En la extenuante campaña electoral de Argentina, el peronista Sergio Tomás Massa (Buenos Aires, 51 años) consigue dormir cinco horas de corrido por la noche. De día remonta el cansancio con ingestas de mate, puritos café créme y la adrenalina propia de combinar la gestión de una economía al borde de la erupción con los últimos discursos, los últimos actos, los últimos tuits, los últimos viajes, los últimos anuncios antes de la segunda vuelta del 19 de noviembre.
La noche anterior a la entrevista con El PAÍS, voces autorizadas del equipo de Javier Milei, su rival, llamaron en redes a viralizar un video de un Massa sudado y con los dedos en V de la victoria. Querían instalar la idea de que estaba bajo los efectos de la cocaína y, horas más tarde, apareció un video trucado en el que un símil de Massa consumía y hablaba locuazmente.
“Treinta y nueve grados hacía en el acto”, cuenta Massa después de sentarse en su despacho del quinto piso del Ministerio de Economía y pedir a su asistente que encienda el aire acondicionado. “Planteé hacer el psicofísico antes del debate presidencial [que será este domingo por la noche] porque aparece qué remedios tomás, qué enfermedades tenés y si tenés alguna adicción. Yo estoy dispuesto a hacerlo, no sé si el otro candidato se anima”. A su derecha titilan varias pantallas de canales de noticias. Entre videos trucados, noticias falsas y escuchas ilegales en una semana se define la elección más dramática desde que la Argentina recuperó la democracia hace casi 40 años.
En esta entrevista, la primera con un diario extranjero desde que fue el candidato más votado en las elecciones generales de octubre, Massa habla de sus orígenes en la política, sus diferencias con Cristina Fernández de Kirchner, las enormes dificultades económicas y sociales que atraviesa el país, su agenda de gobierno en caso de ganar la elección y las virtudes y defectos de su adversario en la contienda electoral.
P. Como parte de su política exterior, ¿qué país elegiría usted como primer destino de viaje atendiendo el símbolo de esa decisión?
R. Yo no creo en eso de los símbolos del primer viaje. Uno tiene que fijar una agenda de prioridades, contársela a la gente y arrancar. La prioridad es la política de comercio exterior y los tres mercados más importantes son el sudeste asiático, África y el mundo árabe porque son las economías más complementarias en términos de los intereses de Argentina.
P. En relación a Gaza e Israel, se ha pronunciado primero diciendo que Hamas estará en la lista de organización terroristas si gana la presidencia, pero ¿cómo cree que es la resolución de este conflicto?
R. Es un conflicto religioso que tiene años y años y creo que en las próximas horas puede haber un alto del fuego para negociar la entrega de algunos rehenes. Estoy tratando de ayudar a que algunos de los liberados sean argentinos por mi relación con el gobierno de Qatar, pero lo hago desde la mirada humanitaria, no desde la mirada política.
P. Usted ha dicho que Venezuela es una dictadura.
R. Lo dije en 400 entrevistas. Tengo una mirada muy marcada por lo que fue en su momento la detención de [el alcalde opositor] Antonio Ledesma [en 2015], y la reacción del Estado frente al reclamo de los estudiantes. Aspiro a que Venezuela tenga una solución democrática que la resuelvan los venezolanos. No soy quién para opinar desde afuera, pero me quedó una marca por esos dos temas.
P. ¿En qué se va a diferenciar de la política exterior del Gobierno de Alberto Fernádez y Cristina Kirchner?
R. No me gusta compararme con nadie. La política exterior va a tener pragmatismo y va a tener un solo objetivo, que es abrir mercados para que Argentina venda trabajo bien pago al mundo. La batalla hoy es comercial, va más allá del conflicto en la Franja de Gaza y del acto terrorista de Hamas, más allá de la invasión de Rusia a Ucrania. El grueso del debate es económico y es por darle de comer a la gente, por administrar el valor agregado a los minerales críticos, por hacer valer el recurso energético y por ver quién le vende más inteligencia aplicada de su propio capital humano al otro. Me parece que esas son las cuatro batallas.
P. ¿Y cómo ve el Mercosur en esa batalla comercial? Lleva años encallado en tratados como el de la Unión Europea.
R. Lo primero que hay que hacer es salvar al Mercosur. Yo escucho a Milei diciendo que va a romper relaciones con Brasil y antes de pensar en el Mercosur pienso en los 163.000 empleados del sector automotriz que perderían su trabajo; pienso en el sector de exportación salteño que exporta poroto y tabaco y perderían su trabajo; pienso en cómo sería la vida comercial, empresaria e industrial en Misiones que vive de la relación bilateral con Brasil; pienso en la industria bioforestal correntina y el drama que representaría para ellos. Pienso, además, cómo sería por ejemplo en términos de relación energética, porque estamos haciendo gasoductos para, entre otras cosas, venderle a Chile y a Brasil, y si rompemos relaciones con Brasil, el gas de Vaca Muerta va a quedar enterrado 140 años. Me preocupa la ignorancia del impacto de las declaraciones públicas en la vida real de la gente. Es como con eso de la libre venta de armas, o la venta de órganos o el arancelamiento educativo, son todas cosas que nada tienen que ver con los valores que en estos 40 años de democracia construyó la Argentina.
SIGA LEYENDO MÁS EN EL PAÍS DE ESPAÑA
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.