuvo instancias para tratar las discrepancias como la Mesa (los días miércoles). La Secretaría Ejecutiva, para tomar sus decisiones, siempre buscó la resolución de conflictos de manera consensuada. No fue una instancia para “imponerse” con elegancia o por la fuerza.
5.-Tácticas extraordinarias para desarmar al autócrata: en esta quinta lección, quizás a la MUD le faltó un manejo más innovador de sus mensajes, pero tuvo mensajes de impacto como la cuña sobre los “containers de PDVSA”, el programa de 2012, la de la “última cola” de 2015 -que el gobierno le restriega como una oferta engañosa- y evitó polarizar cuando en la noche de las parlamentarias de 2010, la famosa frase dicha por Ramón G. Aveledo, “ustedes saben lo que nosotros sabemos”. La MUD no cayó en el terreno al que el gobierno quería llevarla la noche del 26-9-10 para “polarizar” por los resultados del 26 de septiembre.
6.-Visión de futuro a través de propuestas concretas: la campaña de 2012 incluyó propuestas concretas. Los programas sectoriales de la MUD tenían ese propósito: aterrizar el programa general.
7.-Liderazgo colectivo: aunque en nuestro país los partidos son celosos de su identidad, liderazgos, e influencia, la MUD logró un liderazgo colectivo. Los partidos decidían en sus instancias como la Mesa o el G7. La Secretaría Ejecutiva convertía en políticas las decisiones tomadas por los partidos en conjunto, y fue muy celosa en no buscar protagonismo. Recuerdo la frase de Ramón G. Aveledo en las reuniones de la Secretaría, “los partidos son los que están en el mostrador; nosotros, en la cocina”.
Otra instancia para el liderazgo colectivo fueron las reuniones sobre estrategia, conocidas como “encerronas” en la que los partidos y sus dirigentes se reunían para analizar la coyuntura, la estrategia, y tomar decisiones en colectivo. La primera fue en agosto de 2009 en La Colonia Tovar.
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