n la costa de playa Los Corales, uno de los balnearios más visitados durante los fines de semana y asuetos, ubicado en la parroquia Caraballeda, al este del estado Vargas, lo único que se escucha, son las olas. Ya no hay risas de niños, ni adultos conversando. Tampoco el bañista que lleva cornetas de sonido para compartir a la fuerza sus gustos musicales o el trabajador playero que ofrece pescado o tostones. En realidad nadie está en la playa, más allá de una gran soledad.
El vacío de las costas varguenses es consecuencia de la pandemia de COVID-19 y las medidas para frenar su propagación. Desde el 14 de marzo, un decreto suscrito por el gobernador Jorge Luis García Carneiro ordenó el cierre de las 63 playas y balnearios de la entidad costera. Aunque la acción tiene el respaldo sanitario, un promedio de cinco mil varguenses, según cifras de la Asociación de Comerciantes y Trabajadores Playeros de Vargas, han perdido sus ingresos pues dependían del trabajo en las playas para ganarse el sustento. Hoy no tienen claro cuándo podrán volver a su faena.
“La situación está muy dura. Nadie tiene ahorros para respaldar más de 30 días sin trabajar. En nuestro caso, muchos tuvimos que pagar impuestos, además tenemos créditos que honrar. Aquí se aplica el dicho del barco parado, si el kiosco está cerrado, nadie gana; si la playa está cerrada, es pérdida para todos. Y uno entiende que no es un capricho, pero necesitamos que desde el gobierno nos den opciones para ayudarnos a campear esta tempestad”, analiza Mercedes Morales, quien junto a su esposo llevan adelante su pequeño negocio playero en Los Corales.
Morales explica que no solo se trata de quienes tienen arrendados o tienen adjudicados kioscos de playa, los que se ven afectados. “Hay un ecosistema grande alrededor del balneario. Los que trabajan directamente con el kiosco, que en nuestro caso son dos personas más, pero además está el toldero, el mesero, los vendedores de comida y helados, los que alquilan la banana, la vendedora de traje baños. Todos dependemos de que vengan bañistas y de que el balneario funcione. Nuestras esperanzas están puestas en el 14 de mayo, a ver si levantan la cuarentena”, agrega Morales.
Más solos que cuando cayó el viaducto
Si algún sector conoce las consecuencias de la soledad en las costas varguenses y el protagonismo de los turistas caraqueños para su subsistencia, es el de los trabajadores y comerciantes playeros, como se llaman a quienes trabajan a destajo, como tolderos y meseros. Playas solas y comercios cerrados como los de los meses de marzo y abril de 2020, son similares a aquellos del año 2006, cuando la caída del viaducto de la autopista Caracas – La Guaira.
“Claro, en ese momento aun teníamos a los bañistas de casa, a los guaireños que venían al balneario. Pero ahora nada. Estamos peor que cuando se cayó el viaducto y cuando la vaguada del 2005. Porque la situación también es más dura, uno vive del día a día”, cuenta Laura Vargas, quien trabaja en Playa Verde, en Catia La Mar.
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